Tot¨° Schillaci y el peligro del amor de verano
La historia de los mundiales y loas eurocopas est¨¢ llena de jugadores que deslumbraron y sedujeron a grandes clubes donde se diluyeron
Una de las normas b¨¢sicas del verano era que cualquier historia de amor surgida en el calor estival no deb¨ªa proyectarse m¨¢s all¨¢ del mes de septiembre. En agosto, con los efluvios del sol, la playa y el alcohol del garito del pueblo todos los gatos son pardos y se impone aquella idea del verano eterno del m¨ªtico documental de surf de Bruce Brown (The Endless Summer, 1966): si tienes suficiente dinero y tiempo, el sol y la felicidad no terminan nunca. De lo contrario, la gravedad del oto?o y la dureza del invierno muestran siempre las costuras reales del amor y los l¨ªmites de nuestra imaginaci¨®n. Sucede exactamente igual con algunos jugadores que triunfan en Eurocopas y Mundiales y liquidan ese espejismo en el banquillo de alg¨²n club incauto. Calma, nos ha pasado a todos y todas.
Tot¨° Schillaci, un siciliano de ojos grandes y m¨¢s calle que arte, se coron¨® en esta especialidad poniendo patas arriba el Mundial de Italia 90. Fue el m¨¢ximo goleador del campeonato (6) y su mejor jugador. Tanto que ese a?o fue tambi¨¦n el segundo clasificado en el Bal¨®n de Oro que se adjudic¨® a Lothar Matthaus. Schillaci militaba en la Juventus en aquella ¨¦poca, pero despu¨¦s de su tremendo Mundial comenz¨® un ocaso que toc¨® fondo cuando, al final de un partido contra el Bologna, amenaz¨® a la manera siciliana a Fabio Poli, que le hab¨ªa estado provocando: ¡°Har¨¦ que te peguen un tiro¡±.
El tiro, en realidad, se lo peg¨® ¨¦l mismo. Fue justo en el pie que le hab¨ªa proporcionado fama y dinero en aquel Mundial. Porque la decadencia tras aquel episodio le condujo con m¨¢s pena que gloria al Inter, donde fue apartado del equipo antes de terminar su contrato, y a liquidar su carrera en el J¨²bilo Iwata japon¨¦s, donde volvi¨® a ser un ¨ªdolo antes de terminar como concejal en Palermo.
Todo Mundial o Eurocopa tiene a su Schillaci. Un fen¨®meno dif¨ªcil de descifrar cient¨ªficamente porque consiste en algo tan metaf¨ªsico como rendir por encima de las propias posibilidades reales (el Cholo es un maestro en crear esa ilusi¨®n ¨®ptica en jugadores que luego terminan en el Bar?a). Pero nos pasa a todos. James Rodr¨ªguez iba a comerse el mundo. Tambi¨¦n fue el mejor de aquel Mundial de Brasil en 2014, donde calz¨® seis goles -m¨¢ximo goleador del torneo- y deslumbr¨® con su visi¨®n de juego. El Madrid pag¨® 80 millones hasta que se hart¨® de ¨¦l y sigui¨® sufragando parte de su ficha en el Bayern para acabar traspas¨¢ndolo al Everton (no ha sido convocado para esta Copa Am¨¦rica).
Las Eurocopas son escaparates m¨¢s modestos, pero alumbraron tambi¨¦n a fabulosos ¨¢ngeles ca¨ªdos, como el checo Milan Baros, que sobresali¨® en la m¨¢s extra?a de la historia -en 2004 gan¨® Grecia y coron¨® a al delantero Angelos Charisteas- o al m¨ªtico Andrei Arshavin, en la de 2008. El ruso asombr¨® al mundo con su velocidad y regate el¨¦ctrico en la selecci¨®n que dirig¨ªa Guus Hiddink. Aquel anzuelo estuvo a punto de morderlo el Bar?a, pero termin¨® en el Arsenal consumiendo su genio. Y es extra?o, porque el pasmo veraniego es una especialidad en el Camp Nou. Vivimos casos sonados, como el de Rustu, que hizo un Mundial de Corea-Jap¨®n en 2002 estupendo con Turqu¨ªa, tercera ese a?o. Lo trajeron Laporta y Rosell nada m¨¢s aterrizar. Fue el primer fichaje de aquella era, pero sospechosamente ten¨ªa el mismo agente que Beckham (el israel¨ª Pini Zahavi) y formaba parte, sin sospecharlo, del cortejo al representante que deb¨ªa consumar la promesa electoral de aquella junta de traer al marido de una de las Spice Girls. Rustu jug¨® siete partidos y pas¨® en Barcelona una sola temporada.
La chispa y los peligros del enamoramiento veraniego construyen maravillosas f¨¢bulas futbol¨ªsticas (y biogr¨¢ficas) como la de Schillaci. Este a?o, en un torneo sin grandes estrellas en la mayor¨ªa de equipos, hay ya algunos candidatos a ese trono. El problema es que cada vez es m¨¢s dif¨ªcil vivir ese espejismo con tanto especialista en f¨²tbol internacional, capaz de memorizar ¨¢lbumes de cromos de siete pa¨ªses distintos y susurrar a coro a los clubes m¨¢s incautos los riesgos de una historia de amor frustrado.
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