Mejor Rodrygo que Rodri Goes
El delantero del Real Madrid se queja de su nuevo rol en un ataque saturado de talento, y lo hace por sensaciones, que suele ser la antesala del verdadero malestar
No es ning¨²n secreto que Rodrygo Goes lleg¨® a tenerlo todo acordado con el Bar?a (¨¦l mismo lo ha explicado en alguna entrevista), pero apareci¨® el Real Madrid y aquello termin¨® como la conversi¨®n de San Pablo camino de Damasco, pues ya se sabe que no hay fichaje blanco cuya historia esquive lo b¨ªblico, lo ¨¦pico y hasta lo sobrenatural. Desde ni?os que nacieron para jugar en el Madrid, hasta verdades reveladas en sue?os, a lo largo de los ¨²ltimos a?os hemos visto casi de todo. Y debe ser por esto que una buena parte de los aficionados ya no se decepciona tanto por la falta de rendimiento como por la ausencia de relato, acaso el nuevo opio del pueblo.
Aquella fue una decisi¨®n que doli¨® en Barcelona y en casi cualquier parte del mundo donde late un escudo con la Creu de Sant Jordi, la senyera y la bandera blaugrana. Quiz¨¢ no inmediatamente, pues faltaba por comprobar la aut¨¦ntica val¨ªa de Rodrygo y la Masia luc¨ªa escaldada por tantos meninos que llegaban como el pr¨®ximo Pel¨¦ y se marchaban pensando en la FP como una alternativa plausible. Ni tampoco fue un dolor abrasivo, como el del desamor, pues ser aficionado del Bar?a se parece mucho en los ¨²ltimos tiempos a cocinar desnudo y que una min¨²scula gota de aceite te salpique el pecho, justo al lado del coraz¨®n.
No tard¨® el ni?o bonito de la cantera del Santos en descubrir qu¨¦ es el Real Madrid, un club que te entrega la gloria un jueves y te lleva al dentista un domingo, m¨¢s pendiente de lo que el futbolista es capaz de ofrecer que de las necesidades emocionales de este. El Santiago Bernab¨¦u, que tantas veces funciona como un microondas que derrite a los contrarios, tambi¨¦n se revela, a menudo, como una incubadora con las resistencias alteradas donde el polluelo que no crece se abrasa. Lo consigui¨® Rodrygo, con su cara pubescente y un padre m¨¢s joven que algunos compa?eros de vestuario. Se adapt¨® a las brasas, creci¨®, soport¨® el peso de la historia madridista y se hizo con un hueco entre la idolatr¨ªa merengue hasta que la llegada de Kylian Mbapp¨¦ lo ha situado frente a la en¨¦sima prueba de fuego.
Anda inc¨®modo el brasile?o con el nuevo rol que la cr¨ªtica parece haberle otorgado. Ni siquiera el propio club, o su entrenador. Y ha bastado una minucia de portadas, de esas que se dedican a bautizar triadas con las iniciales de los futbolistas, para que Rodrygo haya ca¨ªdo en la trampa de lo que casi nunca importa cuando el bal¨®n comienza a rodar, de los juegos pueriles y el complejo del desplazado: lo que no consigui¨® el azote de la grada, o el despiadado escrutinio de la prensa, lo ha logrado un simple acr¨®nimo.
De esto, en gran medida, parece quejarse Rodrygo Goes en las ¨²ltimas semanas cada vez que le preguntan por su nuevo rol en un ataque saturado de talento. Y lo hace no tanto por una inquietud objetiva, pues su puesto en el once parece inamovible, sino por una cuesti¨®n de sensaciones, que suele ser la antesala del verdadero malestar. Lo que nadie le ha contado al brasile?o es que, de haber optado por el Bar?a, quiz¨¢s su leyenda estar¨ªa hoy ligada al diminutivo, un vicio muy propio del universo azulgrana y que reduce a sus estrellas al oprobio del medio nombre terminado en vocal: date un peque?o respiro, Rodri Goes, y disfruta.
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