El Chelsea, un campe¨®n europeo a subasta con problemas inesperados para su venta
El oligarca Roman Abram¨®vich nunca logr¨® hacerse con la propiedad inmobiliaria de Stamford Bridge ni con el nombre oficial del equipo, que siguen en manos de los aficionados
David Dein, el empresario brit¨¢nico que utiliz¨® la vicepresidencia del Arsenal -como otros trantos hombres de negocios- para su promoci¨®n personal y social, dio con una met¨¢fora premonitoria para referirse al desembarco de un oligarca en la Premier: ¡°Roman Abram¨®vich ha aparcado su tanque ruso frente al jard¨ªn delantero de nuestra casa y est¨¢ disparando billetes de 50 libras contra nosotros¡±. Qui¨¦n iba a pensar, 19 a?os despu¨¦s de rescatar al Chelsea y convertirlo en uno de los clubes m¨¢s potentes de Europa y del mundo, que el multimillonario ruso ser¨ªa desalojado a ca?onazos del f¨²tbol ingl¨¦s. Abram¨®vich tiene prisa por vender. Cada vez son m¨¢s las voces que reclaman al primer ministro brit¨¢nico, Boris Johnson, la cabeza del empresario, empezando por el l¨ªder de la oposici¨®n laborista, Keir Starmer. Si finalmente sufre las sanciones econ¨®micas ya impuestas a otros oligarcas por la invasi¨®n de Rusia a Ucrania, y ve sus bienes congelados, se desvanecer¨¢ la posibilidad de transferir el club. Y eso lleva a sospechar a los m¨¢s cr¨ªticos con la creciente influencia rusa en el Reino Unido, como el diputado laborista Chris Bryant o el conservador David Davis, que Downing Street est¨¢ ganando tiempo, para permitir una transacci¨®n ventajosa para el Chelsea que no provoque la furia de los aficionados.
Abram¨®vich ha llegado a rechazar ofertas por el club superiores a los 2.600 millones de euros. Ahora deber¨¢ conformarse con mucho menos si quiere acelerar la venta. El problema es que este multimillonario silencioso, t¨ªmido, retra¨ªdo, que ha intentado convencer a la sociedad brit¨¢nica desde el principio de que su ¨²nico inter¨¦s en controlar el Chelsea derivaba de ¡°su amor al f¨²tbol¡±, busca ahora una salida honrosa con una imposible triple estrategia. Ha prometido que perdonar¨¢ el pr¨¦stamo de 1.800 millones de euros que la entidad debe a su empresa, Fordstam Limited. Y que donar¨¢ todas las ganancias de la operaci¨®n a la fundaci¨®n del Chelsea, para que las destine a ayudar a las v¨ªctimas de la ¡°guerra en Ucrania¡± -su comunicado no contiene ni la palabra ¡°Rusia¡± ni el t¨¦rmino ¡°invasi¨®n¡±- y a la reconstrucci¨®n del pa¨ªs. Pero a la vez, hasta la fecha, ha sido incapaz de condenar claramente la masacre ordenada por Vlad¨ªmir Putin, como s¨ª han hecho otros oligarcas se?alados por las sanciones. Abram¨®vich quiere al mismo tiempo el cari?o de la afici¨®n y no tener problemas con el Kremlin. Quiere una venta r¨¢pida, pero ordenada. Al menos recuperar¨ªa los 170 millones de euros que pag¨® en 2003 por el equipo centenario, pero dif¨ªcilmente es ese el aliciente de un empresario cuya fortuna personal est¨¢ valorada en m¨¢s de 12.000 millones de euros. Todo apunta m¨¢s bien a que Abram¨®vich puede incluso aspirar a ganar tiempo, con la esperanza de que un alto el fuego o una negociaci¨®n pusieran fin a la tragedia en Ucrania. La revista Forbes estim¨® el valor del Chelsea, hace apenas un a?o, en una horquilla de entre 3.000 y 4.000 millones de euros. El oligarca ruso aspirar¨ªa a cerrar la venta en el tramo m¨¢s alto de esa horquilla, pero los potenciales compradores no quieren hablar de nada que supere los 2.000 millones de libras esterlinas (2.400 millones de euros).
