Magnus Cort Nielsen organiza su fiesta gallega para su tercera victoria en la Vuelta a Espa?a
Triunfo del dan¨¦s en Monforte de Lemos, la v¨ªspera de los montes del Mi?o, la ¨²ltima oportunidad de Mas para destronar a Roglic
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El eucalipto est¨¢ hecho para arder (y para que d¨¦ hojas que al trocearlas y hervirlas en las estufas en las casas huela a invierno y a jarabe bals¨¢mico para el pecho), dicen en la California devastada por los incendios, donde un listo los llev¨® desde Australia y empez¨® a plantarlos a comienzos del siglo pasado. Comprad parcelas de eucaliptos, pregonaba, que crecen r¨¢pido, 10 veces m¨¢s r¨¢pido que los robles, y a los 10 a?os ya da buena madera. Fue la fiebre del eucalipto que acab¨® tan r¨¢pido como el descubrimiento de que el ¨¢rbol invasor e invasivo no daba madera sino pulpa, buena para aglomerados y papel de peri¨®dico, y no val¨ªa nada, y como el eucalipto tan pirot¨¦cnico como su alma de antorcha que rodea a los ciclistas el viernes camino de Monforte de Lemos, la Vuelta est¨¢ hecha para arder y consumirse en Galicia devoradora --siguiendo al Cabe y al padre Mi?o hacia su encuentro con el Sil y su muerte--, el s¨¢bado, en un repecho muy Roglic, el incendiario tranquilo, no muy lejos de Vigo.
No es que el fuego de la Vuelta, tan enamorada de los incendios como algunos ¨¢rboles en el calor y el viento c¨¢lido del verano, necesite muchos ¨¢nimos para prender, ni las fugas para hacerse incontrolables. Ayuda que a los ciclistas el se?or no les haya dotado de la sabidur¨ªa de las ratas, que dec¨ªa Bacon, aquella que permite a los roedores abandonar una casa justo antes de que se hunda. La natural inteligencia ego¨ªsta de los corredores, la que garantiza su supervivencia en un mundo que se hunde y transforma, se ve desbordada siempre por brotes inesperados de generosidad y esfuerzo que, como dice Egan Bernal, rozan el masoquismo. Y basta, quiz¨¢s, con que Magnus Cort Nielsen, el dan¨¦s de rosa ya tan conocido, entre en una para que una etapa que se espera tranquila porque llega despu¨¦s de una cruzada asturiana intensa, pero, como una resaca que al amanecer hace decir al que no ha dormido y tiene la lengua seca y la cabeza con ganas de reventar le hace decir, hoy no bebo, y empieza a beber y le gusta, se transforma en una nueva fiesta, y la goza el que la organiza, Magnus, quien, metron¨®mico y variado como un vestido de novia ¨Cuna victoria a la semana; un repecho, Cullera; un sprint de libro, C¨®rdoba; un sprint de fuga, Monforte-- iguala a tres victorias con el l¨ªder de valor indecible, Roglic, y Jakobsen, el sprinter que volvi¨® a la vida.
¡°Un buen espect¨¢culo, menudo pulso¡±, dice, agotado, Enric Mas, el segundo de la general, a quien le gustan m¨¢s las fiestas y los ardores en otros terrenos, no como este botell¨®n en el que se inmolan, montado en un llano tan enga?oso hacia la Ribeira Sacra que le hace decir a Egan, tan reflexivo, que era tan duro que le ha dado la impresi¨®n de pasarse 100 kil¨®metros subiendo sin parar. El pelot¨®n, que se ha desembarazado del peligro Jakobsen en los dos segundas del inicio que anuncian al peregrino que Galicia es todo menos llana, avanza sin piedad ni cuidado, persigue empecinado a m¨¢s de 40 de media. El DSM quiere volver a probar el valor de su sprinter joven, el italiano Alberto Dainese; el UAE sigue confiando en su veterano y amistoso Matteo Trentin, demasiadas veces segundo, y Michael Matthews, el experto australiano necesita darle una victoria a su Bike Exchange. La fuga nunca llega muy lejos, a m¨¢s de dos minutos apenas, pero, pese a todo el empe?o de los cazadores es inextinguible. Son 20 kil¨®metros finales con 30s de diferencia que, feroces, como feroz es el estilo del jovencito norteamericano Quinn Simmons, el ciclista que alababa a Donald Trump en su Twitter, y sus relevos desmesurados, defienden los huidos, y alcanzan la ¨²ltima recta con tiempo suficiente para que le lance a la victoria el otro norteamericano, y rosa, de la fuga, Lawson Craddock.
El colegio de los Escolapios de Monforte, que era de los jesuitas hasta que los expuls¨® Carlos III de Espa?a, es un peque?o Escorial, gran¨ªtico y tan duro que el terremoto de Lisboa que volvi¨® loca la rutina de los paseos de Kant, un reloj con piernas, por los puentes de K?nisberg, solo le hizo unas grietas y ni toc¨® el retablo gigantesco de madera de nogal ¨Ca Dios dan gracias de que no hubiera eucaliptos por la regi¨®n entonces, en el siglo XVII, y s¨ª ¨¢rboles de toda la vida¡ªni derrumb¨® su escalera m¨¢gica, 35 escalones de granito, 13, nueve, 13, sus tres arcadas, de una tonelada cada uno, sostenida en el aire y tan s¨®lidas y airosas sus 35 toneladas como el liderato de Primoz Roglic, que se sostiene tan superior no tanto en los arcos ocultos tras los muros como la escalera, no tan m¨¢gica pero s¨ª tan ligera, sino en su dureza tan vistosa en todos los terrenos, monta?a, contrarreloj, repechos; en su equipo, tan entero y llamativo, y en el esp¨ªritu libre y alegre que le invade camino de la victoria en su tercera Vuelta consecutiva, de la que le separan dos etapas, un incendio en el territorio Pereiro, en los montes entre Vigo y el Mi?o, y las islas C¨ªes en el Atl¨¢ntico, y una contrarreloj hasta el final del Camino de Santiago. Y cuando le preguntan si ya ha ganado la Vuelta, lo niega. ¡°Aunque sea el mejor contrarrelojista, por experiencia s¨¦ que la ¨²ltima contrarreloj es traicionera¡±, dice, y se r¨ªe recordando su gran tragedia deportiva, la manera en que perdi¨® hace menos de un a?o el Tour en la ¨²ltima contrarreloj. Y su risa apaga las esperanzas.
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Superman L¨®pez, primer rey del Gamoniteiru
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