El v¨¦rtice Djokovic corona una pir¨¢mide lamentable
El fervor antivacunas de la estrella abre nuevos planos de discrepancia, tanto en el ¨¢mbito social como el interno del tenis
Quiz¨¢ alg¨²n d¨ªa se recuerde el asunto como el v¨¦rtice Djokovic, el punto de encuentro de todos los intereses, desarreglos y frustraciones generados durante la pandemia. El juez Anthony Kelly revoc¨® la orden de confinamiento y expatriaci¨®n dictada contra Djokovic por el servicio de inmigraci¨®n australiano. En la pr¨¢ctica, concedi¨® al tenista serbio la autorizaci¨®n para disputar el Open de Australia, torneo que ha ganado nueve veces.
Un d¨ªa antes, la tenista checa Renata Voracova, de 38 a?os, regres¨® a su pa¨ªs, despu¨¦s de disputar un torneo en Australia. Como ocurri¨® con Djokovic, las autoridades australianas consideraron que Voracova no cumpl¨ªa con las garant¨ªas impuestas para permanecer en el pa¨ªs. Le negaron el visado de estancia y fue confinada en el mismo hotel donde fue recluido Djokovic.
La diferencia sustancial entre la situaci¨®n de Djokovic y Voracova no se deriva de cuestiones relacionadas con la visa, ni con las exenciones que les permit¨ªan participar en el Open, rechazadas de pleno por el Gobierno australiano. La diferencia radica en la divergente posici¨®n que ocupan en la escala del tenis.
Djokovic es el m¨¢ximo ganador de grandes torneos en la historia del tenis, con 20 t¨ªtulos en el Grand Slam. Por palmar¨¦s, es el mayor portento en una ¨¦poca portentosa del tenis, definida por la rivalidad con Federer y Nadal. A estas alturas de su carrera, Djokovic est¨¢ por encima del tenis. Ha alcanzado el rango que convierte a una estrella del deporte en un gigantesco difusor pol¨ªtico y comercial. No es el ¨²nico, pero s¨ª uno de los pocos capaces de generar corrientes de opini¨®n, seguimiento y conflicto a escala planetaria. Sus problemas en Australia han desencadenado una tormenta pol¨ªtica de primer orden. Las relaciones diplom¨¢ticas entre Serbia y Australia rozan el m¨ªnimo. A nadie ha preocupado el destino de Renata Voracova, n? 80 del circuito mundial. Pidi¨® abandonar Australia y regresar a su pa¨ªs. La Rep¨²blica Checa no ha hecho de su peripecia un caso de oprobio al pa¨ªs. Serbia, s¨ª. Australia, tambi¨¦n.
El proceso a Djokovic no tard¨® un minuto en producir un contundente espasmo nacionalista en Serbia, unida en torno a su compatriota. En Australia, en temporada electoral, el primer ministro, Scott Morrison, se encuentra en una posici¨®n delicada. Su dr¨¢stica posici¨®n antiinmigratoria fue crucial en su victoria en 2018.
Un Gobierno que hizo del ¡°Cero Covid¡± su objetivo inapelable ¡ªMelbourne, escenario del Open, ha permanecido confinada durante 265 d¨ªas¡ª se encuentra ahora con un estallido de casos y dificultades de abastecimiento de vacunas y test. En este contexto, ha derivado la responsabilidad del caso a las autoridades del Estado de Victoria, que concedieron el visado de entrada a Djokovic. Una postura de m¨¢xima fuerza, que pasar¨ªa por la deportaci¨®n de Djokovic, devolver¨ªa a Morrison el cr¨¦dito de halc¨®n que est¨¢ perdiendo.
Dif¨ªcil encontrar un resquicio en la abigarrada pir¨¢mide de intereses pol¨ªticos, comerciales y deportivos que corona Djokovic, cuyo fervor antivacunas abre nuevos planos de discrepancia, tanto en el ¨¢mbito social como el interno del tenis, donde abundan las voces de colegas que le acusan de insolidario y ego¨ªsta.
Sus proclamas contra la vacunaci¨®n le han convertido en un ap¨®stol del negacionismo y los fascinados por las teor¨ªas m¨¢gicas, entre los que se encuentra su actual gur¨², el brasile?o Chervin Jefarieh, empresario inmobiliario devenido en fundador de Cymbiotika, empresa de productos probi¨®ticos y altavoz de teor¨ªas cuanto menos extravagantes, como la capacidad de convertir el agua contaminada en potable a trav¨¦s de la oraci¨®n y el pensamiento. No hay fleco que se escape a las vicisitudes de Djokovic y su circunstancia, la que concede a estrellas de su calibre un valor que raya lo mesi¨¢nico.
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