Y Poulidor se mud¨® al Ritz
En 1965, los ciclistas protestaron por los malos hoteles que les dieron en Barcelona
Los peri¨®dicos de la ¨¦poca no escatimaban ni un elogio a la visita de la Vuelta a Francia a Barcelona en 1965. Adjetivos rimbombantes, parabienes por doquier. ¡°Se volcaron la ciudad y los organizadores para proporcionar a todos los seguidores unas horas agradables y felices durante su estancia en la Ciudad Condal¡±, aseguraba La Vanguardia. ¡°El Tour es una gran fiesta que en Espa?a se celebra con m¨¢s apogeo del que esperaban los franceses. A su fastuosidad se uni¨® el esp¨ªritu caballeresco y deportivo de los espa?oles¡±, sentenciaba el peri¨®dico barcelon¨¦s.
La carrera descans¨® en Barcelona un d¨ªa, lo que dio para actos sociales relacionados con el Tour. El Ministerio de Informaci¨®n y Turismo organiz¨® una cena para los periodistas de prensa, radio y televisi¨®n que segu¨ªan la carrera. La presidi¨® el director general de Prensa, Manuel Jim¨¦nez Qu¨ªlez, fiel colaborador de Fraga, y coautor de la Ley de Prensa de 1966. Tambi¨¦n acudi¨® el delegado nacional de Educaci¨®n F¨ªsica, Jos¨¦ Antonio Elola Olaso y Juan Antonio Samaranch, entonces vicepresidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional, que recibi¨® la medalla del Tour junto a Manuel Serd¨¢n, presidente de la Federaci¨®n Espa?ola de Ciclismo, y periodista durante a?os.
Acudieron casi todos los periodistas acreditados. Los espa?oles a la cabeza, para evitar cualquier contratiempo. Se leyeron discursos y todo acab¨® en buena sinton¨ªa, pero al llegar a Barcelona, donde hab¨ªa ganado P¨¦rez Franc¨¦s, algunos corredores no vieron por ninguna parte esa hospitalidad de la que se hablaba en los peri¨®dicos. Acostumbrados a ciertas penurias, y en algunos casos, a compartir literas en alojamientos improvisados all¨¢ donde no era posible buscar un albergue en condiciones, algunos de los ciclistas m¨¢s destacados se encontraron con que, en una ciudad como Barcelona, la organizaci¨®n hab¨ªa dispuesto para ellos unos hoteles lamentables.
Poulidor, Foucher, Anglade y Maher, entre otros, fueron llevados a un establecimiento de cuarto orden en una zona poco recomendable de la capital catalana. El ambiente era irrespirable y la limpieza, cuestionable. Los corredores no pudieron pegar ojo en toda la noche, escuchando ruidos en la calle y pasando calor, as¨ª que Antonin Magne y Maurice De Muer, los directores de los dos equipos afectados, el Mercier y el Pelforth, formaron una delegaci¨®n para acudir indignados a protestar ante la direcci¨®n general de la carrera, es decir, directamente ante Jacques Goddet y Felix Levitan, que, al parecer, ese d¨ªa se encontraban de buen humor. Los rectores del Tour escucharon las quejas y tomaron una decisi¨®n en la que no escatimaron medios. Decidieron que los dos equipos se trasladaran para la noche siguiente del alojamiento dudoso al exclusivo hotel Ritz, en la Gran V¨ªa, un cambio radical. Esa misma ma?ana, ordenaron el traslado, lo que no dej¨® de causar escenas curiosas cuando llegaron los ciclistas en ropa deportiva, culottes cortos, maillots ajustados, zapatillas con tacos y gorra, y se mezclaron con los habituales clientes de uno de los establecimientos m¨¢s exclusivos de la ciudad, con vestidos elegantes las se?oras; traje y corbata los hombres. Todo fuera por Poulidor y los dem¨¢s, que pudieron descansar en c¨®modos colchones y con s¨¢banas de buena calidad antes de una semana en la que debieron ascender, entre otros, el Mont Ventoux y el Izoard.
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