Todos sabemos c¨®mo es Vini
La denuncia vehemente del brasile?o el pasado domingo cambia las cosas. No solo por evidenciar la magnitud del problema, sino por se?alar indirectamente a quienes llevan demasiado tiempo consinti¨¦ndolo sin hacer gran cosa
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¡°Todos sabemos c¨®mo es Samuel¡±, se disculpaba Carles Puyol ante los micr¨®fonos nada m¨¢s terminar aquel triste partido de la Romareda. Y, efectivamente, todos sab¨ªamos c¨®mo era Eto¡¯o: negro. Por eso los aficionados racistas apostados por todo el estadio le gritaban mono y aullaban como primates del primer caj¨®n evolutivo, ni siquiera escal¨®n. Yo he visto chimpanc¨¦s creando sus propias herramientas para cazar termitas. Y Gino, mi vecino, ten¨ªa un tit¨ª que nos confiscaba los balones que ca¨ªan en su tejado hasta que le lanz¨¢bamos una bolsa de pipas y, entonces s¨ª, entregaba el cuero. Incluso la pobre mona enjaulada de la alameda, s¨ªmbolo de un tiempo en el que casi todo estaba mal en Pontevedra, era quien superaba en inteligencia, humanidad y tolerancia a toda aquella turba fascista desperdigada por la grada. Pero la culpa era de Eto¡¯o. Todos sab¨ªamos c¨®mo era Samuel, comenzando por sus propios compa?eros.
No hay discusi¨®n posible cuando se trata de racismo: habr¨¢ que tatuarse esto en la frente para tenerlo bien presente. No existen motivos que lo justifiquen. Y mucho menos una rivalidad deportiva que cuando cruza ciertos l¨ªmites empieza a parecer psicopat¨ªa. Que Vinicius Jr. pueda ser m¨¢s o menos educado, respetuoso o desafiante, no justifica que un desconocido ¡ªo peor todav¨ªa, un conocido¡ª lo insulte de un modo tan racista que hasta Eva Braun pedir¨ªa calma con las palmas de las manos para debajo si se hubiese encontrado de cuerpo presente. No hay negros buenos y negros malos, como apuntan los racistas de intensidad controlada en cuanto tienen ocasi¨®n. Ni hay un negro que te obligue a ser racista y otro que te permita disimularlo. Lo que s¨ª hay es racistas perfectamente racistas y racistas perfectamente est¨²pidos, como todos los que estos d¨ªas aprovechan la oportunidad para cargar sobre los hombros del agredido la responsabilidad de lo ocurrido en Mestalla.
Y luego viene todo lo dem¨¢s. O todo lo de menos. Pero ni Antonio Ferreras con su sainete de escalera y organillo, ni el madrile?ismo m¨¢s absurdo, ni siquiera el propio Comit¨¦ de Competici¨®n con su servilismo y una arbitrariedad insoportables, podr¨¢n impedir que algunos nos pongamos del lado de Vinicius Jr. sin ninguna reserva. Y frente a los racistas, claro, que campan a sus anchas en los estadios, pero tambi¨¦n en las f¨¢bricas, en las tiendas, en los cuarteles, en los casinos, en las redes sociales y en los plat¨®s de televisi¨®n. Hoy se ofende y sobreact¨²a ¡ªciertos hechos conviene tenerlos siempre muy presentes¡ª casi toda esa gente que en un acto institucional de entrega de medallas aplaudi¨®, divertida, aquella ocurrencia de ¡°Usera parece Chinatown¡±. Y es que lo ¨²nico casual en el racismo suele ser la vestimenta de algunos que, por cierto, no nos enga?emos: tampoco es tan casual.
La denuncia vehemente de Vinicius Jr. el pasado domingo cambia las cosas. No solo por evidenciar la magnitud del problema, sino por se?alar indirectamente a quienes llevan demasiado tiempo consinti¨¦ndolo sin hacer gran cosa. Como el propio Real Madrid, que por fin parece decidido a abanderar la lucha contra el racismo, ya veremos si tambi¨¦n contra la homofobia. O su entrenador, capaz de permanecer inm¨®vil mientras, en sus propias palabras, todo un estadio llamaba mono a su futbolista. O sus compa?eros de equipo, incluso los de profesi¨®n. Seguro que m¨¢s de uno pens¨® aquello de ¡°bueno, todos sabemos c¨®mo es Vini¡±. Algo, no mucho, se ve que hemos avanzado.
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