El cruce de caminos de dos deportistas afganas
Acosadas por el horror talib¨¢n, dos jugadoras afganas de baloncesto en silla de ruedas llevan ahora vidas opuestas. Khatera Safi, de 26 a?os, no logr¨® salir de Kabul y malvive sin posibilidad de hacer deporte. Su excompa?era de selecci¨®n Nilofar Bayat, de 28, disfruta en Bilbao, donde por fin se siente ¡°libre¡±
La cruz de Khatera Safi. Tras dos d¨ªas en el aeropuerto de Kabul no consigui¨® abandonar el pa¨ªs. Hoy resiste a duras penas y pide ayuda a la comunidad internacional.
Khatera Safi no ha vuelto a sentirse feliz desde el pasado 13 de agosto. Ese d¨ªa asisti¨® al ¨²ltimo entrenamiento del equipo nacional afgano de baloncesto femenino en silla de ruedas. Ninguna de las jugadoras esperaba que antes de 48 horas los talibanes iban a entrar en Kabul sin encontrar resistencia. Su mundo se vino abajo. Como mujeres, deportistas y discapacitadas vieron caer el tel¨®n sobre sus sue?os. S¨®lo dos de ellas han logrado salir de Afganist¨¢n, Safi habla por las otras 13, con quienes se mantiene en contacto a trav¨¦s de un grupo de WhatsApp.
¡°Todas estamos muy preocupadas por la situaci¨®n. Por lo que sabemos, el actual Gobierno no va a permitir que las mujeres estudien, trabajen o hagan deporte; no tenemos esperanza¡±, resume la baloncestista en la modesta vivienda a la que se ha trasladado con su familia a ra¨ªz de la llegada de los talibanes al poder. Desde entonces, tiene dificultades para conciliar el sue?o y apenas come.
Como el resto de sus compa?eras, Safi, de 26 a?os y originaria de la provincia de Kapisa, hab¨ªa logrado una vida y una perspectiva de futuro inimaginable s¨®lo dos d¨¦cadas atr¨¢s, cuando esos mismos fundamentalistas gobernaban su pa¨ªs. Estudi¨® Derecho en la Universidad Maryam (privada), trabajaba en la Fiscal¨ªa y jugaba al baloncesto, su pasi¨®n, a pesar de la discapacidad. Al empezar el domingo 15, supo que lo hab¨ªa perdido todo, incluida la casa adaptada en la que viv¨ªa en el centro de la capital afgana.
¡°Era de alquiler y sin ingresos no podemos pagarla¡±, se?ala. La quinta de nueve hermanos, su sueldo y el de un hermano que era soldado en el desaparecido Ej¨¦rcito serv¨ªan para mantener a los once miembros de la familia, de la que se han emancipado cuatro chicas al casarse, pero que ha aumentado con la mujer y los tres hijos del primog¨¦nito. ¡°Llevaba cuatro a?os en la oficina del fiscal, en el equipo que se ocupaba de la discriminaci¨®n de la mujer, algo que los talibanes dicen que va en contra de la ley isl¨¢mica¡±, declara preocupada por el paradero de dos de sus compa?eros, una pareja, a los que los talibanes se llevaron de su casa y sobre los que no ha vuelto a tener noticias.
Si perder el trabajo ha sido duro, saber que no podr¨¢ jugar al baloncesto le ha quitado la sonrisa. ¡°Me apasionaba. Siempre me han gustado los deportes, todos los deportes. Cuando era peque?a ve¨ªa a los ni?os de mi barrio jugando al voleibol y quer¨ªa unirme a ellos, pero mi hermano mayor no me dejaba porque era una chica, algo que me enfadaba mucho¡±, recuerda. En la escuela tampoco hab¨ªa facilidades para ello.
Contra todo pron¨®stico, fue su discapacidad la que le abri¨® las puertas del mundo deportivo. ¡°Ten¨ªa 10 a?os cuando contraje la meningitis que me dej¨® parapl¨¦jica¡±, explica. Resid¨ªan entonces en Kandahar, donde su padre, militar, estaba destinado. Al poco de su regreso a Kabul, el Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja introdujo el baloncesto en silla de ruedas para ayudar a la rehabilitaci¨®n y la integraci¨®n de los numerosos pacientes de su centro ortop¨¦dico. ¡°Empec¨¦ a jugar con 14 a?os; entre todas las que practic¨¢bamos cogieron a las mejores para el equipo nacional¡±, se?ala con una mezcla de orgullo y nostalgia.
El equipo, que empez¨® a competir internacionalmente en 2017, se convirti¨® en un s¨ªmbolo del cambio que se hab¨ªa producido en la vida de las afganas desde el derribo del r¨¦gimen talib¨¢n en 2001. En su primer torneo, la Copa de Bali, se llevaron el oro. Luego, llegaron los Paral¨ªmpicos Asi¨¢ticos y aunque no lograron clasificarse para Tokio, la proyecci¨®n que obtuvieron estaba contribuyendo a mejorar las percepciones sobre la discapacidad y las mujeres en el deporte entre los afganos.
