Luis Rubiales y el complejo de emperador: ¡°D¨¦jennos trabajar¡±
Los lamentables comportamientos del presidente de la federaci¨®n en los festejos del Mundial femenino podr¨ªan ser interpretados como el culmen de alguien que se cree con un poder omn¨ªmodo
Hay dos expresiones que cuando se pronuncian en una organizaci¨®n deber¨ªan hacer sonar todas las alarmas. Una es: ¡°Todo el mundo lo hace¡±, y la pronunci¨® alguien que sab¨ªa muy bien de lo que hablaba. Warren Buffet, que no es precisamente un empresario cualquiera, sino uno de los m¨¢s grandes inversores del mundo. Sab¨ªa perfectamente que esta frase era la excusa perfecta para mantener pr¨¢cticas corruptas en una organizaci¨®n. Esta oraci¨®n alarma se pudo aplicar perfectamente a los sucesivos presidentes del FC Barcelona cuando, uno tras otro, segu¨ªan pagando al vicepresidente de los ¨¢rbitros, Enr¨ªquez Negreira, pues los anteriores presidentes tambi¨¦n ¡°lo hac¨ªan¡±.
La otra oraci¨®n alarma es: ¡°D¨¦jennos trabajar¡±, y quien la pronunci¨® recientemente fue el presidente la Real Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol (RFEF). El sentido era distinto. Mientras que Buffet lo hac¨ªa como advertencia, Rubiales lo hac¨ªa como petici¨®n para seguir gestionando la federaci¨®n a su entera y discrecional voluntad, como hacen tantos presidentes de federaciones deportivas. La estructura de poder de las federaciones deportivas es tan jer¨¢rquica que en los manuales es frecuente calificar tal estilo de gesti¨®n como el modelo emperador. Rubiales ha sido y es, de momento, el ejemplo paradigm¨¢tico de emperador. De ah¨ª que reclame que le dejen a ¨¦l y a los suyos trabajar sin obst¨¢culos, l¨ªmites y hasta sin cr¨ªticas.
El clientelismo
En efecto, si algo caracteriza a su mandato en la RFEF es deshacerse de los posibles impedimentos que pudieran oponerse a su voluntad. El episodio m¨¢s emblem¨¢tico de este deseo fue la remoci¨®n del comit¨¦ de ¨¦tica, un organismo que, como se puede suponer, tiene como competencia aplicar las normas de un c¨®digo ¨¦tico que previenen y sancionan acciones contrarias a la ¨¦tica deportiva, pero tambi¨¦n las contrarias a una gesti¨®n organizativa acorde con los principios morales m¨¢s elementales. Dicho comit¨¦ estaba compuesto por profesores de universidad, tambi¨¦n expertos jur¨ªdicos y, adem¨¢s, sin ninguna vinculaci¨®n previa con la federaci¨®n y sin conflictos de intereses.
Tras haber modificado el c¨®digo en ese momento vigente para dotarlo de normas claras respecto a las infracciones y las sanciones aplicables, dos de sus miembros deciden dimitir (el tercero fue cesado a las pocas horas) al comprobar que sus ideas acerca de los fines y competencias del comit¨¦ no era compartida por la c¨²pula de la federaci¨®n. Probablemente, hab¨ªan ido demasiado lejos en su celo de investigar comportamientos sospechosos de presidentes federativos territoriales. Quien conozca el mundo federativo sabe de la fuerte dependencia (clientelismo) del presidente de la RFEF de los presidentes de las federaciones territoriales. En esas mismas fechas, tambi¨¦n hab¨ªa dimitido la vicepresidenta y, a la vez, directora de integridad. ?Casualidad?
Al poco tiempo, la federaci¨®n nombra un nuevo comit¨¦, pero se reforma el c¨®digo ¨¦tico con el objetivo de suprimir la posibilidad de que sus miembros pudieran sancionar a los miembros de la federaci¨®n que pudieran cometer una infracci¨®n. Ahora solo podr¨ªan elevar recomendaciones al presidente. Es decir, que este tendr¨ªa un poder omn¨ªmodo para decidir sancionar (o no) a los integrantes de la federaci¨®n y a ¨¦l mismo. Es decir, que ser¨ªa ¡°el emperador¡± elevado a la en¨¦sima potencia.
La pasividad del CSD
Los lamentables y vergonzosos comportamientos del presidente en el palco de autoridades y en la entrega de medallas en la reciente Copa del Mundo de f¨²tbol femenina podr¨ªan ser interpretados como el culmen de alguien que se cree con un poder omn¨ªmodo ¡ªy, por lo tanto, intocable¡ª aderezado con los rasgos propios de su peculiar personalidad. Pero ser¨ªa ingenuo pensar que el diagn¨®stico solo reposa en los m¨¦ritos personales de Rubiales. Habr¨ªa que dirigir la mirada hacia las personas que en la federaci¨®n lo han apoyado. Algunos quiz¨¢ pensaron inicialmente que podr¨ªan domesticar a la bestia, pero fueron ellos los asilvestrados, pasando de asumir una razonable lealtad a una injustificable adhesi¨®n ciega que les imped¨ªa decir que no (o de renunciar a sus cargos).
Pero no solo hay que mirar hacia abajo, tambi¨¦n hacia arriba. La flagrante pasividad del Consejo Superior de Deporte (CSD) ante los varios desmanes en los que ha estado envuelta la gesti¨®n de la federaci¨®n durante estos a?os es incomprensible y no se puede alegar su car¨¢cter privado para justificar la falta de control y, eventualmente, la adopci¨®n de decisiones que acaben con la inhabilitaci¨®n de un presidente de federaci¨®n. Porque esa es una competencia del Gobierno a trav¨¦s del CSD. Si no se hace es porque no se quiere y habr¨ªa que explicar las razones.
En todo caso, la soluci¨®n no puede reducirse a un puntual cambio de presidente-emperador. Deber¨ªa aprovecharse la oportunidad para abordar de forma seria la reforma de las federaciones para que dejen de tener ese tufo de organizaciones t¨®xicas y pasen a tener un esquema m¨¢s cercano a organizaciones donde no rija el modelo emperador, sino uno de gobernanza apoyado por una ¡°cultura ¨¦tica¡±, m¨¢s transparente y con mayor grado de rendici¨®n de cuentas.
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