Supers¨®nico, Vingegaard noquea a Pogacar y pone el Tour de Francia a sus pies
En poco m¨¢s de media hora, en solo 22 kil¨®metros, el dan¨¦s obtiene unas diferencias que recuerdan a los tiempos de Indurain y destroza la resistencia de Pogacar, al que aventaja ya 1m 48s en la general
Un hotel a lo Wes Anderson en la plaza principal; una capillita de luz a lo Chagall, L¨¦ger, Braque, Matisse a 1.000m, en una colinita. Passy y Combloux, cita de la alta burgues¨ªa en las entreguerras, balnearios y esqu¨ªs, cita del duelo del Tour, no menos arte, no menos luz, no menos exquisitamente kitsch, que por un d¨ªa se regula de uno en uno, en contrarreloj, que por un d¨ªa, finalmente, despu¨¦s de tantas etapas hermosas disputadas a los puntos, acaba con uno de los dos contendientes noqueado, KO.
Es Tadej Pogacar el que besa la lona, el que sufre en la colina Hinault (Domancy en los mapas de carreteras y en el Waze) el mismo tratamiento doloroso que ¨¦l le infligi¨® a Primoz Roglic en la Planche des Belles Filles 2020 para ganar su primer Tour de Francia; ¨¦l mismo que sufri¨® hace un a?o en el Granon de manos de un Vingegaard que en apenas 22 kil¨®metros con dos monta?itas, un descenso y un llanito, recorridos a m¨¢s de 41 por hora, en un esfuerzo sostenido y maravilloso, con efectos supers¨®nicos, de poco m¨¢s de 32 minutos, logra sobre Pogacar 1m 38s de ventaja, logra sobre todos los dem¨¢s, y a todos los habr¨ªa doblado si hubiera salido dos minutos detr¨¢s de cada uno, diferencias que no se ve¨ªan en las contrarrejoles del Tour desde los mastod¨®nticos tiempos de Miguel Indurain, distancias de 70 kil¨®metros, m¨¢s de una hora pedaleando.
¡°No s¨¦ c¨®mo he podido conseguir esa diferencia en solo 22 kil¨®metros despu¨¦s de un Tour tan igualado¡±, dice Vingegaard, quien se siente tan sorprendido como todos, como si un prodigio inexplicable acabara de sucederle, pues, en medio del camino habitual del sufrimiento al orgasmo de todos los winners, un poltergeist hubiera jugado con sus sensaciones y su potenci¨®metro. ?l levant¨® el pie un poco en la zona llana, pero la velocidad no descend¨ªa y su potenci¨®metro, que deb¨ªa marcar 360 vatios, los previstos en su pacing para poder llevar al 110% en la colina Hinault, segu¨ªa subiendo, y lleg¨® a pensar que se hab¨ªa roto el instrumento. ¡°Fue una sensaci¨®n muy extra?a¡±, dice el dan¨¦s, de 26 a?os, que camina seguro hacia su segundo Tour despu¨¦s de su primera victoria en una contrarreloj en la grande boucle. ¡°He pasado un d¨ªa formidable sobre la bici. Desde la primera pedalada las sensaciones fueron ¨²nicas. Y nadie me daba referencias desde el coche [solo le gritaron, motivacionalmente, Jonas, muestra al mundo qui¨¦n es el m¨¢s grande], pero cuando vi al final, delante de m¨ª, el coche que segu¨ªa a Pogacar supe que hab¨ªa hecho un tiempo extraordinario¡±.
??? Jonas Vingegaard smashes the ITT!
— Tour de France? (@LeTour) July 18, 2023
??? Jonas Vingegaard ¨¦crase ce contre-la-montre !#TDF2023 pic.twitter.com/89wogHFdvP
El esloveno, que no se rindi¨® el a?o pasado tras el Granon, no se rendir¨¢ este, prometi¨®, aunque, dijo, ¡°este a?o es m¨¢s complicado¡±. ¡°Yo lo he dado todo, pero no he tenido un buen d¨ªa, no he llegado donde pod¨ªa llegar¡±, dice el esloveno, que cambi¨® de bicicleta para la subida final cuando ya la contrarreloj estaba decidida. ¡°Y, no, el cambio de bicicleta [14s cronometrados para ahorrar dos kilos de peso en 5,6 kil¨®metros en subida] no tuvo nada que ver en mi mal tiempo¡±.
