¡°As¨²stalo, al rival as¨²stalo¡±
El tenis y el f¨²tbol est¨¢n llenos de gente que no son necesariamente virtuosos ni estar¨¢n nunca en los primeros puestos ATP o ser¨¢n candidatos a Bal¨®n de Oro, pero han aprendido un oficio y lo defienden a muerte con sus pocos recursos
Una de mis ¨²ltimas jugadas como aspirante a futbolista profesional, o sea amateur, ocurri¨® cuando desde mi posici¨®n de delantero en el Portonovo B Juvenil segu¨ª la marca de uno que empez¨® a correr la banda y, no s¨¦ c¨®mo, se le abri¨® camino hasta la porter¨ªa, ¨¦l solo. Yo iba corriendo pis¨¢ndole los talones, pr¨¢cticamente a su lado, y de vez en cuando estiraba m¨¢s la pierna derecha, pisando fuerte el c¨¦sped, como si le fuese a hacer un tackle en cualquier momento. Mi entrenador, en la banda, con la cara roja, gritaba: ¡°?Eso, eso! ?As¨²stalo, que se cague de miedo!¡±. Fue en esa carrera cuando supe que al terminar el partido me ten¨ªa que retirar. No es que no supiese defender: es que no sab¨ªa quitarle el bal¨®n. Ten¨ªa que entrarle, s¨ª, pero ?y si le hac¨ªa falta sin querer?
La idea de mi rival se fuese al suelo por mi culpa me mareaba f¨ªsicamente. As¨ª seguimos en carrera, ¨¦l esperando mi entrada y yo amenaz¨¢ndole con pisadas fuertes, como un toro que no termina de arrancar, para que se pusiese nervioso a ver si perd¨ªa el bal¨®n debido a la angustia de mi presencia amenazante, pero marc¨® gol y fue a celebrarlo con sus compa?eros a un c¨®rner mientras mi entrenador, reventado, me gritaba: ¡°?Pero vete, corre all¨ª a asustarlos! ?Pisa cerca, que sepan que los vigilamos!¡±.
La historia me recuerda vagamente ¨Cno s¨¦ por qu¨¦¨C a la de aquel ministro de Franco que estaba cagado de miedo porque hab¨ªa escuchado que lo iban a destituir. Que cualquier d¨ªa aparecer¨ªa el motorista con la carta, lo cual era verdad: Franco le hab¨ªa bajado el dedo. Un d¨ªa, en una recepci¨®n con el dictador, este ministro se acerc¨® a ¨¦l para expresarle su angustia. Franco lo escuch¨® con cara de gravedad, y le dijo preocupado: ¡°Est¨¢ claro que vienen a por nosotros¡±.
Me retir¨¦ del f¨²tbol y quince a?os despu¨¦s, viendo la tele, me enter¨¦ de que si le pegas una hostia con el hombro al hombro del rival es ¡°carga legal¡±, o sea que me pas¨¦ la vida tirado en el campo protestando faltas que todo el mundo sab¨ªa que no eran, incluidos mis compa?eros. Fue divertido. Lo fue porque adem¨¢s yo jugaba infinitamente mejor al tenis, de hecho era el deporte al que entrenaba varias horas al d¨ªa y con el que viajaba de torneo en torneo, pero me empe?aba en ser futbolista como esos registradores de la propiedad que me esperan tras las presentaciones para pedirme consejos para ser escritores. ¡°?Pero escritores malditos?¡±. Yo consejos no doy a nadie sobre nada, pero s¨ª escucho y atiendo porque hay un romanticismo impactante en su decisi¨®n: su sue?o es escribir un libro como el m¨ªo, siendo un tenista notable, era el de ser futbolista sin tener ning¨²n talento, salvo el de la comedia. Y con ello no doy por hecho que ellos ese talento no lo tengan, pero de no tenerlo me parecer¨ªa m¨¢s loable ese empe?o.
Entre los nuevos prop¨®sitos del a?o nuevo est¨¢ el de aprender, por fin (hubo un intento anterior), a hacer algo para lo cual no estoy dotado de talento alguno, como tocar el piano. No hace falta ser un virtuoso (nunca lo ser¨¦), pero s¨ª se puede aprender a tocarlo. Del mismo modo que el tenis y el f¨²tbol est¨¢n llenos de gente que no son necesariamente virtuosos ni estar¨¢n nunca en los primeros puestos ATP o ser¨¢n candidatos a Bal¨®n de Oro, pero han aprendido un oficio y lo defienden a muerte con sus pocos recursos, que suelen ser m¨¢s que los de los talentosos vagos que a los 15 a?os creen que con el polvillo del ala de mariposa (as¨ª defin¨ªa Hemingway el talento de Fitzgerald) basta. Y nunca basta nada, ni al que tiene todo le basta. El ¨¦xito es tan invisible e impredecible como el carisma.
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