Gento, la Galerna inalcanzable
Siempre me sorprendi¨® la naturaleza de sus preocupaciones: era discreto, humilde y simp¨¢tico
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No pod¨ªa ser m¨¢s ni parecer menos. Paco Gento, un grande de todos los tiempos dentro de un campo de f¨²tbol, hubiera pagado dinero por ser un ciudadano an¨®nimo. Nunca se trat¨® de usted a s¨ª mismo y del glamour no conoc¨ªa ni el significado. Era imposible encontrar coherencia entre la grandeza de su trayectoria y la sencillez de su comportamiento. Inalcanzable en las dos puntas.
No es descabellado equiparar sus inicios con los de este Vinicius, que poco a poco fue encontrando el juego y, repentinamente, el gol. Paco era una bala, pero con la afici¨®n en contra hasta que le empez¨® a agregar cosas a su privilegiada naturaleza. Era veloz, era coordinado, era resistente, era inteligente¡ Quiz¨¢s baste con recordar que los genes que se le fueron cayendo crearon una saga de deportistas de ¨¦lite.
En el f¨²tbol la velocidad es un arma de desequilibrio y, subida encima de ella, lleg¨® al Real Madrid. Pero por el roce con talentos de categor¨ªa mundial su f¨²tbol fue enriqueci¨¦ndose. A la velocidad le agreg¨® un freno seco que dejaba dando vueltas a sus marcadores. Con el tiempo, adem¨¢s de un gran golpeo de bal¨®n, su juego se adorn¨® con amagues, paredes y taconazos. Cuentan que todo eso junto levantaba al Bernab¨¦u de los asientos. Aquella zurda viboreante, que durante casi dos d¨¦cadas hizo un surco en la banda izquierda del Madrid, se hizo leyenda por su juego y sus n¨²meros.
Lo conoc¨ª m¨¢s a fondo cuando compartimos tiempo siendo ¨¦l embajador y yo ejecutivo del Real Madrid. Siempre me sorprendi¨® la naturaleza de sus preocupaciones. Pod¨ªa llegar a un avi¨®n, apresurarse a poner su equipaje en el maletero y sentarse con un suspiro de alivio:
¡ª?Qu¨¦ pasa, Paco? ¡ªle preguntaba.
¡ªNada, he dormido fatal pensando en que la maleta no me iba a caber¡ª.
O estar en Alemania, en la comida oficial con los directivos del Bayern M¨²nich y viendo a Paco con la mirada perdida, preguntarle, otra vez:
¡ª?Qu¨¦ pasa, Paco?
¡ªNada. Me acuerdo de mi perro, que cuando me marchaba me acompa?¨® hasta la puerta llorando.
Yo le festejaba aquellas cosas: ¡°Por fin un ser humano¡±, le dec¨ªa. En efecto, un ser humano discreto, humilde y simp¨¢tico que, cuando ten¨ªa que hacer un viaje suplantando a Di St¨¦fano, se presentaba a s¨ª mismo como ¡°Paco Gento, el sobrero de Alfredo¡±. Ten¨ªa tan poca idea de su dimensi¨®n, que ignoraba que si ¨¦l, con sus 12 Ligas y sus seis Copas de Europa, se defin¨ªa como sobrero, nos convert¨ªa a los dem¨¢s en insignificantes terneritos.
Qu¨¦ dif¨ªcil resulta siempre explicarles a los j¨®venes la clase superlativa de los jugadores de otros tiempos. Hay una frase que nos vamos pasando de generaci¨®n en generaci¨®n: ¡°Eso era el f¨²tbol de antes¡±. Una forma de reducir el pasado, como si el f¨²tbol ¡°verdadero¡± hubiera nacido con nosotros. Pero ni el presente es imbatible ni todo tiempo pasado fue mejor. Cada jugador es hijo de las dificultades que le tocan y no tengo ninguna duda de que aquellos h¨¦roes marcar¨ªan hoy las mismas diferencias que marcaron ayer.
Paco Gento gan¨® lo que nadie volvi¨® ni, posiblemente, volver¨¢ a ganar. Cuando su juego madur¨®, desequilibraba con un estilo impactante que fascinaba al madridismo. De modo que fue uno de aquellos que marc¨® a fuego la historia de un club que se sustenta en triunfos y espect¨¢culo. Se fue con un pasado glorioso, el recuerdo emocionante que dejan los hombres buenos y una familia maravillosa. Inalcanzable en todo, Galerna. Descansa en paz.
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