Simon Clarke vence sobre el pav¨¦s y Pogacar muestra su poder¨ªo en el Tour de Francia
El ciclista esloveno, de 23 a?os, no falla en el tramo adoquinado hacia Arenberg y aprovecha el d¨ªa gris de los Jumbo para presentar candidatura a la victoria final
Miradas sombr¨ªas, demasiado serias, y el polvo les envejece el rostro, las arrugas de preocupaci¨®n en la frente. Los Jumbo est¨¢n en todas partes menos delante. Est¨¢n fuertes, la energ¨ªa les desborda, el paisaje les acompa?a. Es su terreno. El polvo que les ti?e el rostro, la ropa, que se hace barro con su sudor, es el loess ub¨¦rrimo que hace crecer fuertes las remolachas, que al cocerse da ladrillos hermosos para hacer casas rojiblancas, que embarra los caminos y los agricultores los cubren de pedruscos de Avalonia, granito sin cuarzo, para que tropiecen todos, para que baile Pogacar de puntillas, solo, cara de ni?o, alegr¨ªa infantil, un chico de blanco, limpio, y mejillas de adolescente, y el mech¨®n rubio asomando por las rendijas del casco.
Todos sufren salvo ¨¦l, que la goza en los 11 tramos de pav¨¦s de las tierras llanas del norte de Francia, Colorado Ryan en R¨ªo Bravo cabalgando despreocupado, descarado, disparando r¨¢pido y certero junto a John Wayne, viejo y preocupado. Y el maillot blanco, impoluto, brillante como las piedras calizas, como ser¨ªa el sol si las nubes no lo escondieran, como brillar¨ªa el maillot amarillo si el ganador de los ¨²ltimos dos Tours, 23 a?os, hubiese llegado hasta el final.
Es el d¨ªa de Pogacar acelerado, loco, que sobrevalora sus fuerzas, que desprecia el peligro de unos adoquines sobre los que nunca ha corrido, que se lanza con su calma aparente a un ataque insensato, y, por tanto, hermoso, de los que aceleran el pulso, junto al especialista en piedras flamenco Stuyven, y ni Dylan van Baarle, el ¨²ltimo ganador de la Roubaix, la prueba madre de todos los pedruscos, puede seguirle. Vingegaard, el m¨¢s fuerte de los jumbos, y Roglic, su segundo, est¨¢n ya lejos, atr¨¢s. Pogacar no calcula. Ataca y se deja llevar por el impulso. Lo hace en el tramo tres, el m¨¢s dif¨ªcil, cuatro estrellas, adoquines bicornes desiguales, desparejados, y una emoci¨®n. Quedan 20 kil¨®metros para la meta. El objetivo es triple. Distanciar a los jumbos, alcanzar a los fugados y ganar la etapa, alcanzar el maillot amarillo. Pelea por todo y no alcanza ninguno. Llega a meta y se dobla sobre la bici mientras se bebe de un solo trago medio litro de agua, y tose, tose, la fatiga machac¨¢ndole los pulmones. Aparentemente est¨¢ m¨¢s cansado que nunca. No parece el Pogacar de las Strade Bianche ni el de Flandes ni el del Gran Bornand. La impresi¨®n es falsa. Ha ido m¨¢s lejos de lo que pod¨ªa, pero se recupera r¨¢pido y ya sonr¨ªe en el podio, blanco impoluto, el chico del traje blanco al que todos persiguen.
?? As¨ª ha sido el peligroso momento posterior a la ca¨ªda de Wout Van Aert...
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) July 6, 2022
?Y todav¨ªa no hab¨ªamos llegado al pav¨¦! #TDF2022
??? Sigue el desarrollo de la etapa en Eurosport y la APP de Eurosport / Player pic.twitter.com/Pv4wyq7aXG
Se ha quedado a 51s del ganador de la etapa, el sorprendente australiano Simon Clarke, del Israel, el m¨¢s h¨¢bil en la llegada de entre los de una fuga que mantuvieron viva los EF del inevitable Magnus Cort y Neilson Powless. Clarke es el ¨²ltimo que se mueve. Sigue a la perfecci¨®n las lecciones de los m¨¢s viejos, espera, espera, espera, espera hasta que te vuelvas loco de esperar, solo entonces, acelera. Y gana por media rueda a uno no tan paciente, el neerland¨¦s Van der Hoorn.
La acci¨®n hermosa e insensata de Pogacar tambi¨¦n podr¨ªa ser juzgada como in¨²til, si solo se mirara la vida por el resultado. Solo ha logrado una ventaja de 13s sobre Vingegaard, el rival, al que aventaja en 21s en la general la v¨ªspera de los primeros montes, las Belles Filles, el viernes, Ch?tel, junto a Morzine, el domingo. Roglic est¨¢ m¨¢s lejos, a 2m 17s en la general, y est¨¢ herido, con una luxaci¨®n de hombro.
Vingegaard ha pinchado a 38 kil¨®metros y ha tardado en cambiar de bicicleta. Por delante, a¨²n seis tramos de piedras, que ya no son del lugar, sino que las importan de Suecia para renovar los caminos, 12 kil¨®metros de vibraciones, de temor a una aver¨ªa, de encomendarse a la rueda de Van Aert, generoso, compa?ero. Unos kil¨®metros m¨¢s tarde, antes del siguiente tramo, en una rotonda, Roglic cae contra las protecciones de paja. Solo el esp¨ªritu colectivo del Jumbo, y Van Aert, que encuentra una misi¨®n solo a su alcance, salvan el equipo.
El caos del pav¨¦s puede hasta con las mejores organizaciones armadas de grandes intenciones. Hay una fuerza superior, espiritual, en todo lo que es el Tour, que elige a sus amantes, y no se deja enamorar, y as¨ª, el pav¨¦s. Afortunado Pogacar, superstar, el elegido. Apiad¨¦monos de Roglic, y aplaudamos su valor, que se traga una bala de paja de seguridad que una moto al pasar ha golpeado y ha dejado en mitad de la rotonda. Al esloveno se le sale el hombro. No es la primera vez que le pasa. Se para un poco m¨¢s adelante. Le pide una silla a un espectador. Se sienta. Agarra la rodilla y tira fuerte. Y el hueso vuelve a su sitio. Consolemos a Vingegaard. Admiremos a Van Aert.
El maillot amarillo se ha ca¨ªdo a 97 kil¨®metros de la meta, al principio de la etapa, antes del comienzo de los tiempos. ¡°Me qued¨¦ atontado¡±, confiesa luego, ¡°y no me ve¨ªa ni con energ¨ªas para subir a la cabeza, para meterme en la pelea por la posici¨®n y la victoria¡±. Solo la desgracia de sus compa?eros le agita y le despierta. Mediada la etapa, se siente perdido en un grupo en medio de la nada. Ya ni piensa en conservar el maillot amarillo. Entonces recibe la orden de pararse, de esperar a Vingegaard, retrasado, de trabajar para que su dan¨¦s no perdiera el Tour antes de empezarlo. El trabajo solidario le da tanta energ¨ªa y motivaci¨®n que ¨¦l solo carga, vagones pesados tras su rueda, con todos los rezagados de entre los mejores, Mas, Vlasov, Bardet, Thomas, Yates¡ Y a todos les acerca a Pogacar, ya agotado. Y como premio, salva, por 13s un maillot amarillo que cre¨ªa perdido. Y es tan ambicioso, y tan curo, que se lamenta. ¡°Ten¨ªa grandes planes y solo pude perseguir¡±, dice. ¡°Estoy decepcionado por no haber podido hacer m¨¢s en la caza final¡±.
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