El injusto veto a los rusos distorsiona este Wimbledon
La particularidad har¨¢ que los tenistas sin opci¨®n al t¨ªtulo se tomen este otrora important¨ªsimo evento deportivo como poco m¨¢s que una exhibici¨®n
Ayer arranc¨® un Wimbledon que, si bien en apariencia podr¨ªa parecer ya normal, no lo es en absoluto.
Estoy siguiendo los partidos de la primera jornada y, como dec¨ªa, la percepci¨®n es la que sent¨ªa cada vez que empezaba una nueva edici¨®n del prestigioso Grand Slam. La panor¨¢mica es admirable. Las perfectas pistas en los primeros partidos que se asemejan a los de un juego de tenis virtual, con la impecable hierba, con las ic¨®nicas paredes verdes, libres de publicidad; con el colorido aspecto de las gradas con los m¨¢s comedidos espectadores, con la elegancia de cada cuidado detalle y de los tenistas vestidos de impoluto blanco. Pero esta apariencia es enga?osa. La decisi¨®n de no permitir participar a los jugadores rusos y bielorrusos por la invasi¨®n de su pa¨ªs en Ucrania y la consiguiente reacci¨®n de la ATP y de la WTA de no dar puntos en el tercer grande del a?o deja un torneo, en el mejor de los casos, ins¨®lito.
Esta particularidad har¨¢, probablemente, que los tenistas sin opci¨®n al t¨ªtulo se tomen este otrora important¨ªsimo evento deportivo como poco m¨¢s que una exhibici¨®n. Solo un grupo poco nutrido de jugadores compiten contando con la posibilidad de llevarse el t¨ªtulo. El resto, la gran mayor¨ªa, sabe de lo importante que ser¨ªa sumar esos puntos que se les negar¨¢n.
Aun as¨ª, ?qui¨¦n se puede resistir a seguir el desarrollo de los partidos en las dos siguientes semanas? El plantel de grandes jugadores vaticina brillantes encuentros.
Los aficionados espa?oles estaremos atentos a lo que hagan nuestros tenistas aun sabiendo que es en esta superficie donde normalmente tenemos menos opciones de victoria. Las caracter¨ªsticas y necesidades del tenis sobre hierba se apartan de nuestros patrones tradicionales. El jugador nacional est¨¢ acostumbrado a un registro continuo y controlado, y a intercambios m¨¢s bien prolongados. En Wimbledon, por lo contrario, la principal peculiaridad es la constante intermitencia y el requisito obligado, en nuestro caso, es el cambio tanto en los golpeos como en la estrategia.
Unas semanas despu¨¦s de que Rafael ganara su primer Roland Garros en 2005 y perdiera en la segunda ronda del grande brit¨¢nico aceptamos el reto y la necesidad de llevar a cabo esos nada c¨®modos cambios que afectan casi m¨¢s a nivel de mentalidad que a nivel de ejecuci¨®n.
En aquel momento tomamos la determinaci¨®n de modificar todo lo que nos estorbaba el camino en aquella superficie en la que solo hab¨ªa logrado triunfar nuestro querido Manolo Santana tantos a?os atr¨¢s. Y as¨ª fue como en un solo a?o vimos el esfuerzo recompensado jugando la primera final, en 2006 contra Roger Federer.
Rafael tuvo que cambiar la empu?adura del saque, tuvo que aprender a jugar dando mucho menos efecto a sus golpes, un poco menos liftado en el resto (sobre todo los primeros d¨ªas, cuando la hierba est¨¢ a¨²n muy poco desgastada y la bola patina m¨¢s) y, quiz¨¢s lo crucial, aceptar la falta de regularidad y no ceder a la inseguridad que produce un juego que se te puede escapar en unos pocos momentos. Si te toca en mala suerte competir contra un buen sacador, puedes encadenar muchos juegos en los que apenas puedes intervenir y te puede afectar la ansiedad de perder el control y de tener que aprovechar las escasas oportunidades que se te brindan.
No me cabe duda de que nuestros jugadores se adaptar¨¢n, dar¨¢n la talla y nos har¨¢n olvidar, si son eliminados, que nos han ofrecido una bonita exhibici¨®n a cambio de la cual no recibir¨¢n ning¨²n punto.
Mucho peor es la situaci¨®n de aquellos que, sin tener ninguna responsabilidad en el terrible conflicto que se desencadena a escasas horas de la bonita hierba de Wimbledon, se han visto tan injustamente vetados en el All England Lawn Tennis Club.
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