La contrarreloj es lugar de cita de colegas que se alcanzan y se charlan. se agrupan unos segundos y se lanzan una broma, y pedalean para acabar, y el ritmo es un compromiso: ni muy r¨¢pido para no ahogarse en sudor, ni muy lento para no cocerse del todo al sol cuyo ardor, el Mont Blanc, tan encima, parece multiplicar. Los que no charlan, calculan. Comparan los datos de su ordenador, vatios, pulsaciones, con el dolor de piernas, con las curvas a nivel y la elevaci¨®n del terreno, con los tiempos de referencia de compa?eros, Castroviejo, Van Aert, Yates, cuyos pasos calcan y mejoran. El compromiso que buscan huye del confort. Solo busca eficacia. L¨ªmites que nunca alcanzan: cuanto m¨¢s se acercan, m¨¢s lejos se van.
3, 2, 1, cuenta atr¨¢s retirando dedos de su mano que parece una pistola, el comisario de la salida en la rampa de la contrarreloj instalada en la Gran Calle Salvador Allende, casi 50 a?os ya de una noche oscura¡ 3, 2, 1, the final countdown, canta, m¨¢s triste que contento pese a las apariencias, Tadej Pogacar, una calentura en un labio, una falsa alegr¨ªa calentando en el rodillo coreado por sus fans. Antes de la primera pedalada, siente que el Tour, tan intenso, ha pasado volando y, un a?o m¨¢s, se le escapa entre los dedos, y solo le quedar¨¢n la subida de la Loze, y los boscosos Vosgos, para superar al insuperable Jonas Vingegaard.
3, 2, 1, le canta cantar¨ªn el juez a Carlos Rodr¨ªguez, y su dedo es la batuta de director que dirige la interpretaci¨®n de los 22 kil¨®metros de contrarreloj al ciclista de Almu?¨¦car con su Pinarello esbelta y fin¨ªsimo el carbono de su cuadro que corta el viento y suena afinad¨ªsima, sus ruedas un susurro. Es una joya de la tecnolog¨ªa, y el impulso revolucionario del corredor tan joven, tan respetuoso y tan irreverente con las momias, su necesidad de romper, la convierte idealmente en el Stradivarius con que el violinista polaco Pawel Kochanski les interpret¨® la Internacional a un grupo de revolucionarios sovi¨¦ticos. Con su m¨²sica insurgente, Kochanski, amigo de Rubinstein, salv¨® la vida y salv¨® el instrumento, tal como Rodr¨ªguez, tan concentrado, tan serio, tan capaz de aislarse de todo el ruido y jaleo que le rodea en el Tour, parece que salva los 19s de ventaja sobre Adam Yates por el tercer puesto, con el estruendo de sus notas que a todos ponen en pie y sacan del sopor de la siesta sudorosa los sucesos de la contrarreloj tan tediosos hasta entonces. Heraldo de grandes maravillas, el ciclista de Almu?¨¦car, contagiado con su propio entusiasmo, va m¨¢s all¨¢ de sus fuerzas, quiere pasar sus l¨ªmites. En la primera parte de la colina de Hinault, la m¨¢s dura, hasta parece que derrotar¨¢ al ingl¨¦s, que tiene a 7s; en la ¨²ltima, desmedido, sus fuerzas se agotan. El arco del viol¨ªn tiembla sobre las cuerdas. La melod¨ªa se alarga, y el combate contra una cuesta que nunca acaba. Logra, al menos, que no le doble Pogacar; logra tambi¨¦n que Yates siga ah¨ª cerquita, a solo 5s en la general. La revoluci¨®n triunfar¨¢, qui¨¦n lo duda.
En las cabezas de los aficionados resuena la voz clara y oscura de Jim Morrison, This is the End, e imaginan a Vingegaard tarare¨¢ndola junto a su rival amigo, a su ¨²nico amigo, a su hermoso amigo, y tantos planes ten¨ªan. Los dos, el noqueador y el noqueado, educada, tan deportivamente como la mano que acude Pogacar a ofrecer a su rival, ya desnudo en el rodillo, afirman, sin embargo, que el Tour no ha acabado. ¡°Queda mucho hasta Par¨ªs¡±, dice Vingegaard. El Tour se hab¨ªa resumido en esfuerzos muy cortos, en brotes de esprint, aceleraciones de tres kil¨®metros. En la contrarreloj, el primer esfuerzo sostenido de media hora ha decidido la contienda.
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