El Camp Nou, un estadio vivido
No sentirse en casa es no estar donde tus cosas y tus recuerdos, esos a los que los cul¨¦s ¨Cno los turistas- dan un valor en su campo
A punto de cumplir los 66 a?os el Camp Nou no cierra por jubilaci¨®n, sino por reformas. Fr¨ªamente, un mont¨®n de cemento y hormig¨®n, de hierro y de vigas, empleados con t¨¦cnicas que seguro los t¨¦cnicos consideran obsoletas, y con la duda permanente en estos casos: si es mejor una reforma o un estadio de nueva planta. Una realidad fr¨ªa y extrapolable a tantos otros clubes y estadios, pero que encierra una historia de decisiones y sentimientos humanos. Decisiones que vistas en perspectiva se antojan sorprendentes. Por ejemplo, que el Bar?a emprendiera, en 1950, en plena posguerra, la aventura de proponerse alzar un nuevo estadio.
Cierto que el campo de les Corts ya no daba para m¨¢s, que hab¨ªa agotado las posibilidades de ampliaci¨®n, pero se hab¨ªa quedado obsoleto en s¨®lo 20 a?os. Lo chocante es que un club que en 1936 contaba con cerca de 8.000 socios alcanzase en el contexto adverso de la posguerra r¨¢pidamente los 25.000, en 1950. El Bar?a de la postguerra se convirti¨® en un club-refugio, y utiliz¨® esa fuerza para lanzar un proyecto ambicioso, que ilusionara a la masa social. Todav¨ªa circulaban las cartillas de racionamiento, pero eso no fue obst¨¢culo para que la junta de Agust¨ª Montal Galobart organizara un refer¨¦ndum para que los socios ratificaran la compra de unos terrenos y aceptaran sus consecuencias econ¨®micas. Valent¨ªa o temeridad, el club se beneficia hoy de la visi¨®n de futuro de aquellos dirigentes, que compraron unos terrenos mucho m¨¢s extensos de los necesarios para levantar el futuro estadio.
Las interferencias oficiales frenaron el primer impulso, pero el inicio de las obras en 1954 supuso un nuevo acicate para erigir un estadio que se publicitaba como el mejor del mundo. Curioso que la revista Bar?a organizara autocares desde el centro de la ciudad para visitar las obras, puesto que consideraban que la ubicaci¨®n del campo estaba en zona casi ignota; y tambi¨¦n curioso que el arquitecto que lo dise?¨® no tuviese inter¨¦s por el f¨²tbol, aunque s¨ª quiso conocer los mejores estadios de la ¨¦poca. Instalados ya en ese espacio, inauguraron un estadio sin nombre, puesto que la idea inicial de que llevase el de Gamper, fundador del club, fue prohibida. Y por eso mismo la posterior oficializaci¨®n del nombre actual fue precedida por la iniciativa popular. Tambi¨¦n es cierto que el coste de construcci¨®n se dispar¨® de lo presupuestado, y el club, endeudado, vivi¨® muy precariamente la d¨¦cada siguiente.
Como en todos los estadios, los aficionados all¨ª han vivido miles de horas de alegr¨ªas y sufrimientos, de sentir el campo como un espacio propio ¨CCan Bar?a-, que ha evolucionado desde los inicios con las localidades de pie, hasta la erecci¨®n de la tercera grader¨ªa en 1982. Por all¨ª ha pasado lo mejor del f¨²tbol mundial, ya fuese vestido de azulgrana, como Kubala, Cruyff, Maradona, Ronaldinho, Messi, o con la camiseta de otros equipos y selecciones, como Pel¨¦, por citar el m¨¢s ic¨®nico; y se han disputado encuentros de un Mundial y unos Juegos ol¨ªmpicos. Los cul¨¦s han vivido ¨¦xitos y fracasos, han seguido las alineaciones que cantaba Manuel Vic, el primer partido de un incipiente f¨²tbol femenino en 1970, o la noche en que Guruceta se hizo famoso, aquella que V¨¢zquez Montalb¨¢n retrat¨® excepcionalmente con un art¨ªculo titulado Noche de amor y de guerra en el Nou Camp. Tambi¨¦n all¨ª son¨® por vez primera el Cant del Bar?a, con Oriol Martorell y la Coral Sant Jordi, o hizo lo propio Joan Manuel Serrat con motivo del Centenario. Pero tambi¨¦n fue sede de la capilla ardiente de Ben¨ªtez, fallecido siendo jugador en activo.
Hace muchos a?os ya que el estadio ha envejecido y precisa de reforma, y durante un tiempo los cul¨¦s deber¨¢n ir a Montju?c. Se habla mucho ahora de las cuestiones pr¨¢cticas, sin duda importantes, pero una de las carencias ser¨¢ la de la identidad. No sentirse en casa es no estar donde tus cosas y tus recuerdos, esos a los que los cul¨¦s ¨Cno los turistas- dan un valor en el Camp Nou.
Carles Santacana es Catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea (Universitat de Barcelona)
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