A falta de un anuncio oficial, el vice responsable de la Comisi¨®n Cultural talibana, Ahmadullah Wasiq, adelant¨® a una televisi¨®n australiana que ¡°el Emirato Isl¨¢mico no va a permitir a las mujeres jugar al cr¨ªquet o cualquier otro deporte¡± porque ¡°no es necesario¡± y se corre el riesgo de que ¡°sus rostros y sus cuerpos queden expuestos¡±. Respecto a la actividad laboral, de momento, los fundamentalistas s¨®lo han autorizado que sigan trabajando las empleadas en el sistema sanitario y la educaci¨®n infantil de ni?as.
Desde la llegada de los talibanes a Kabul, la baloncestista ha querido salir del pa¨ªs. ¡°Cuando las fuerzas extranjeras empezaron a evacuar a gente, nos llamaron para que fu¨¦ramos al aeropuerto. Acud¨ª acompa?ada de mi hermano para ayudarme y estuvimos esperando dos d¨ªas enteros, pero los soldados no nos dejaron pasar porque al ense?ar los correos que nos hab¨ªa enviado el se?or Antonio nos dijeron que no eran oficiales¡±, cuenta en referencia al periodista Antonio Pampliega que se moviliz¨® en las redes sociales para sacar a la capitana del equipo, Nilofar Bayat. S¨®lo ella y otra jugadora, Farzana Mohammadi, lo lograron. La primera est¨¢ en Espa?a y la segunda en Estados Unidos.
Safi recuerda aquellos momentos con horror. ¡°El segund¨® d¨ªa [el mi¨¦rcoles 25 de agosto] en medio del caos humano, los talibanes empezaron a disparar al aire y se desat¨® una estampida. La gente me pasaba por encima pis¨¢ndome, yo no puedo mover las piernas as¨ª que decidimos volver a casa¡±, relata.
Pero las dificultades s¨®lo hab¨ªan empezado. Llegar hasta el lugar donde ahora vive con su familia es una tarea ardua incluso en coche, extremadamente duro si hay que hacerlo andando, e imposible para alguien en silla de ruedas o con muletas, incluso con la voluntad de hierro de Safi. Una larga avenida conduce hasta una colina, en el l¨ªmite noroccidental de Kabul. A partir de ah¨ª desaparece el asfalto y el camino de tierra se va estrechando entre modestas edificaciones de adobe. La vivienda carece de cuarto de ba?o. Para llegar al retrete exterior hay que bajar dos empinados tramos de escaleras sin barandilla, algo que la jugadora no puede hacer sin asistencia. ¡°Desde aqu¨ª no puedo ir a ning¨²n sitio. Espero que mi voz alcance a la comunidad internacional. Si no recibo ayuda, mi vida quedar¨¢ arruinada porque no tengo forma de salir de Afganist¨¢n¡±, concluye a la puerta de su casa.
La cara de Nilofar Bayat. Logr¨® salir de la capital y ahora vive en una ciudad ¡±tan bonita¡± como Bilbao y entrena a diario con el Bidaideak.
Nilofar Bayat (Kabul, 28 a?os) lleg¨® a Bilbao hace un mes, cuando los talibanes ya hab¨ªan tomado la capital de Afganist¨¢n y el caos se hab¨ªa apoderado completamente de su ciudad. Viaj¨® hasta Dub¨¢i en un transporte del Ej¨¦rcito y despu¨¦s en un avi¨®n comercial fletado por el Gobierno. Las primeras im¨¢genes de la joven deportista y abogada, que trabajaba en el Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja antes de dejarlo todo atr¨¢s, con su marido Ramish, y que ella misma envi¨®, la mostraban en el aeropuerto de la capital afgana primero, en el avi¨®n militar espa?ol despu¨¦s y en la pista del aer¨®dromo de Torrej¨®n luciendo el hiyab, el velo isl¨¢mico que cubre la cabeza de las mujeres. Cuando apareci¨® p¨²blicamente en Bilbao ya no lo llevaba. Fue un gesto muy significativo. ¡°En Afganist¨¢n me obligaban a ponerme el pa?uelo pero cuando he llegado aqu¨ª nadie me obliga y me siento libre de pon¨¦rmelo cuando quiera o vestir como me apetezca. Tambi¨¦n me gusta sentirme estilosa y que sea mi elecci¨®n llevarlo o no¡±, proclama. ¡°Tengo un pelo bonito y quiero ense?arlo, y no que me digan lo que puedo hacer o no¡±.
