Francia gana, Espa?a tambi¨¦n
Luis Enrique ha construido un equipo en formaci¨®n, pero el m¨¢s singular y excitante del panorama europeo
Se le atribuye a Luis Aragon¨¦s una frase que ha hecho fortuna en el mundillo del f¨²tbol. ¡°Las finales no se juegan, se ganan¡±, dijo. Ha calado tanto que se repite hasta la saciedad. La pregonan futbolistas, entrenadores, aficionados y periodistas. La frase encierra una idea estrictamente funcional del f¨²tbol, propia de los tiempos que corren: nada vale excepto la victoria. Si el f¨²tbol tiene alg¨²n contenido moral, esta discutible premisa se lo retira.
Espa?a perdi¨® en Mil¨¢n contra Francia, campeona del mundo, selecci¨®n trufada de estrellas, con tres futbolistas ¡ªPogba, Mbapp¨¦ y Griezmann¡ª que han superado los 100 millones de euros en el mercado de traspasos. S¨®lo dos de sus titulares ¡ªTchouameni y Mbapp¨¦¡ª juegan en la Liga francesa. En el equipo de Luis Enrique, cinco titulares ¡ªUnai Sim¨®n, Eric Garc¨ªa, Busquets, Gavi y Oyarzabal¡ª juegan en la Liga espa?ola. Casi todos los restantes son apreciados futbolistas en la Premier League, sin que a que ninguno se le atribuya la etiqueta de estrella.
La selecci¨®n alcanz¨® la fase final de la Liga de las Naciones despu¨¦s de propinar a Alemania la mayor goleada (6-0) en nueve d¨¦cadas. En la semifinal se impuso a Italia. En el partido definitivo, se midi¨® con Francia. El recorrido dice todo de la s¨®lida progresi¨®n de Espa?a, despu¨¦s de varios a?os de decepciones y p¨¦rdida de prestigio en el concierto internacional, detenida en la reciente Eurocopa, donde Espa?a perdi¨® con Italia en la rueda de penaltis. ?Las semifinales se ganan y no se juegan? Espa?a jug¨® maravillosamente y el efecto en la autoestima del equipo fue indiscutible. Tambi¨¦n en el optimismo de los aficionados, excepto en los que confunden el f¨²tbol con una hoja de Excel.
Italia, Espa?a, Alemania y Francia son los ¨²ltimos cuatro campeones del mundo. Espa?a se ha enfrentado, por tanto, a los tres rivales que han definido el ciclo planetario desde 2006. No hay mejor medida para valorar el estado de salud de un equipo, m¨¢s a¨²n de un equipo joven, con varios jugadores que hace medio a?o no hab¨ªan disputado m¨¢s de cinco partidos internacionales.
La derrota en la final produce tristeza en el perdedor, pero no descarta un tipo de satisfacci¨®n superior al que disfruta el ganador. El f¨²tbol est¨¢ lleno de sensacionales perdedores de finales. La Hungr¨ªa de Puskas en el Mundial de 1954 y la Holanda de Cruyff en 1974 son dos casos palmarios de equipos cuyo legado permanecer¨¢ en la memoria colectiva del f¨²tbol, no encerrado en una vitrina.
La derrota de Espa?a en la final no impide imaginar una excelente selecci¨®n en un futuro m¨¢s o menos cercano. No sin cr¨ªticas, pol¨¦micas y fuego a discreci¨®n, a Luis Enrique le cabe todo el m¨¦rito. Ha construido un equipo a¨²n vulnerable, en fase de formaci¨®n, pero el m¨¢s singular y excitante del panorama europeo. Contra los tres grandes del f¨²tbol continental, Espa?a ha marcado las directrices de los partidos y ha empeque?ecido a sus rivales.
En muchos aspectos, la selecci¨®n ha recuperado el aliento perdido despu¨¦s de 2012. Aquel equipo gobern¨® el f¨²tbol sin previo aviso. Tampoco dispon¨ªa de estrellas mundiales. Ven¨ªan de un largo periodo de decepci¨®n y cr¨ªticas. Cinco gloriosos a?os convirtieron a Iniesta, Xavi, Puyol, Sergio Ramos, Casillas, Silva, Xabi Alonso, Busquets, Piqu¨¦, Villa y Cazorla, entre otros, en referentes del panorama futbol¨ªstico. Es cierto, ganaron todo lo que encontraron por el camino, pero sobre todo dejaron la impronta que esta selecci¨®n pretende recuperar. Su partido en Mil¨¢n fue un ¨¦xito may¨²sculo. Perdi¨®, pero dej¨® en cueros a Francia durante casi todo el partido. El resultado no le concede el trofeo, pero le invita a so?ar. Si tampoco cuenta eso, el f¨²tbol vale muy poco.
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