Fray Casta?o se quit¨® el h¨¢bito
El ni?o que iba para cura se mir¨® un d¨ªa al espejo y decidi¨® que aquel no era su mundo. Redirigi¨® su fe e invent¨® una manera de hacer radio. ¡°Cuando falte, que no intenten buscar otro Pepe Domingo: no son bienvenidas las imitaciones¡±, dijo
El impacto en la radio espa?ola de Pepe Domingo Casta?o ha sido tan grande que la frase m¨¢s famosa de los domingos de f¨²tbol durante much¨ªsimos a?os no iba de f¨²tbol, no la pronunciaba ¨¦l y su producto perjudica seriamente la salud: ¡°Pepe, un purito¡±. Pero todo en Jos¨¦ Domingo Casta?o Soler acab¨® siendo leyenda. Tanto que tuvo que publicar el a?o pasado una autobiograf¨ªa, Hasta que se me acaben las palabras (Aguilar), para dejar por escrito una vida que corr¨ªa el riesgo, de no ser contada por ¨¦l mismo, de pasar a ser una cantiga popular.
Una vida en la que al segundo de doce hermanos lo mandan a los nueve a?os a un convento en Asturias a hacerse fraile, lo deja a los 14 sin avisar a sus padres y regresa a casa en un viaje en tren interminable (conoce a un soldado y le miente diciendo que era estudiante, a lo que el soldado responde: ¡°Pues tienes una cara de cura¡¡±) y se presenta de golpe en casa (¡°?c¨®mo te atreves?¡±, le espeta su padre) causando un drama familiar (¡°hay d¨ªas en la vida que est¨¢n hechos para el llanto. Y hay que llorar, porque a los hombres les dignifica ser capaces de demostrar lo que anda picando la sangre¡±); un d¨ªa que recuerda, sesenta a?os despu¨¦s, con estas frases: ¡°Nunca llegu¨¦ a entender por qu¨¦ mis padres tra¨ªan cada a?o un hijo al mundo. Para sufrir, quiz¨¢s; para no sufrir solos, tal vez (¡) A mis hermanos los quer¨ªa, casi siempre desde la lejan¨ªa, pero los quer¨ªa, los recordaba, los a?oraba. Pero eran tantos¡ Es tan dif¨ªcil amar tantos a la vez¡±.
Su primera exclusiva se la tuvo que callar: su padre, ahogado por la econom¨ªa familiar, se meti¨® en una trama de contrabando de tabaco que el adolescente Casta?o descubri¨® entrando a hurtadillas en el fayado de casa. Un d¨ªa un barco fue apresado y la carga desperdigada; la Guardia Civil prometi¨® a los chavales que se llevar¨ªan algo del tabaco que encontrasen, y particip¨® ¡°para no despertar sospechas¡±, si bien se pas¨® esos d¨ªas mordi¨¦ndose la lengua porque conoc¨ªa los detalles mejor que las autoridades. Harto de su trabajo, de su pueblo, de su gente y de su vida, cuando ya era cantante de los Blue Sky, una banda que actuaba por pueblos y aldeas gallegas, una noche volv¨ªa con el resto del grupo en un Seat blanco cuando de repente escuch¨® en la radio: ¡°Atenci¨®n, queridos oyentes de Radio Galicia, de la Sociedad Espa?ola de Radiodifusi¨®n. Esta emisora convoca a trav¨¦s de este comunicado un concurso para elegir nuevas voces¡±.
Ese anuncio cambi¨® su vida y terminar¨ªa alegrando la nuestra. Ten¨ªa sue?os de grandeza y no lo ocultaba. Se preguntaba qu¨¦ dir¨ªan en A Picusa, la f¨¢brica de curtidos en la que lo hab¨ªan colocado tras frustrarse su carrera de sacerdote. Y su imaginaci¨®n vol¨® tanto imaginando emisoras de lujo, gente encantadora sonriendo y tecnolog¨ªa punta (¡°el gran templo de la palabra de cristales relucientes, micr¨®fonos por todas partes y voces bien timbradas que presentaban discos y daban noticias de vez en cuando¡±), que cuando lleg¨® a aquella Radio Galicia se le cay¨® el alma a los pies: una escaleras desvencijadas, un piso oscuro con desconchados, un micr¨®fono colgado del techo y una se?ora calcetando y colocando discos que, de vez en cuando, se acercaba al micro a decir cuatro cosas. Sobre todo, una cola enorme de candidatos. ?l era el pen¨²ltimo en hacer la prueba. Lo hizo tan bien y de tal manera que llamaron al ¨²ltimo por cortes¨ªa (¡°no te vayas, qu¨¦date y espera a que haga ¨¦ste la prueba¡±).
Una de sus ¨²ltimas entrevistas ¨Co la ¨²ltima, qui¨¦n sabe¨C la dio al portal web de los dominicos, la orden religiosa de su ni?ez y adolescencia. Fue a primeros de julio. All¨ª cont¨® dos cosas espl¨¦ndidas. Una, el momento en que decidi¨® que el sacerdocio no era para ¨¦l: ¡°Cuando me empezaron a llamar fray Casta?o, cuando me pusieron el h¨¢bito en Palencia, en el convento de San Pablo. Me miraba al espejo, me ve¨ªa con aquel h¨¢bito y no me lo cre¨ªa y me dec¨ªa: ¡®?Qu¨¦ pinto aqu¨ª si realmente yo he venido aqu¨ª a estudiar?¡¯ Yo nunca pens¨¦ en ser fraile pero claro, el contacto con ellos, luego ya el noviciado, est¨¢s all¨ª todo el d¨ªa rezando¡¡±. Y la segunda, cuando dos meses antes de morir intenta imaginar una radio deportiva, su Tiempo de Juego en la Cadena Cope, sin ¨¦l, sin Pepe Domingo Casta?o: ¡°Que no intenten buscar otro Pepe Domingo, porque en la radio no son bienvenidas las imitaciones. Yo cubr¨ª una etapa, hice una radio que revolucion¨® un poco la publicidad y espero que detr¨¢s de m¨ª venga otra persona, hombre o mujer, que revolucione tambi¨¦n la publicidad a su estilo y que haga lo que he hecho yo pero con otras ideas¡±.
Cuando decidi¨® mentir en la f¨¢brica para poder ir a Santiago a hacer la prueba de locutor, fantase¨® con que, si ganaba el concurso, podr¨ªan escucharlo en Padr¨®n todos los d¨ªas, que es algo que muchas estrellas de la radio y de la televisi¨®n hacen: para que alguien les escuche en casa, se dirigen a todo el pa¨ªs. ?l lo hizo durante tantos a?os y con tanto ¨¦xito que ha terminado muriendo sin jubilarse. Hace dos a?os escrib¨ªa que ni la tele ni la canci¨®n iban a entrar en la sala de trofeos de su nostalgia. ¡°S¨®lo estar¨¢n los amigos de verdad, la familia, los maestros que me ayudaron a hablar y a vivir, y la radio, esa especie de divinidad sonora a la que he adorado y seguir¨¦ adorando hasta que se me acaben las palabras¡±.
Puedes seguir a EL PA?S Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.