El bocadillo del descanso
Mi amigo Patxi defiende que es la ¨²nica alegr¨ªa segura que nos podemos garantizar en el momento en el que el ¨¢rbitro pita el inicio del encuentro
Tengo un amigo ¡ªno me hago responsable de sus opiniones¡ª que defiende que, sea cual sea el partido, lo mejor de todos ellos es el bocadillo del descanso. Alega mi amigo con datos certeros, precisos y ineludibles que antes del encuentro es, si le has puesto inter¨¦s y mimo al asunto, la ¨²nica alegr¨ªa segura que nos podemos garantizar en el momento en el que el ¨¢rbitro pita el inicio del encuentro.
Para a?adirle datos al algoritmo, siempre me recita lo que contienen los dos envoltorios de papel de aluminio que reposan al fondo de la bolsa de pl¨¢stico an¨®nimo y sin publicidad ¡ªno s¨¦ yo de d¨®nde las saca porque las de mi casa siempre vienen impresas de alg¨²n logo¡ª como si en ese contenido, en esa variedad, estuviera la aut¨¦ntica felicidad del encuentro.
Yo alego que depende. Es decir, que si lo que hay en esa bolsa m¨¢gica es el mejor de los productos y vamos perdiendo por, pongamos, 0-3, nos vamos a comer ese bocata sin felicidad, con desgana, casi por compromiso. A lo que ¨¦l responde que soy un tipo de poca fe y que justo en el momento de desenvolver el bocata se desencadenan las energ¨ªas m¨¢s positivas y que la concentraci¨®n de todas ellas en el estadio generan un estado de felicidad colectiva que se contagia al equipo, que a la vuelta al terreno de juego va a descubrir un ambiente radiante y luminoso que seguro les va a sorprender porque se fueron al vestuario entre murmullos y alg¨²n pito. Un ambiente de remontada, de aventura intr¨¦pida, de ¡°a por ellos¡±, uno de esos ambientes de ¡°de perdidos al r¨ªo¡±. Y que eso se contagia al equipo de forma mucho m¨¢s decisiva, dice ¨¦l, que esas gradas de animaci¨®n que han surgido por todos los estadios, bien estructuradas, bien alimentadas, y que el control de las bolsas del acceso al campo deber¨ªa estar gestionado por el mejor creador de bocadillos de la ciudad para supervisar que todo lo que entre en el estadio sea de la calidad adecuada, lo mismo da un bocadillo que una pizza, incluso fruta, alega con un moh¨ªn, pero siempre sumando para que las energ¨ªas converjan y se alineen, igual que los planetas, para que de la diversidad gastron¨®mica surja el ¨¦xito.
Tambi¨¦n le digo a mi amigo, llam¨¦mosle Patxi, que su teor¨ªa va directamente en contra de eso que los clubes llaman recursos at¨ªpicos, las ventas de los bares del estadio, porque ese es uno de los recursos importantes para la financiaci¨®n de cualquier club y que solo nos falta que encima de llevar el bocadillo ¡ªbueno, en lugar de que ¨¦l lleve los bocadillos, y eso le cueste una pasta¡ª nos suban las cuotas de socios porque las finanzas del estadio no cuadran con lo presupuestado. Y que a ello haya que sumarle los costes de limpieza despu¨¦s del partido porque podemos ser muchas cosas, pero lo que no somos es japoneses para dejar la grada limpia de bolsas, papeles y botellas vac¨ªas.
El caso es que el partido ha ido avanzando y llegamos al descanso con un gol de ventaja que nos da tranquilidad y, a la vez, permite al hambre abrirse paso en medio del ambiente fr¨ªo y lluvioso, tan fr¨ªo que me tengo que concentrar al m¨¢ximo para que mis dedos helados no dejen escurrir al bocata y me permitan acercarlo a la boca para el primer mordisco.
Y s¨ª, se confirma, estos bocatas de mi amigo son, casi, lo mejor del partido. Que aproveche.
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