La vieja guardia y su mejor Champions
El Madrid, a merced del Liverpool en el inicio, se fue desamarrando al final de la primera parte y encontr¨® su sentido en la segunda
La potencia en zancada de un uruguayo desatado, Federico Valverde; el aclarado fastuoso de un franc¨¦s en estado de gracia, Karim Benzema; y la aparici¨®n violent¨ªsima de un brasile?o en el segundo palo, Vinicius, volcaron el marcador a favor del Madrid en otra final de Champions m¨¢s. Eso y un gigante llamado Thibaut Courtois, que al llegar al Madrid confesaba lo duro que se le hac¨ªa llegar al vestuario de su nuevo equipo y ver una pared enorme forrada con el cabezazo de Ramos, ese gol que lo muestra a ¨¦l, con el escudo del Atl¨¦tico, estir¨¢ndose sin poder parar el bal¨®n. En ese minuto 93, Courtois perdi¨® una Champions que ten¨ªa ganada; en los 95 que dur¨® la final de Par¨ªs, Courtois gan¨® para su equipo una Champions que se le pudo escapar en un par de ocasiones que el belga destruy¨®, como ante el Chelsea y ante el City, de manera inveros¨ªmil. El Madrid le deb¨ªa una Champions a este porterazo y los vestuarios del Bernab¨¦u le deben ahora una pared. Tienen paradas donde elegir.
El gol de Vinicius fue un golazo y una liberaci¨®n. Porque el Madrid, a merced del Liverpool en el inicio, se fue desamarrando al final de la primera parte y encontr¨® su sentido en la segunda: el sentido de la existencia de este club en las finales, un rodillo ins¨®lito y terrible que no formula preguntas ni ofrece respuestas, ni se debe a un modo de ver la vida que no tenga ganar campeonatos como ¨²nico horizonte. Est¨¢ rompiendo la estad¨ªstica (14 de 17 finales ganadas, ocho de ocho en los ¨²ltimos 25 a?os) y se dispone a destrozar la l¨®gica de una competici¨®n que este a?o lo dio por muerto tres veces, PSG, Chelsea y City, cada una de ellas m¨¢s dif¨ªcil. Es la Champions m¨¢s bella de la historia del Madrid por lo que tiene de aquello que define la supervivencia de este club, una presa conteniendo una marea imposible de detener cuando se abre.
El Madrid levant¨® la cabeza una vez en la primera parte. Lo hizo Alaba descifrando el c¨®digo navajo con el que se mueve Benzema entre l¨ªneas enemigas; el franc¨¦s se descolg¨® y se qued¨® flotando delante del portero. La jugada termin¨® en un gol anulado por un fuera de juego que a estas horas se sigue dirimiendo en la sala del VAR porque lo que sobra en Francia es tiempo; no hubo m¨¢s que ver la impresionante organizaci¨®n en la entrada al estadio que provoc¨® un retraso de media hora en el inicio del partido: pocas met¨¢foras mejores se ver¨¢n de las pol¨ªticas de la Uni¨®n Europea que la organizaci¨®n de la final de Champions.
Para entonces ya hab¨ªa sacado la cara de las finales el Madrid. No tanto una soluci¨®n de juego como de actitud; no tanto una manera de mover el bal¨®n como de desequilibrar las fuerzas para su lado, el territorio tel¨²rico en el que el Madrid hace las cosas cuando los partidos amenazan con empantanar. Que todo eso empezase por el centro del campo de tres hombres que empiezan a ver el ocaso en los ¨²ltimos 30 minutos del ¨²ltimo partido de la temporada es solo parte del espect¨¢culo. Como que Carvajal terminara como un avi¨®n. El resto lo pusieron un despampanante Valverde, la verticalidad de Vinicius, que ha llegado a ese modo de no tener que hacer mucho para crear peligro (y estrenarse en una final europea con el gol decisivo) y Benzema, sobre el que se apoy¨® la ofensiva militar del Madrid, la ofensiva de un equipo inacabable, la ¨²ltima luz del pen¨²ltimo baile en Europa de una generaci¨®n intratable que ha convertido estos a?os en irrepetibles.
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