El f¨²tbol con impuesto de sucesiones
Con el deporte sucede lo mismo que con cualquier herencia sentimental familiar, se traspasa?en cajas,?en una?mudanza emocional?irrenunciable
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Mi hermana me env¨ªa una foto por?Whatsapp, algo que se repite con frecuencia. Los?Whatsapps?con las maternidades y paternidades pasan de?contener texto a?almacenar ¨²nicamente im¨¢genes. Es una fotograf¨ªa de su hijo, mi sobrino, de cuatro a?os.?El escenario es tan familiar como nuestro apellido: se ve el aparcamiento que hay frente al Estadio Municipal de?Bala¨ªdos. Hubo un tiempo en el que el viejo estadio soportaba columnas de hormig¨®n tapizadas con los nombres de los abonados del club. Una tarde, junto a mi padre, nos dedicamos a buscar nuestros nombres a ver si aparec¨ªan en alguna parte. Era la forma de?validar?nuestra pertenencia al Celta, m¨¢s all¨¢ de una postal de Navidad que nos llegaba cada mes de diciembre y que?despleg¨¢bamos ceremoniosamente?sobre la mesa del sal¨®n. Ahora?Bala¨ªdos?se ha reformado. Las viejas columnas han perdido su gris mortecino. Pero el escenario es el mismo. Mi sobrino?aparece de espaldas, con las manos entrelazadas. Parece que estuviese viendo alguna obra?en construcci¨®n?despu¨¦s de desayunar un cortado leyendo el peri¨®dico. Viste la?equipaci¨®n?del Celta azul y dorada. Las?equipaciones?de f¨²tbol siempre lucen mejor en los ni?os, parecen m¨¢s especiales, m¨¢s aut¨¦nticas; es una cosa que supongo que las marcas tendr¨¢n en consideraci¨®n. Mi sobrino espera la llegada de los jugadores antes del partido, como?aquel cr¨ªo entusiasmado a quien su padre?llev¨® a ver el hielo?por primera vez.
Si cierro los ojos, doy un salto en el tiempo y?aparezco, junto a mi hermana, en exactamente la misma posici¨®n, a la misma edad,?con peor tiempo,?peor ch¨¢ndal,?esperando a jugadores del Celta de?apellidos?yugoslavos.?Con el f¨²tbol, en realidad, sucede lo mismo que con cualquier herencia sentimental familiar?-la m¨²sica, el arte, el cine, la pesca, la religi¨®n, la reposter¨ªa-: se traspasa?en cajas,?en una?mudanza emocional?irrenunciable. En la pel¨ªcula Cinco Lobitos aparece la herencia?de las anchoas rebozadas, abiertas en canal sobre el fregadero, exudando?sangre.?En?el libro?Poeta Chileno la herencia?entre Gonzalo y Vicente es?la poes¨ªa.?En la pel¨ªcula Lady Bird la herencia es la pasi¨®n por Steinbeck y Las uvas de la ira. Siempre hay una herencia.
En muchos hogares?la herencia es un equipo de f¨²tbol.?Y las ausencias en casa, las incomprensiones mutuas, se convierten en presencia y comprensi¨®n dentro de una grada.?Poco despu¨¦s de fallecer su padre, el escritor?Juan Villoro?escribi¨®?que:?¡°Tengo pocos recuerdos de mi padre en una casa, tengo muchos en un estadio. Parco en sus afectos, jam¨¢s me dijo que iba ah¨ª porque eso me gustaba¡±.?Sucede que cuando un padre o una madre lleva a un hijo a una hija al estadio no le cuenta?por qu¨¦ lo hace,?simplemente se establece un?consentimiento t¨¢cito y expreso?para convertir ese lugar en un?territorio compartido, a menudo exclusivo. Y, al?cuarto partido o al quinto, cuando ya reconoces los espacios?y, m¨¢s all¨¢ de eso, los empiezas a sentir tuyos,?dejas de hablar de los jugadores como?¡°ellos¡±?y pasas a utilizar la primera persona del plural. El equipo ya?no est¨¢ bien o mal, nosotros estamos bien o mal.?No est¨¢n l¨ªderes, estamos l¨ªderes. Tal vez haya algo freudiano ah¨ª.
En su libro Homo emoticus, el experto en emociones Richard Firth-Godbehere habla de los estadios como ¡®refugios emocionales¡¯, sitios en los que se rompen moment¨¢neamente los cors¨¦s sociales y las normas emocionales se deshacen. Eso es Bala¨ªdos, nuestro refugio emocional. Si soy sincera he estado a punto de no enviar esta columna.?Temo?que alg¨²n pol¨ªtico descubra que esto del f¨²tbol tambi¨¦n?se hereda?y nos cargue un impuesto de sucesiones extraordinario.?Imaginaos la rutina tediosa del papeleo,?llegar al despacho de abogados con documento amarillo que?diga:?La?legataria?reconoce haber heredado el amor por, qu¨¦ s¨¦ yo,?el Racing de Santander. ¡°En fin, ?esto por cu¨¢nto me sale?¡±.
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