Jan Ullrich, que est¨¢s en los infiernos
Como Chava y Pantani, ciclistas maltratados por la ¨¦poca dura del dopaje de Ferrari y Fuentes, el ganador del Tour de 1997, no encuentra la paz en este mundo
Jan Ullrich est¨¢ ingresado en una cl¨ªnica de rehabilitaci¨®n suiza, informa el medio alem¨¢n Bild, que precisa que el viaje a Suiza del ¨²nico alem¨¢n que ha ganado el Tour de Francia se inici¨® el 2 de diciembre pasado en la isla de Cuba. All¨ª Ullrich celebr¨® su 48? cumplea?os en una fiesta de alcohol y drogas, y, seg¨²n los cotilleos obligatorios, para olvidar con sus amigos invitados una reciente ruptura con su novia. En el viaje de regreso a Europa se sinti¨® tan mal que en la escala de su avi¨®n en M¨¦xico debi¨® ser desembarcado e ingresado en un hospital. All¨ª, seg¨²n Bild, recibi¨® la visita de Lance Armstrong. Cuando se haya recuperado m¨ªnimamente de su colapso, volar¨¢ a Suiza, el pa¨ªs en el que reside cuando no est¨¢ en Mallorca, para ingresar en una cl¨ªnica de rehabilitaci¨®n, siguiendo, probablemente los mismos pasos que le condujeron a superar una crisis similar en 2018.
Justo hace tres meses, en la misma Mallorca en la que hab¨ªa sido detenido en 2018 por saltar ebrio, muy ebrio, la valla del jard¨ªn del vecino, que estaba de fiesta, y montarle una gran bronca, ¨²ltimo acto violento de una depresi¨®n de soledad ¡ªsu mujer y sus hijos se fueron a Suiza, junto al lago Constanza, porque no le aguantaban m¨¢s¡ª y abandono que le hab¨ªa conducido a comprar pantallas de televisor de plasma para divertirse fri¨¦ndolas a balazos. Viaj¨® a Alemania, donde le detuvieron por agredir a una mujer en un hotel. Ingres¨® en una cl¨ªnica suiza por primera vez para purificarse, y por all¨ª apareci¨® Armstrong, el hombre que le acomplej¨® toda su vida deportiva. Le abraz¨®, se dio un paseo con ¨¦l. Se hizo la foto correspondiente. Ullrich dijo que era feliz. Que se curar¨ªa. Que solo beber¨ªa agua.
Jan Ullrich es una presa f¨¢cil, un hombre sencillo para quien la vida es una monta?a rusa. En las nubes ayer. Hundido hoy. En las nubes ayer. Hundido hoy. Sin paz. Sin tregua. Y alrededor vive la gente, le r¨ªen las gracias, le dan palmadas en la espalda, se desvanecen, y vuelve a aparecer llorando.
Dependiendo de d¨®nde se lea el nombre del ciclista alem¨¢n se adivinar¨¢ r¨¢pido c¨®mo le va en la vida, y ¨²ltimamente no muy bien. En sus tiempos de gran ciclista, cuando se le consideraba el Indurain del Este, un portento que primero derrot¨® al navarro en una contrarreloj del Tour del 96, el acto f¨ªsico de toma del testigo, y un a?o despu¨¦s gan¨® el Tour, solo se escrib¨ªa de ¨¦l, y con la mayor admiraci¨®n, en los medios deportivos. Lance Armstrong empez¨® a derrotarlo sin compasi¨®n y sin piedad Tour tras Tour, a?o tras a?o, y, junto a una cierta Armstrongdependencia, comenz¨® a salir a la superficie la fragilidad oculta tras la coraza de ni?o duro de la Alemania del Este, del Rostock de los misiles nucleares, donde solo crecen los muy fuertes y progresan. ¡°Diez a?os antes de ganarlo, cuando era un chaval de 13 ¨® 14 en las escuelas de ciclismo, ni siquiera sab¨ªa que el Tour existiera. Yo era un ni?o atrapado en el tornado de la RDA¡±, explicaba no hace mucho Ullrich en L¡¯?quipe. ¡°Era totalmente inconsciente, no sab¨ªa hasta qu¨¦ punto iba a cambiar mi vida ganar esa carrera¡±.
Un ni?o que cuando creci¨® unos a?os solo se acordaba de su padre cuando se cortaba el pelo muy corto y afloraba a la vista una cicatriz en el cr¨¢neo. ¡°Tuve un padre alcoh¨®lico y violento¡±, contaba. ¡°Me acuerdo de la primera gran paliza que me dio. Yo ten¨ªa seis a?os, y me dej¨® para siempre esa cicatriz¡±.
