Adam Yates se lleva la primera etapa del Tour de Francia, donde Enric Mas abandona por una ca¨ªda
El ingl¨¦s, compa?ero de Pogacar, se impone en Bilbao en una jornada marcada por el percance del espa?ol a 21 kil¨®metros de la meta
Los viejos ciclistas se pasean por la salida del Tour, en las aceras de San Mam¨¦s, y hablan de sus glorias, de las memorias que los reconcilian con la vida que han vivido. Hablan del alto del Vivero, la cuesta que a las afueras de Bilbao hizo sentir a Igor Ant¨®n, hace 12 a?os, emociones que no sab¨ªa que existieran, y del pueblo en las cunetas de aquella Vuelta a Espa?a, las ikurri?as como s¨ªmbolo, que lo aclam¨®, y se sinti¨® ¨²nico en el mundo, y se lo cuenta a Jos¨¦ Enrique Cima, al que su vida de ciclista le ha dejado las rodillas machacadas y un recuerdo de Bernard Hinault imponente doblando la espalda, rindi¨¦ndose, ante su sprint todopoderoso durante la Vuelta del 78 en el mismo Vivero en el que, tantos a?os despu¨¦s, ya pasada la cima, est¨¢n Enric Mas, de pie, conmocionado, perdido, alucinado y triste, y un m¨¦dico pas¨¢ndole los dedos por delante de la mirada desprotegida, sin gafas, y toc¨¢ndole en el hombro derecho, en la esc¨¢pula, que le duele al corredor. Son los minutos que siguen a su ca¨ªda, junto al ecuatoriano Carapaz, en una curva de un descenso vertiginoso que, guiado por Van Baarle y los Jumbos de Vingegaard, aleja el Tour de sus sue?os, vuelve a convertirlo, segundo abandono en dos a?os, en pesadilla. El Tour le ha durado a Mas 156 kil¨®metros y muchos meses de preparaci¨®n, y unas ¨²ltimas semanas de recuperaci¨®n mental, de recarga de autoconfianza, despu¨¦s de que el est¨®mago, la mala asimilaci¨®n de los geles y dem¨¢s fuentes de calor¨ªas, lo machacara en la Dauphin¨¦, y all¨ª subi¨® todos los puertos de los Alpes que no subir¨¢ en el Tour, y llorar¨¢, y tambi¨¦n recorri¨® la contrarreloj que decidir¨¢ el Tour, y ya sab¨ªa los vatios que nunca dar¨¢ all¨ª pensando en un puesto en el podio de Par¨ªs que tampoco llegar¨¢ en el 23. En el hospital de Cruces comprobar¨¢n que tiene la esc¨¢pula rota, y a la meta, Carapaz, otro que como Mas peleaba por ser el mejor tras los intocables, llega con 15 minutos de retraso. Una hora despu¨¦s anuncia su abandono.
Qu¨¦ mala suerte...
— Teledeporte (@teledeporte) July 1, 2023
Enric Mas y Richard Carapaz se han visto involucrados en una ca¨ªda. El espa?ol ha sido el peor parado.#TDF2023 #TourdeFrance #TourRTVE1J pic.twitter.com/OLiBswsbSL
Y el mallorqu¨ªn, de 28 a?os, no podr¨¢ tomarse un vino con los viejos que aman la vida ciclista por sus alegr¨ªas en el Vivero.
Las contar¨¢n, con una pinta de ale tibia y miradas c¨®mplices y dolidas, y algunas voces, los hermanos Yates, y Simon, el mayor por minutos, le dir¨¢, como dijo por la tele, que c¨®mo se hab¨ªa alegrado por la victoria de su hermano peque?o, compersi¨®n pura que nunca sentir¨ªa Ca¨ªn, y Adam, m¨¢s compersivo a¨²n, le dir¨¢ que c¨®mo le doli¨® que su hermano mayor terminara segundo.
Desde Bilbao se ve el mundo, y el mundo ve su capital verdadera, 190 pa¨ªses conectados al Tour, sus balcones de ikurri?as, decenas de miles de personas disfrazadas de aficionados y de fiesta en las cunetas, y el embarcadero de Getxo y San Juan de Gaztelugatxe donde se pelean de mentira en Juego de Tronos y donde los ciclistas se dan de verdad, donde Tadej Pogacar empieza a arengar a sus UAE, porque quiere gritar fuerte y ense?arle la rueda trasera a Jonas Vingegaard, y hacer cabriolas con su mu?eca rota para asustarle al dan¨¦s serio, para hacerle creer, riendo, que est¨¢ m¨¢s fuerte que nadie, de nuevo, y que si ¨¦l, el dan¨¦s que le agot¨® en el 22, tiene a Wout van Aert para cansarle, ¨¦l, el esloveno alegre y juguet¨®n, tiene este a?o a Adam Yates, que tambi¨¦n duele, y gana, y levanta los brazos en Bilbao, victorioso, y tambi¨¦n los levanta Pogacar, m¨¢s feliz a¨²n, un ni?o feliz.
