La et¨ªope Gebreslase gana el marat¨®n femenino en una encarnizada lucha con la keniana Korir
Etiop¨ªa consigue su segundo oro en marat¨®n tras el logrado este domingo en categor¨ªa masculina
Corre una multitud en estampida, como si se hubiese declarado un incendio de buena ma?ana. Pero no hay fuego en los bosques de Eugene, solo pasi¨®n por el atletismo y ganas de llegar a tiempo de ver en otro punto del recorrido a las maratonianas, a las que acaban de observar empezar los 42 kil¨®metros y 195 metros. Solo no se mueven los regentes de dos puestos, mesa y folletos, de testigos de Jehov¨¢, que pese a lo temprano de la hora, las seis y cuarto, ya est¨¢n all¨ª, dando los buenos d¨ªas educadamente a todo el que les mira a la cara.
En carrera, mientras tanto, s¨ª puede decirse que todo arde. Solo corren 41 atletas de 25 pa¨ªses, con cuatro estadounidenses, tres kenianas y tres et¨ªopes, por citar los combinados m¨¢s potentes. Pasado el primer kil¨®metro, la escabechina ya es evidente: solo 18 mujeres aguantan en el grupo de cabeza, que ha empezado sin contemplaciones, a 3m 18s el kil¨®metro, ritmo de 2 horas y 19 minutos el marat¨®n. Si alguna corredora de segunda l¨ªnea pensaba aprovechar los inicios para dejarse ver en cabeza y aparecer en las televisiones de su pa¨ªs, se ha equivocado de carrera.
La selecci¨®n pronto es a¨²n m¨¢s evidente. Kenianas y et¨ªopes tensan la cuerda y se van juntas. En el kil¨®metro 10 (32m 39s, ritmo de 2h17 el marat¨®n) solo quedan ellas seis junto a la israel¨ª de origen keniano Lonah Chemtai Salpeter y la eritrea Nazret Weldu. Las estadounidenses, comandadas por Sara Hall (2h 22m 56s, este a?o), no quieren o no pueden entrar al trapo. Un aceler¨®n a destiempo es tomar el riesgo de convertir los kil¨®metros finales en una tortura. As¨ª que se ayudan, juntas las tres, a medio minuto de las africanas, y fuera de puestos de finalistas, confiando en que todav¨ªa es pronto, y la distancia suele esperar hasta el final para cobrarse las deudas de quienes le pierden el respeto.
El agradable sol matinal de Oreg¨®n roza a las atletas sin desgastarlas, 11 grados a la hora de la salida, las sombras de la arboleda dibujando claroscuros sobre los cuerpos en marcha. En el correcalles femenino, tan disperso, tan diferente en su guion de su versi¨®n masculina, con los hombres viajando en grupo compacto hasta el kil¨®metro 30, no hay tregua siquiera para girar el cuello y observar el paisaje. Y se vuelve una trampa incluso para algunas de sus inspiradoras, que caen del grupo delantero hasta reducirlo a la mitad, solo cuatro mujeres. Pasado el medio marat¨®n (1h 8m 49s), en cabeza est¨¢n las et¨ªopes Ababe Yeshaneh, que no tiene marca de esta temporada y Gotytom Gebreslase, de 27 a?os, ganadora en el marat¨®n de Berl¨ªn el a?o pasado y tercera en Tokio este a?o (2h 18m 18s), junto a las kenianas Judith Jeptum Korir (2h 19m 48s) y Angela Tanui (2h 18m 42s).
El dos y dos es un regalo para los amantes de la rivalidad Kenia-Etiop¨ªa, que se frotan las manos intuyendo un final dram¨¢tico por la hegemon¨ªa del fondo, el domingo claramente ganado en hombres por los et¨ªopes. Solo hay tres medallas. Sobra una. Y un oro, el premio gordo. Por detr¨¢s, las americanas, a 1m 26s en el ecuador de la prueba, propulsadas por el orgullo de correr en su tierra, tratan de no ceder. Aliadas con la brit¨¢nica Jess Piassecki, la mejor europea, se conjuran para cazar esos restos que va dejando el grupo delantero mientras se reparten los puestos del octavo al d¨¦cimo primero.
Como sucedi¨® en categor¨ªa masculina, no hay espa?olas en la prueba. Y las europeas, solo siete (tres brit¨¢nicas, una belga, una b¨²lgara y dos suecas) son una clara minor¨ªa a solo unas semanas de que se celebre el Europeo de M¨²nich, el principal objetivo de las maratonianas continentales.
Cuando se llevan recorridos casi dos tercios de la prueba, el panorama se aclara a¨²n m¨¢s. La keniana Korir se escapa con la et¨ªope Gebreslase y abren hueco. Ya todo ser¨¢ cosa de dos. Tanui y Yesaneh, que antes las acompa?aban, se unen atr¨¢s para no dejarse ir y ser engullidas por las que han guardado fuerzas para el final, pero las atletas entran en la zona del muro, tierra de calambres y desfallecimientos, la zancada menos alegre, y fracasan en su empe?o: Yesaneh se retira y en el 35 Tanui es rebasada por la israel¨ª Salpeter y la eritrea Weldu, que todav¨ªa no han quemado sus naves.
Tampoco lo ha hecho la estadounidense Sara Hall, sexta en el kil¨®metro 37, que ha saltado hace un rato del grupo de sus compatriotas y se encomienda la caza a s¨ª misma, una misi¨®n solitaria en la que recorta y recorta distancias en busca de la medalla, todav¨ªa muy complicadas, a minuto y medio.
Codo con codo, las dos figuras africanas se acercan a la meta sin que ninguna haga atisbo de ataque hasta que pasado el kil¨®metro 40 la et¨ªope Gebreslase dice hasta aqu¨ª hemos llegado y se va en solitario, todav¨ªa no lo suficiente para garantizar la victoria. Empuja cerca Korir, que no se rinde con el oro a la vista, escurri¨¦ndosele entre los dedos, pero aunque la cabeza da ¨®rdenes a las piernas de que sigan movi¨¦ndose, estas responden a su manera cuando se llevan 41 kil¨®metros encima.
Gebreslase, acariciando la gloria, ni siquiera mira atr¨¢s, signo de debilidad, y avanza al frente hasta meta para conseguir el segundo oro para Etiop¨ªa en marat¨®n (2h 18m 11s, r¨¦cord de los campeonatos) y consumar as¨ª su dominio frente a Kenia. Korir entra a menos de diez segundos. Y el bronce se lo queda la israel¨ª Salpeter. La eritrea Weldu entra cuarta y es quinta Sara Hall, ¨ªdolo local, hoy sin la recompensa de la medalla a su remontada.
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