Luis Enrique ¡®juega¡¯ el partido
Imaginar el encuentro ideal puede ser un disfrute o una tortura para un seleccionador, pero se lo queda para ¨¦l
Le confesaba Dino Zoff a Enrique Ortego en su entrevista del pasado martes que la mejor etapa de su vida era la de jugador antes que las de entrenador y dirigente. Tanto por una raz¨®n obvia, la edad, como por las satisfacciones personales generadas. Tambi¨¦n ratificaba Zoff a su (nuestro) amigo Iribar cuando dec¨ªa ?ngel que a los porteros se les ha olvidado blocar los balones. Y si los dioses de la porter¨ªa lo dicen, eso exige que un d¨ªa le dedique un ratito a comentar este asunto con todos ustedes. Apuntado queda.
Las declaraciones de Zoff me recordaban a Jos¨¦ Antonio Camacho, que siendo ya seleccionador de Espa?a me contaba que ese trabajo estaba muy bien, que disfrutaba como un enano con las sesiones de entrenamiento, la preparaci¨®n del partido, de la tensi¨®n de los momentos complicados, pero que cuando llegaba la hora de entrar en el campo, el momento cumbre del asunto f¨²tbol, es decir, jugar, entonces se quedaba frustrado a un metro de la l¨ªnea de juego¡ pero por fuera. Y es que a Jos¨¦, como a todos nosotros, bueno, no a todos pero a casi todos, lo que nos gusta es jugar.
Contaba tambi¨¦n Zoff que ya no sue?a con f¨²tbol y que es mejor porque solo so?aba con vivencias poco simp¨¢ticas. Y ah¨ª ¡ªtengo que consultar con Iribar este asunto¡ª, tambi¨¦n me sent¨ªa identificado con mis noches interminables en las que busco los guantes de forma compulsiva sin encontrarlos al mismo tiempo que el ¨¢rbitro va a dar comienzo al partido. Y los guantes sin aparecer.
En todo eso pensaba mientras ve¨ªa jugar a Espa?a en el m¨ªtico San Siro observando a Luis Enrique mandar desde la banda, impecable en su vestimenta sport, intentando jugar el partido, y cre¨ª suponer que lo siguiente a jugar debe ser entrenar, preparar, dirigir un equipo. Pensar en el rival, tal vez en un rival que te ha eliminado hace unos meses en semifinales y que te obliga a analizar cada detalle, cada espacio, cada trampa de su juego imaginando junto a tu grupo de trabajo c¨®mo contrarrestar todo eso, c¨®mo ponerles en dificultad, c¨®mo disimular tus defectos que ellos supieron aprovechar para que ahora sean virtudes y los agujeros aparezcan en su formaci¨®n y los espacios a aprovechar sean ahora los nuestros. Dec¨ªa hace unos d¨ªas Didier Deschamps que ya sab¨ªa c¨®mo le gustar¨ªa jugarle a B¨¦lgica y con qu¨¦ alineaci¨®n inicial, pero que lo que no sab¨ªa es si los jugadores que imaginaba iban a estar disponibles el d¨ªa del partido.
Porque esa es otra, sabes c¨®mo quieres jugar, o mejor, c¨®mo querr¨ªas jugar y hasta imaginas con qui¨¦nes lo quieres hacer, pero una lesi¨®n de ¨²ltima hora, una baja f¨ªsica, cambia el libreto y debes buscar, generar, establecer otra soluci¨®n que ser¨¢ parecida pero nunca igual.
O sea que al disfrute, o la tortura, de imaginar el partido ideal le a?ades que como eres seleccionador puedes elegir a los que mejor crees que se adaptan a tu plan de juego. Y como no vas a ser tan naif de desvelar a nadie de fuera cu¨¢l es tu plan, tu esquema y tu idea, no vaya a ser que tus rivales se enteren, todo ello te queda dentro, inexplicado.
Y, me imagino, que hay noches en las que tras tomar decisiones imaginativas y diferentes, cuando ves que el plan sale a la perfecci¨®n, que los jugadores disfrutan del juego y que el resultado llega, esas noches deben saber a gloria aunque por la ma?ana se active el modo final y ya, unas horas despu¨¦s, la sonrisa se borra y vuelta a empezar. Y a por ellos.
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