Cuando Franco a¨²n, en 1974, llamadas a la huelga general en el pa¨ªs, una etapa del Tour entr¨® en Seu d¡¯Urgell, y al cruzar la frontera, Eddy Merckx, intocable, eso cre¨ªa, de amarillo, grit¨® ¡°Gora Euskadi askatuta!¡±, como le hab¨ªa ense?ado Santi Lazkano, ciclista guipuzcoano que se mat¨® joven en una accidente de moto, y los vascos del pelot¨®n le tuvieron que callar a Merckx, tanto miedo daban los de la Guardia Civil, que los segu¨ªan y abr¨ªan paso en moto. Pogacar grita ¡°Gora Euskadi¡± en el Guggenheim y lo convierte quiz¨¢s en su grito de guerra cuando acelera loco entre la afici¨®n loca que deja solo un sendero para que pase, y solo las emociones, el deseo, lo gu¨ªan, llegando a la pancarta del alto de Pike, la cuesta que teme Jonas Vingegaard, que se pega a su rueda y no le concede ni un cent¨ªmetro, y en la cima se miran los dos y se paran. El razonable Vingegaard convence al retador de que juntos no van a ir a ning¨²n sitio y de que solo queda un descenso largo y el repecho hacia Bego?a en la capital de mundo. Quedan 10 kil¨®metros. Comienza el show de los hermanos Yates. Una belleza. Uno del UAE, movimiento t¨¢ctico; otro del Jayco, es su vida, saltar a por una etapa cuando puede.
De ni?os, se echaban carreras en las calles de Bury, a las afueras de M¨¢nchester, el peque?o, Adam, el mayor, por unos minutos, Simon. As¨ª crecieron, incontrolables, indisciplinados, los hermanos Yates, que ayer, los dos juntos, hermosa hermandad en tierras que quieren creer en la esperanza, el mayor y el peque?o, ya cumplidos los 30 a?os, ascienden hacia Bego?a solos, destacados de un pelot¨®n que jadea en su persecuci¨®n, peque?os grupos rotos, Pogacar y Vingegaard, delante; Landa y Carlos Rodr¨ªguez, a su rueda, Mas en un coche comprobando que quiz¨¢s no tenga nada roto pero que no pod¨ªa seguir, que el golpe a su ¨¢nimo fue quiz¨¢s m¨¢s duro que el golpe a sus huesos, y observan en la distancia c¨®mo el mayor, Simon, lleva de la mano al peque?o, lo protege, lo cuida, y a 200 metros de la meta, le deja irse, feliz, victorioso. ¡°Era su primera victoria en el Tour¡±, concede Simon, el ganador de la Vuelta del 18, y ganador de dos etapas ya en el Tour, y que vive en Andorra, a cinco minutos en bici de su hermano Adam, y este dice que no ha habido un d¨ªa de su vida en el que no hayan hablado, y, seguramente, ninguno de los dos ha olvidado la etapa de los Pirineos, bajando el Aspin, cuando a Adam, que iba destacado, se le hundi¨® sobre su cabeza el arco hinchable que se?alaba el ¨²ltimo kil¨®metro. ¡°Seguro que lo aprueban nuestros padres: dos hermanos, primero y segundo en una etapa del Tour, y no de la vuelta a la manzana en Bury; que los hemos visto en la cuneta, porque est¨¢n siguiendo el Tour en una caravana¡±.
Quiz¨¢s estaban en la cuneta cerca de Gernika, bajo el mural del Guernica de Picasso el dolor, o cerca del roble, el recuerdo de la barbarie del cainismo, o en Larrabetzu, cerca del caser¨ªo del que sali¨® en bicicleta Jes¨²s Loro?o para convertir al ciclismo en el gran deporte vasco, o por Urdaibai, que por todos esos lugares pas¨® el pelot¨®n acelerado, por donde vive Pello Bilbao, a quien derrotaron las emociones. Sentimental y profundo, a Bilbao, que llevaba a?os pensando que quiz¨¢s lo mejor que le dar¨ªa el ciclismo fuera pasar disputando el Tour por sus carreteras de la infancia, y que ¨¦l podr¨ªa destacarse y ganar, lo maltrat¨® el ciclismo hace unas semanas cuando muri¨® su amigo Gino M?der, el chaval suizo que hab¨ªa recogido un perro abandonado que se cruz¨® por delante de ¨¦l en Bilbao una Vuelta que pas¨® por la capital. En la subida a Vivero, Pello, el ciclista, sufre, y se agarra. Y se pregunta qu¨¦ le ocurre. Las piernas las siente fuertes. El ¨¢nimo, a tope. Alucina con la afici¨®n, con los gritos, con el amor. Siente que la bici hace cosas raras, pero todos le dicen que no, que est¨¢ perfecta. En el descenso nota que la bici se le va. Solo en la meta, a la que llega a 21 segundos del grupo de Pogacar y Landa, se da cuenta de que no eran imaginaciones, pues la rueda ten¨ªa un gran pinchazo. Lo lamenta y se compromete ante a la afici¨®n. ¡°Me ver¨¦is en Jaizkibel¡±, dice, y habla de la llegada a San Sebasti¨¢n, el domingo, donde el Pa¨ªs Vasco seguir¨¢ siendo la capital del mundo.
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