¡°Nada de peleas, nada de pinchos¡±
Lo ocurrido el pasado fin de semana en el Benito Villamar¨ªn no fue un hecho aislado, tan solo una cuesti¨®n de punter¨ªa
El f¨²tbol lo amargan los ultras desde que ya ni se sabe, siempre con la complicidad de algunos actores importantes que se empe?an en re¨ªrles las gracias y hasta pagarles excesos. Desde la prensa, por ejemplo, acostumbramos a ensalzar los ambientes cargados y el humo de colores, los c¨¢nticos y las banderas, el calor que rezuma desde los fondos de algunos estadios secuestrando la verdadera naturaleza del hincha: ese se?or que va al partido con su nieta, dos bocadillos y la esperanza de que la tarde se les quede grabada a ambos en la memoria. La gente normal, el aficionado tranquilo que s¨ª merecer¨ªa ser tratado como el andamiaje que sostiene el futuro de cada club, siempre termina desplazado al papel de cliente chusquero mientras jugadores, directivas y por extensi¨®n incluso las fuerzas del orden centran su atenci¨®n en los violentos, en los ruidosos y en los aprovechados.
Lo ocurrido el pasado fin de semana en el Benito Villamar¨ªn no fue un hecho aislado, tan solo una cuesti¨®n de punter¨ªa. A Jord¨¢n le atiz¨® un tubo de PVC arrojado desde un sector de la afici¨®n b¨¦tica que prueba suerte casi todas las semanas, esta vez con m¨¢s acierto que en otras. De hecho, por la megafon¨ªa del estadio pudimos escuchar una advertencia que son¨® a confesi¨®n: en todos los partidos de la presente temporada se produjo alg¨²n incidente merecedor de sanci¨®n que el club sevillano asume en su columna de gastos sin llegar a tomar ninguna medida decisiva para evitarlos. Y no es el ¨²nico, por desgracia. En muchos campos, y en demasiados partidos, hemos visto objetos volando desde esos fondos subvencionados a la espera de que alg¨²n becerro con alma de francotirador acertase con el disparo. Pero lo esperp¨¦ntico vino despu¨¦s, mientras nos masaje¨¢bamos las conciencias los unos a los otros con la teor¨ªa del lobo solitario.
En un canal de televisi¨®n, por ejemplo, pudimos ver a Julio Salinas d¨¢ndose golpes en la cabeza con un objeto similar al que impact¨® sobre Jord¨¢n para terminar concluyendo que la cosa no era para tanto: acab¨¢ramos. Para serles sincero, durante un minuto fantase¨¦ con que al jugador del Sevilla le hubiesen lanzado una cabra y poder as¨ª disfrutar de la correspondiente dramatizaci¨®n del ex internacional espa?ol ante las c¨¢maras. ?Para qu¨¦ reparar en que conceder o restar importancia a una agresi¨®n en funci¨®n del da?o es lo que nos ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª? Lo importante es que la rueda siga girando, que LaLiga logre sus planos con banderas y bufandas bien agitadas para vender fuera su producto, o que Salinas trate de arrancarnos una sonrisa al m¨¢s puro estilo Harpo Marx en un medio especializado: del f¨²tbol, como del cerdo, se aprovecha todo.
¡°Nada de peleas, nada de pinchos. No puedes matarte por el f¨²tbol. El f¨²tbol no merece quitar una vida¡±, sol¨ªa advertir Ram¨®n Mendoza, entonces presidente del Real Madrid, a Jos¨¦ Luis Ocha¨ªta. As¨ª lo cuenta el antiguo l¨ªder de Ultrasur, ahora integrado en la grada de animaci¨®n promovida desde el propio club, en alguna entrevista pasada. Y ese parece seguir siendo el nivel de tolerancia permitido a estos comandos que campan a sus anchas en las gradas de nuestros estadios, a veces ni eso. Todo lo dem¨¢s, incluido el lanzamiento sin destreza de lo primero que se tenga a mano, seguir¨¢ formando parte de un folclore macabro que algunos consienten por omisi¨®n, otros por costumbre y la gran mayor¨ªa por puro inter¨¦s: los lobos, por muy solitarios que nos los pinten, siempre forman parte de alguna manada.
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