Nilofar es una persona que sabe lo que quiere, y lo dice. Consigui¨® ir a la universidad gracias al talante abierto de su padre y lo aprovech¨®. Habla un ingl¨¦s casi perfecto, y empieza a adaptarse a su nueva vida. En el Bidaideak, el equipo de baloncesto en silla de ruedas con el que tambi¨¦n se entrena su marido, hay otro jugador de origen paquistan¨ª que habla urd¨², el idioma materno de la pareja afgana. Para Ramish, que no domina el ingl¨¦s, es otra manera de comunicarse. Ambos van ya a clases de espa?ol. ¡°Por las ma?anas estudiamos el idioma. Llevamos ya una semana. Tenemos que aprenderlo para entender a la gente y saber lo que dicen, tambi¨¦n para conocer lo que piensan¡±, asegura.
Ella se fue, pero muchas compa?eras de su equipo se quedaron atr¨¢s. Los ojos le brillan de alegr¨ªa durante toda la conversaci¨®n, pero se apagan cuando habla de ellas: ¡°S¨ª, s¨¦ que ya no se entrenan, que su formaci¨®n en el baloncesto se ha detenido. He podido hablar por tel¨¦fono con algunas y est¨¢n muy tristes. All¨ª, como jugadoras de baloncesto no tienen ning¨²n futuro. Alguna consigui¨® trasladarse a Estados Unidos y otra a Italia, pero las que se han quedado est¨¢n totalmente desesperadas. No hay futuro para las mujeres en Afganist¨¢n¡±.
El suyo era muy oscuro antes de salir de su pa¨ªs. ¡°Hab¨ªa muchos v¨ªdeos sobre m¨ª en las redes sociales, en los que hablaba de los talibanes, lo peligrosos que son, de c¨®mo los odio. Y hablaba de c¨®mo los talibanes me hirieron. Y tambi¨¦n estaba el v¨ªdeo en el que jugaba al baloncesto en p¨²blico. Adem¨¢s de muchas otras cosas que pod¨ªan ser peligrosas para m¨ª. Y si los talibanes las encontraban y sab¨ªan que era famosa, era f¨¢cil encontrarme. Por eso, si yo estuviera all¨ª, me matar¨ªan. Es algo que doy por descontado¡±, apunta. ¡°En los ¨²ltimos a?os, las mujeres tuvieron la oportunidad de ir a la escuela, de ir a trabajar, de ser modelos, ser actrices o cantantes. Hab¨ªa mujeres que hac¨ªan todo eso. Las mujeres hac¨ªan deporte. En cada deporte hab¨ªa mujeres que tambi¨¦n lo practicaban. Pero ahora, si miras a Afganist¨¢n, parece que solo hay hombres. Pido a la ONU que no deje solas a las mujeres¡±, porque, ¡°es muy triste que mientras los dem¨¢s pa¨ªses van avanzando, Afganist¨¢n retrocede veinte a?os¡±.
Cuando llegaron a Bilbao, Nilofar y Ramish fueron alojados en un piso por la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado (CEAR), all¨ª siguen, cerca de un mirador con vistas espectaculares de la capital vizca¨ªna. ¡°Es muy bonita. Nunca pens¨¦ que vivir¨ªa en una ciudad tan hermosa y me gustar¨ªa seguir aqu¨ª. Todav¨ªa no conozco todo Bilbao, pero es una ciudad muy agradable. Espero trabajar y mejorar y me gustar¨¢ trasladar mi agradecimiento a la ciudad por el trato que nos han dado¡±.
La deportista afgana est¨¢ enfrascada ahora en ser reconocida como refugiada pol¨ªtica, para poder residir con todos sus derechos en Espa?a. ¡°Es un tr¨¢mite que ser¨¢ bastante largo, durar¨¢, probablemente, m¨¢s de seis meses, seg¨²n nos han explicado. Estoy pendiente todav¨ªa de tener una primera entrevista con la polic¨ªa para que estudien los documentos que estamos recogiendo¡±. De momento, su vida es como la de una pareja normal. ¡°Por la ma?ana vamos a clase de espa?ol, luego comemos, hacemos las cosas de la casa y vamos a entrenarnos. Tengo que prepararme muy duro, porque el equipo es muy bueno y debo estar muy fuerte para poder competir con ellos. Tengo que hacer muchos ejercicios en el gimnasio¡±.
La vida de Nilofar ha cambiado de repente. ¡°Me siento libre, muy c¨®moda, prefiero la forma de vida de la mujer en Espa?a, porque en contraste con los ¨²ltimos d¨ªas en mi pa¨ªs, aqu¨ª veo a todos felices. Veo que las mujeres son totalmente diferentes de las de mi pa¨ªs, y me gusta ser como la gente de Europa. Me gusta su estilo¡±.
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