El subid¨®n de Espa?a
Nunca he conocido una reacci¨®n tan un¨¢nime mezclando dolor y esperanza, pensando que se hab¨ªa perdido una semifinal y se hab¨ªa ganado una selecci¨®n llena de talento
Ya les he contado m¨¢s de una vez que la superstici¨®n me lleva a destinos curiosos. Esta vez, me pas¨¦ los primeros 45 minutos observando a la vez, la puesta de sol desde el cabo Trafalgar y la aplicaci¨®n en la que sigo los partidos a distancia. El descanso me permiti¨® entender que el juego espa?ol era m¨¢s que bueno y que el partido estaba razonablemente controlado, por lo que volvimos a Vejer, y justo cuando dej¨¢bamos el coche o¨ªmos un grito de gol¡ de Italia. Veamos. ?Hay motivos para la superstici¨®n? ?Si me hubiera quedado en la oscuridad de Trafalgar el tiro de Chiesa se hubiera ido fuera? Y la pregunta clave: ?hab¨ªa sido buena idea ir al cabo Trafalgar, referencia de una de las m¨¢s terribles derrotas de la Armada espa?ola? ?No era eso llamar al mal fario? Sumido en tantas cuestiones trascendentales y a punto de concretarme para ver lo que quedaba de segunda parte, un grito rompi¨® la noche gaditana: Gooooooooooool.
No me hizo falta la aplicaci¨®n para saber que Espa?a acababa de empatar, que la luz del Faro de Trafalgar iluminaba el camino y que la capacidad de resistir, eso que se llama resiliencia y que si necesit¨¢bamos un nuevo ejemplo en un a?o lleno de ellos, devolv¨ªa a la selecci¨®n al camino de la final. Y a partir de ese momento busqu¨¦ la banda sonora en directo de la gente en la calle para seguir el resultado a la vez que ve¨ªa la imagen de la tele. Pero los gritos de j¨²bilo solo volvieron cuando Unai Sim¨®n par¨® el primer penalti. Luego el silencio se apoder¨® de la noche y solo los murmullos, bajito para no molestar, acabaron por decir: ¡°Hemos merecido m¨¢s. Estos chicos son muy buenos, ese Olmo es un diablo y ese Pedri es el f¨²tbol en estado puro¡±. Y segu¨ªan caminando con un suspiro que mezclaba pena, decepci¨®n y una gota de ilusi¨®n con un ¡°a ver si en el Mundial la armamos¡±.
Para el futuro
Creo que nunca he conocido una reacci¨®n tan un¨¢nime mezclando dolor y esperanza, pensando que se hab¨ªa perdido una semifinal y se hab¨ªa ganado una selecci¨®n llena de talento que est¨¢ dispuesta a defender el f¨²tbol espa?ol como merece. Y un seleccionador, don Luis Enrique Mart¨ªnez, que ha mostrado sus capacidades de gesti¨®n, liderazgo y talento futbol¨ªstico, que esto no es solo tener a los jugadores involucrados, tensos y deseosos de competir. Que esto es trabajar cada plan de partido con sus matices, con los que juegan y con los que no, las decepciones de cada 90 minutos, la condici¨®n f¨ªsica para un equipo que ha querido ser siempre protagonista del juego con el desgaste que eso supone y que ha finalizado con un solo jugador lesionado, Pablo Sarabia, en el partido contra Suiza y que es la cifra m¨¢s baja del torneo cuando los jugadores llegaban despu¨¦s de una temporada extenuante en lo f¨ªsico pero tambi¨¦n en lo mental.
Y ese mantra del inicio del torneo de que la selecci¨®n no enganchaba ha acabado con una subida de autoestima y con la convicci¨®n de que este equipo merece la pena y hay que seguir vi¨¦ndolo crecer de cerca porque huele a aventuras emocionantes. Que son jugadores que hablan de f¨²tbol, sienten el f¨²tbol, se conjuran a partir del f¨²tbol, en unos tiempos donde parece que el talento viene asociado al n¨²mero de seguidores en redes sociales y no a las capacidades de jugar bien, m¨¢s que bien, excelentemente a ese juego de equipo maravilloso que es el f¨²tbol.
Siempre se dice que las grandes competiciones son el punto final a los proyectos de selecci¨®n, pero esta vez la selecci¨®n de Luis Enrique nos habla de presente y, sobre todo, de futuro. Le cojo prestada la frase con la que cerraba su cr¨®nica Santiago Segurola un 23 de junio de 1996: ¡°Una noche en Wembley¡ As¨ª comenzar¨¢n las historias¡±.
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