Romance aplazado de Mbapp¨¦ con el Real Madrid... o no
Sorprende la inocencia del club blanco que se fio, o eso dice la versi¨®n oficial, de la palabra del jugador del PSG y de algo tan et¨¦reo como son los sue?os por cumplir
Fallaron todas las alarmas, como aquel d¨ªa en el Nakatomi Plaza. Las confianzas no son buenas ni con John McClane rondando por el edificio, pero aqu¨ª, en Espa?a, a¨²n tenemos dificultades para comprender las moralejas que encierran los grandes cl¨¢sicos del cine americano. No deber¨ªa sorprendernos, por tanto, que Kylian Mbapp¨¦ renunciara a su sue?o de jugar en el Real Madrid ni tampoco que en Pontevedra hayan comenzado, esta semana, los trabajos de exhumaci¨®n de los restos enterrados en el viejo cementerio del convento de Santa Clara: que nadie se lleve las manos a la cabeza el d¨ªa que una Carol Anne gallega ¡ªy potencialmente madridista¡ª desaparezca frente al televisor mientras disfruta, a solas, de un partido en diferido del PSG.
Sorprende, en todo este asunto, la inocencia de un Madrid que se fio ¡ªo eso dice la versi¨®n oficial, al menos¡ª de la palabra del jugador y de algo tan et¨¦reo como son los sue?os por cumplir. Que no tienen por qu¨¦ estar re?idos con las prisas, por cierto, ni mucho menos con la oportunidad de acumular una cantidad indecente de dinero antes de ponerse el pijama. No en vano, hablamos de un club capitaneado por Florentino P¨¦rez, el empresario total que alcanz¨® la presidencia asegur¨¢ndose la firma de Luis Figo en un contrato y comprometi¨¦ndose a pagar los abonos de temporada a todos los socios si el portugu¨¦s no vest¨ªa finalmente de blanco. Ahora, no sin cierto estupor, asistimos a la conversi¨®n del otrora todopoderoso Real en un m¨ªsero y apaleado personaje de Dickens.
La aparici¨®n de los clubes Estado se ha llevado por delante la ¨¦pica y el relato que endulzaba los grandes desembolsos de los clubes tradicionales. No se conoc¨ªa a un solo futbolista que no perdiese dinero por vestir la camiseta del Bar?a o del Madrid. Ni padres que no adivinasen en la primera ecograf¨ªa del futuro goleador un contrato con el membrete oficial del club que abonaba su cl¨¢usula. Los peri¨®dicos se hac¨ªan ecos de antiguas fotograf¨ªas, los aficionados presum¨ªan en los bares de una fidelidad predestinada, y todos viv¨ªamos felices pensando que as¨ª eran las cosas porque as¨ª deb¨ªan ser. Poco ¡ªo nada¡ª nos importaban las quejas de los clubes alemanes que se ve¨ªan obligados a competir contra equipos que no pagaban sus deudas a la Seguridad Social, no digamos ya a proveedores.
¡°?Qu¨¦ esc¨¢ndalo! ?Qu¨¦ esc¨¢ndalo! He descubierto que aqu¨ª se juega¡±, le espetaba el inspector Renault a Rick Blaine en Casablanca, apenas unos segundos antes de que un camarero apareciese en escena y le hiciera entrega de un sobre: ¡°Sus ganancias, se?or¡±. Se le consideraba, hasta esta misma semana, la representaci¨®n cumbre del cinismo, pero el f¨²tbol moderno siempre se guarda un par de ases en la manga. A las pocas horas de anunciar su renovaci¨®n, el propio Mbapp¨¦ se declaraba, p¨²blicamente, el primer madridista del reino, dispuesto a animar a los casi suyos en la final del pr¨®ximo s¨¢bado como si le fuese el futuro en ello. Y puede que no ande muy desencaminado, a fin de cuentas.
El romance entre el Madrid y Mbapp¨¦ se aplaza hasta el verano de 2025. Parece tiempo m¨¢s que suficiente para cerrar heridas y auspiciar reencuentros. Tambi¨¦n para seguir acumulando laureles en una Liga de Campeones que no entiende de futuros antepuestos y mide a los equipos por lo que son, sin necesidad de escanear c¨®digos de barras ni mirar las etiquetas con los precios. A fin de cuentas, y como bien dec¨ªa John McClane en La jungla de cristal, ¡°f¨²tbol es f¨²tbol¡±¡ O no.
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