La trampa de Stamford Bridge
Abram¨®vich ha intentado durante todos estos a?os, sin ¨¦xito, poder hacerse con los terrenos del legendario estadio Stamford Bridge, en Londres, y con los derechos del nombre del club: Chelsea FC. Los dos tesoros pertenecen a la sociedad sin ¨¢nimo de lucro Chelsea Pitch Owners (Propietarios del Campo del Chelsea, CPO en sus siglas en ingl¨¦s), puesta en pie en 1992 por el expresidente del club Ken Bates, para evitar que el codiciado terreno situado entre los barrios de Hammersmith y Fulham, en el afluente oeste de la capital brit¨¢nica, acabara en manos de promotores inmobiliarios. 23.000 participaciones individuales, en manos de aficionados de todo el mundo, y un contrato de arrendamiento con el club a precio de ganga para que utilice las instalaciones durante 200 a?os. La venta del terreno o del nombre requieren del respaldo del 75% de los socios participantes. En el astron¨®mico mundo econ¨®mico del f¨²tbol, un estadio con aforo para 40.000 personas no tiene el potencial de ingresos que tienen ahora otros clubes grandes, con 70.000 y m¨¢s asientos. Pero el oligarca ruso nunca super¨® el 60% de respaldo para sus ofertas de compra, y si hubiera querido aun as¨ª llevarse el estadio a otra zona de Londres, como Battersea Park -al sur del T¨¢mesis, hoy en pleno auge- habr¨ªa tenido que renunciar al nombre del Chelsea.
Todo eso suma desventajas para vender un club que, aun as¨ª, es hoy una marca potente y atractiva. Son cinco Premiers y dos Champions desde que Abram¨®vich tom¨® las riendas. El Chelsea derrot¨® al Manchester City de Guardiola el a?o pasado en la final de la Copa de Europa celebrada en Portugal. Ocupa la tercera posici¨®n en la Premier League esta temporada, y tiene unas finanzas tan debilitadas como las del resto de clubes por la pandemia, pero sostenidas por el m¨²sculo que aportaba el dinero del oligarca ruso. Las p¨¦rdidas, despu¨¦s de impuestos, de la temporada que concluy¨® el 30 de junio de 2021 fueron de 175 millones de euros. Y aun as¨ª, el club gast¨® ese mismo a?o en jugadores m¨¢s de 265 millones de euros.
Cuatro son los potenciales compradores del club. Uno es Hansjorg Wyss, el multimillonario suizo fundador de Synthes USA, el mayor fabricante mundial de discos y tornillos ortop¨¦dicos. ¡°Abram¨®vich ya est¨¢ intentando vender su mansi¨®n en Londres, y quiere deshacerse del Chelsea cuanto antes¡±, ha presionado ya Wyss en sus declaraciones p¨²blicas. Se ha aliado con otros dos inversores y el l¨ªmite de su oferta est¨¢ en 2.400 millones de euros. Otro es Stephen Ross, el promotor inmobiliario estadounidense que apost¨® por la Superliga europea, y posee los derechos de retransmisi¨®n de la Champions en EEUU. Se une Jim Ratcliffe, el industrial brit¨¢nico que en 2018 era la mayor fortuna del pa¨ªs, due?o de la empresa qu¨ªmica Ineos Group. A pesar de ser un aficionado incondicional del Manchester United, es firme candidato a pujar por el Chelsea. Ya posee el club franc¨¦s del Niza y el club ciclista Ineos Grenadiers, siete veces vencedores del Tour de Francia como Sky Team. Y Todd Boehly, empresario estadounidense de origen alem¨¢n, propietario de los Los ?ngeles Lakers y de los Dodgers (b¨¦isbol).
Abram¨®vich no puedo renovar en 2018 su visado de inversor. El intento de asesinato por dos operativos rusos del Kremlin del agente doble Sergei Skripal y su hija Yulia en la localidad de Salisbury increment¨® la tensi¨®n entre los dos pa¨ªses y complic¨® las cosas al oligarca, que opt¨® por la nacionalidad israel¨ª. Desde entonces apenas se ha dejado ver por Stamford Bridge, aunque su presencia en el f¨²tbol brit¨¢nico ha dejado huella. El caudal de dinero que inyect¨® en el Chelsea oblig¨® incluso a la FIFA a introducir nuevas reglas como el Financial Fair Play (Juego Limpio Financiero) para equilibrar las posibilidades de competici¨®n de los distintos clubes. El oligarca deja, parad¨®jicamente, una marca global de primer nivel; un club apegado a sus aficionados y su tradici¨®n local; y una m¨¢quina perfectamente engrasada que, sin la ayuda constante del capital de Abram¨®vich, va a tener que demostrar que puede producir beneficios.
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