T¨² de qu¨¦ vas
?No creemos de verdad, y profundamente, aunque jam¨¢s lo vayamos a decir en p¨²blico, que somos mejores que la gente que nos pregunta ir¨®nicamente si somos mejores que ellos?
Nos subimos a un taxi de camino al Bernab¨¦u. El taxista llevaba el m¨®vil en uno de esos brazos que salen del cristal e informan al conductor de la ruta y asuntos personales con los que no contaba. Por eso, sentado en el centro de los asientos traseros, vi que le llegaba al ch¨®fer un whatsapp al m¨®vil: ¡°?T¨² de qu¨¦ vas?¡±. Sac¨® la mano del volante r¨¢pido como un ninja y despach¨® para arriba ese preaviso de WhatsApp que le hab¨ªa llegado a la pantalla de inicio. Pero dura poco la alegr¨ªa en casa del pobre. Al momento, otro pitido nos puso alerta a todo el taxi y media Castellana: ¡°?Te crees mejor que yo?¡±. Todo el coche ya era silencio. La pregunta no era moco de pavo. Yo me qued¨¦ d¨¢ndole vueltas. ?No nos creemos, ¨ªntimamente, mejor que los dem¨¢s? ?No creemos de verdad, y profundamente, aunque jam¨¢s lo vayamos a decir en p¨²blico, que somos mejores que la gente que nos pregunta ir¨®nicamente si somos mejores que ellos? Por supuesto que lo somos, aunque no lo seamos: hay preguntas que remueven. El taxista no se anduvo con contemplaciones y volvi¨® a mandar el mensaje a las nubes con los dedos. Parec¨ªa Gene Kelly.
Nunca se hizo tan largo el trayecto a un estadio. Casi era mejor que diesen el partido por suspendido. El hombre, mediana edad, andaluz seg¨²n nos dijo (pero no entramos en preguntas m¨¢s inc¨®modas que pudiesen relacionar nuestro inter¨¦s con sus mensajes), actuaba de forma tan natural que cualquiera dir¨ªa que estaba acostumbrado a conducir sus crisis como sus coches, o sea tarifando. ¡°Ver¨¢s t¨² lo que haces¡± fue el ¨²ltimo mensaje que le¨ªmos. Lo ley¨® todo el taxi, pero en realidad era como si lo hubiese le¨ªdo todo el Bernab¨¦u. No hubo preguntas, aunque el hombre se sinti¨® obligado a dar respuestas porque sospechaba que aquel asunto suyo era trending topic ¨ªntimo en el coche. Cogi¨® mucho aire en su pecho sereno, cuerpo de hombre de 50 o 60 a?os, qui¨¦n sabe la edad que tiene un hombre sentado al volante, y dijo subiendo el volumen de la radio: ¡°A ver si gana hoy el Madrid¡±. Se qued¨® en silencio, esperando que dij¨¦semos algo que no dijimos.
Ah¨ª estaba el f¨²tbol un domingo al mediod¨ªa en sus dimensiones ¨¦picas al rescate de todo. ?Al final a aquel hombre que le quedaba? Su equipo. Un equipo sin ideolog¨ªa, sin poes¨ªa, sin relato, sin narrativa: un equipo que, cuando tu mujer te dice ¡°t¨² de qu¨¦ vas¡±, gana 2-0 al Getafe encogi¨¦ndose de hombros: he aqu¨ª una certeza, gris si se quiere, rutinaria sobre todo, pero Florentino P¨¦rez no te va a mandar un WhatsApp delante de tus amigos que diga ¡°t¨² de qu¨¦ vas¡±. Marcar¨¢ el franc¨¦s, marcar¨¢ el ingl¨¦s, y el equipo se ir¨¢ para la cama en medio de su gran crisis a un punto del l¨ªder con un partido menos y media plantilla en el hospital. Una victoria sin mucha historia, sin armar pifostios, sin jugar un f¨²tbol excelso: gana a secas, y alivia las pocas horas que quedan del domingo para entrar a trabajar el lunes a primera ahora de otro humor. Hay problemas terribles en la vida de cada uno, problemas que a veces te estallan en la cara cuando llevas a unos clientes en coche; entonces coges aire y dices ¡°a ver qu¨¦ hace hoy el Madrid¡± porque, chico, si algo puede ir bien en tu vida lo m¨¢s probable es que eso vaya a ser el Madrid.
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