Su lucha interna para estar a la altura de las expectativas ajenas, su flirteo con el dopaje y las drogas y el alcohol, le hicieron tambi¨¦n ganar espacio en la prensa antes llamada amarilla, sensacionalista o morbosa y, ahora, prensa popular. Su retirada, a los 33 a?os, acelerada por la Operaci¨®n Puerto, la red de dopaje organizada por Eufemiano Fuentes, le sumi¨®, tras el habitual ruido de la zambullida, en el silencio de la vida sumergida. Y del fondo del mar, del olvido, surge a la superficie de vez en cuando, como un delf¨ªn que se asfixia y cada 10 minutos necesita llenar los pulmones de ox¨ªgeno, y recibe aire y las bofetadas de la vida. Su foto, su historia, ya sale solo en los medios populares, mala cara, malas pintas, un parte policial y un parte m¨¦dico acompa?ando la imagen.
Hace tres meses apenas, cuando el oto?o comenzaba en Mallorca, Armstrong se pas¨® de nuevo a visitar a su ahora ¡°amigo del alma¡±. El proscrito norteamericano, el narcisista que se alimenta de la admiraci¨®n que despierta, en busca de readmisi¨®n en la vida social, en el cuerpo de los as¨ª llamados referentes de comportamiento, viaj¨® a la isla con millonarios a quienes tarifaba buenos miles de d¨®lares por dejarles que le acompa?aran pedaleando a ¨¦l, el ganador borrado de siete Tours, y hasta les prometi¨® que Ullrich tambi¨¦n se unir¨ªa a sus marchas. Para dar m¨¢s publicidad a¨²n a la buena obra de integrar a Ullrich en la normalidad de los campeones, Armstrong le organiz¨® un podcast en el que el alem¨¢n le dio las gracias por su amistad, porque sin su ayuda no habr¨ªa sido capaz de renunciar a las drogas y al alcohol, que por poco le destruyen, y que hab¨ªa encontrado el placer en el agua y en la vida sencilla, en su nueva novia, en las visitas a sus cuatro hijos¡ ¡°Hace tres a?os lo pas¨¦ muy mal y t¨² viniste a visitarme. Me hiciste feliz. Quiz¨¢s me salvaste la vida porque estaba igual que Marco Pantani. Casi muerto. Pero me recuper¨¦ y ahora tengo buenos amigos¡±, dijo Ullrich, quien toda su vida, hab¨ªa confesado, tem¨ªa y odiaba, simult¨¢neamente, al norteamericano de cuyo comportamiento depend¨ªa. ¡°Dios me dio este cuerpo y este talento. O no soy nada o lo soy todo. Tengo un entrenador para cuidarme la espalda. Me entreno todos los d¨ªas. Bebo agua. Dej¨¦ el alcohol y las drogas hace tres a?os. Vivo muy sano, mi novia solo me cocina comida sana. Estoy en forma y muy contento¡±.
En el podcast, Armstrong se rinde ante su ya amigo. ¡°Cambiaste mi vida completamente¡±, le confiesa el tejano al alem¨¢n. ¡°Me pusiste al l¨ªmite como hombre¡±. Y, luego, en su Instagram, Armstrong contin¨²a robando el protagonismo del encuentro. ¡°Imposible poner en palabras lo que significa para m¨ª (y para muchos millones de personas m¨¢s) ver a este hombre recuperado y sano¡±, escribe Armstrong. ¡°Estoy tan orgulloso de ti, campe¨®n... Solo s¨¦ que te amo profundamente y que siempre estar¨¦ a tu lado¡±.
Renacer en Mallorca
Unos d¨ªas despu¨¦s, la ceremonia de reintegraci¨®n del alem¨¢n se complet¨® con la celebraci¨®n de la Mallorca 312, la marcha ciclista que le hizo protagonista y que permiti¨® que se sintieran tambi¨¦n felices y miembros del ej¨¦rcito de salvaci¨®n de Ullrich a ciclistas de su ¨¦poca, como Joseba Beloki o Fernando Escart¨ªn, antiguos clientes de los doctores Michele Ferrari o Eufemiano Fuentes, los magos del dopaje en la d¨¦cada de los 90 y los primeros a?os 2.000. Pacientes del dopaje como ¨¦l mismo y como Armstrong, y Pantani y Chava, fallecidos ambos v¨ªctimas de una toxicoman¨ªa inducida,
Todos, hijos de la misma omert¨¤, del sentimiento de que nunca hicieron nada que los dem¨¢s no hicieran, se tomaron fotos con ¨¦l, todos le aplaudieron, le juraron amistad eterna, le vitorearon, y pedalearon a su lado. Era la primera vez en su vida que Ullrich pedaleaba 312 kil¨®metros de una tirada. Todos fueron felices. Todos hablan de la importancia de la salud mental del deportista, v¨ªctima de la presi¨®n y los deseos ajenos. Todos quieren ser como Simone Biles, la gimnasta que convirti¨® los Juegos de Tokio en los de la depresi¨®n del ¨¦xito y el miedo a volar y que en su ¨²ltima aparici¨®n televisiva y medi¨¢tica anuncia que ella ha superado todo gracias a la ayuda de unos especialistas psiqui¨¢tricos, y que quien quiera puede acudir a ellos tambi¨¦n, que se llaman Forcerebral y que tambi¨¦n atienden online.
Ahora, Jan Ullrich sufre en una cl¨ªnica. Los amigos lloran en las redes. La vida no es tan f¨¢cil como una pel¨ªcula bienintencionada.
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