Berlusconi regresa a la ¨¦lite del f¨²tbol en Italia
El Monza, el peque?o club que compr¨® el due?o de Mediaset hace tres a?os cuando estaba en la Serie C, logra el ascenso a la m¨¢xima categor¨ªa
La leyenda de inmortalidad, la fama de alcanzar siempre lo que se propon¨ªa -aunque fuese pagando- acompa?aron siempre a Silvio Berlusconi durante su juventud. Il Cavaliere fue primer ministro tres veces, refund¨® la pol¨ªtica italiana con un artefacto electoral a medio camino entre el partido y la empresa de publicidad, se escabull¨® de decenas de procesos, fue condenado por fraude fiscal y demostr¨® que, a diferencia de lo que cre¨ªa el poeta y cantante afroamericano Gill Scott-Heron, la revoluci¨®n s¨ª iba a ser televisada. Al menos la suya. A los 86 a?os, sin embargo, ya nadie esperaba que el propietario de Mediaset, prometido recientemente con Marta Fascina, una diputada de Forza Italia de 32 a?os que le acompa?a siempre en la tribuna, estuviese en condiciones de cumplir el sue?o de un pu?ado de tifosi. El Calcio Monza, club que se compr¨® hace solo tres a?os cuando penaba en la Serie C asfixiado en deudas, certific¨® el domingo su ascenso a la Serie A por primera vez en su centenaria historia y despu¨¦s de superar al Pisa en la final del play-off. Una gesta que permitir¨¢ al magnate sentarse de nuevo en el palco de un club de primera divisi¨®n en Italia.
Berlusconi viaj¨® ayer a Pisa para ver el partido con su novia en la tribuna del estadio. Se le vio disfrutar, sufrir, aplaudir e, incluso, quedarse dormido en el tiempo de descuento sin llegar a ver uno de los goles del Pisa. Propietario y arquitecto del AC Milan que hizo historia con Arrigo Sacchi y Fabio Capello, decidi¨® en 2017 vender el club rossonero, que m¨¢s all¨¢ de los t¨ªtulos, le hab¨ªa permitido tambi¨¦n presentarse como alguien supuestamente capaz para la pol¨ªtica. El nuevo propietario iba a ser un chino que casi pens¨® que existiese realmente. Il Cavaliere recibi¨® entonces 740 millones, una cantidad desorbitada para c¨®mo estaba el club y que mucha gente pens¨® que formaba parte de una operaci¨®n de blanqueo. M¨¢s all¨¢ de las sospechas, la jugada le libr¨® de un dolor de cabeza m¨¢s tras una turbulenta ¨¦poca de juicios, problemas pol¨ªticos y malos resultados futbol¨ªsticos. Pero el f¨²tbol se extra?a, y despu¨¦s de tres a?os no lograba quitarse de la cabeza el olor a c¨¦sped mojado, la adrenalina del palco y aquello de bajar al vestuario a dictarle la alineaci¨®n al entrenador y a contar chistes a los futbolistas. Aburrido en su mansi¨®n de Arcore, a solo tres kil¨®metros de Monza, recibi¨® una llamada de su amigo Adriano Galliani. El ex consejero delegado del AC Milan no tuvo que insistir demasiado.
Fininvest, el conglomerado de empresas propiedad de Berlusconi, compr¨® en septiembre de 2018 al empresario Nicola Colombo el Monza por 3 millones de euros. Su presidente es hoy Paolo Berlusconi, hermano peque?o del empresario, y est¨¢ entrenado por Giovanni Stroppa, ex jugador milanista, que ya dirigi¨® con ¨¦xito a peque?os equipos con atractivos proyectos como el Crotone (que tambi¨¦n subi¨® a Serie A) o el S¨¹dtirol. Aunque quiz¨¢ lo verdaderamente fascinante es que en el t¨¢ndem que dise?¨® el proyecto pedaleaban dos viejos rockeros de este negocio que suman juntos 162 a?os. El olfato de Galliani hab¨ªa que maridarlo, como en los viejos tiempos, con la chequera de Berlusconi (en los ¨²ltimos tres a?os el Milan se trag¨® 225 millones de euros). El club lleva hoy invertidos unos 70 millones de euros entre jugadores e infraestructuras como el estadio, con capacidad para 9.999 espectadores. Ninguna entidad en esa categor¨ªa lo hab¨ªa hecho jam¨¢s. Las p¨¦rdidas son significativas cada a?o. Y la Serie A, aunque dar¨¢ r¨¦ditos, obligar¨¢ a seguir bombeando dinero.
Los fichajes fueron cayendo con los goles. Jugaron en el Monza Kevin Prince Boateng y hasta Mario Balotelli, al que Cristian Brocchi, el entrenador entonces, despidi¨® tras comprobar que el cerebro hab¨ªa secado su talento hac¨ªa tiempo. A¨²n as¨ª, los integrantes de la plantilla del Monza, advirti¨® Berlusconi a su llegada, deb¨ªan estar cortados por un ¨²nico patr¨®n: la ejemplaridad en la vestimenta, la imagen y la conducta. La primera frontera para jugar en el equipo era ser italiano y joven. Pero adem¨¢s, pensaba exigirles ir bien arreglados, empresa para la que ¨¦l mismo contemplaba proporcionar un peluquero gratis a todos los jugadores. ¡°Lo tendr¨¢n para lucir un peinado cl¨¢sico, no podr¨¢n llevar barba ni tatuajes y su uniforme o vestimenta tendr¨¢ un corte sobrio¡±. Il Cavaliere quer¨ªa tambi¨¦n que ese grupo ejemplar de italianos se dirigiesen a los ¨¢rbitros ¡°como caballeros¡±. Pero Berlusconi nunca fue alguien preocupado de las formas, sino m¨¢s bien de los resultados. Y los tatuajes siguen en los brazos de los jugadores, pero el Monza ya est¨¢n en la Serie A.
El sue?o ahora, nadie lo oculta, es repetir una gesta como la que llev¨® a cabo en el AC Milan, tambi¨¦n hundido cuando lo compr¨®. Aquel mismo verano sac¨® la chequera y trajo al equipo rossonero a jugadores como Roberto Donadoni, Daniele Massaro, Dario Bonetti y Giovanni Galli. Berlusconi se present¨® en las viejas instalaciones de la Arena de Mil¨¢n en helic¨®ptero al son de la Cabalgata de las Valquirias de Richard Wagner. Parec¨ªa un loco extravagante, pero el ¨¦xito del AC Milan fue el trampol¨ªn a su triunfo pol¨ªtico. Qui¨¦n sabe si, a los 85 a?os, capaz todav¨ªa de prometerse y de cumplir algunas promesas futbol¨ªsticas, aterrizar¨¢ de alg¨²n modo en el viejo Brianteo.
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