El gran nivel femenino del tenis
La alternancia de campeonas en los torneos no responde a la falta de talento, una lectura trivial y bastante simple, sino a una competencia extraordinaria en la cima de nuestro circuito
Cuando miro el tenis femenino me divierto. Despu¨¦s de tantos a?os metida en las rutinas del deporte, conociendo de cerca la vida en el circuito, valoro el m¨¦rito que tiene cada victoria en una cancha. El tenis es uno de los deportes m¨¢s profesionalizados que existen, con una dureza mental dif¨ªcil de explicar al que no forma parte de nuestro entorno.
Todav¨ªa no he colgado la raqueta, as¨ª que mantengo una relaci¨®n bien cercana con muchas de mis compa?eras. Conozco sus planes de competici¨®n y me gusta seguir por televisi¨®n algunos de sus partidos, especialmente en los mayores torneos. Reconozco las pistas en las que he pasado media vida y en las que he cumplido algunos de mis sue?os.
No puedo evitar tratar un debate que suele surgir en estos casos. En un deporte global, donde tenemos jugadores de muy distintos or¨ªgenes, la competencia es m¨¢s grande que nunca. El nivel medio del circuito ha crecido una barbaridad, y esto lo constato echando la memoria unos 10 ¨® 15 a?os atr¨¢s.
Cuando vemos un cuadro de competici¨®n cualquiera, y digo cualquiera, puede ganar el t¨ªtulo. No es una frase hecha, lo afirmo con conocimiento de causa. El nivel actual del tenis femenino es inmenso, y la dureza para mantener una l¨ªnea de resultados nunca antes ha sido tan grande. Lo constatamos semana tras semana. Algo que es una virtud, porque engrandece el deporte, no deber¨ªa ser tratado como un debe en el circuito.
Se pueden poner distintos ejemplos. Este a?o hemos tenido cuatro campeonas diferentes de Grand Slam. De Melbourne a Nueva York, pasando por Par¨ªs y Londres, los cuatro grandes templos de nuestro deporte, distintas jugadoras han logrado levantar el trofeo. Es algo que ha ocurrido sin excepci¨®n en los ¨²ltimos cinco a?os. Una barbaridad que subraya la riqueza y la profundidad de vestuario que tiene el circuito.
Otro ejemplo. Ninguna jugadora ha logrado revalidar un t¨ªtulo de Grand Slam en los ¨²ltimos 23 torneos de esta categor¨ªa. Si repasamos la historia de nuestro deporte, una disciplina centenaria, es algo que no hab¨ªa ocurrido jam¨¢s. La raz¨®n no es la falta de talento en las campeonas, una lectura trivial y bastante simple. La situaci¨®n refleja la abundancia de profesionales, una competencia extraordinaria en la cima del deporte.
El tenis est¨¢ viviendo una ¨¦poca fant¨¢stica en este sentido. Estamos acostumbrados a la nostalgia de ¨¦pocas en las que un par de jugadoras romp¨ªan marcas, donde desarrollaban rivalidades de decenas de encuentros y finales esperadas casi como consecuencia necesaria. Tambi¨¦n tiene su atractivo y hay que valorarlo en su justa medida.
El abanico de pa¨ªses que ha colocado al tenis en el mapa ha crecido sobremanera. Tenemos a Naomi Osaka poniendo a Jap¨®n en la historia del circuito. Contamos con Ons Jabeur, convertida desde esta pr¨®xima semana en la primera tenista ¨¢rabe ¡ªhombre o mujer¡ª en alcanzar el top-10 mundial. O, por nombrar a otra compa?era, miramos a Maria Sakkari, recientemente encumbrada como la primera mujer griega que se instala entre las diez mejores. Miremos donde miremos hay nuevos pa¨ªses y culturas que han entrado en la conversaci¨®n.
La igualdad en el deporte retroalimenta a los atletas, les obliga a mejorar cada d¨ªa. Durante mi carrera he tenido que cambiar detalles de mi juego, desde la posici¨®n en la pista a la agresividad de los golpes, saliendo del estilo que me resultaba m¨¢s natural.
Cuando veo el circuito femenino me asombra ver campeonas cada semana, porque conozco lo que hay dentro y es algo muy a valorar. Son deportistas buscando un progreso sabiendo que, en la actualidad, ganar es m¨¢s complicado que nunca. Ojal¨¢ lo logre este domingo Paula Badosa.
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