¡®Er fettina¡¯ contra la Inteligencia Artificial
Claudio Ranieri, el hijo del carnicero de Testaccio, abandona la jubilaci¨®n para rescatar a su Roma del desastre: era el ¨²nico que ten¨ªa el libro de instrucciones de un aparato emocional tan complejo
El f¨²tbol todav¨ªa puede explicarse o desconcertarle a uno fuera del fr¨ªo per¨ªmetro de las estad¨ªsticas, la inteligencia artificial y la t¨¢ctica cient¨ªfica. Quiz¨¢ la imagen que mejor explicar¨ªa esa rom¨¢ntica esperanza es la del viejo Claudio Ranieri regresando por tercera vez en su vida a la Roma y entrando en Trigoria cogido de la mano de su nieto peque?o. Er fettina [el loncha en romanesco], as¨ª le llaman en la capital mundial de los motes y de la mala leche por ser el hijo de Mario, el carnicero de Testaccio, uno de los barrios m¨¢s populares y romanistas de la ciudad, es la soluci¨®n de urgencia de los propietarios estadounidenses de la Roma para intentar arreglar un experimento que ya no entend¨ªan ni ellos. Es como volver a navegar a vela y siguiendo las estrellas cuando el motor y el sistema inform¨¢tico del barco se han fundido definitivamente en plena noche.
La tempestad que suele arreciar cuando Mourinho se marcha ¡ªo le echan¡ª de cualquier lugar fue demasiado violenta en el caso de la Roma. El viento se hab¨ªa vuelto extra?o, y tras la ilusi¨®n del momento De Rossi, a quien el club renov¨® por tres temporadas en verano, le puso un sueldo de tres millones al a?o y despidi¨® al cabo de tres partidos a comienzos de esta, lleg¨® el caos. Juric, un t¨¦cnico m¨¢s bien de provincia ¡ªToro, Verona, Genoa¡¡ª, lleg¨® de forma inexplicable para sustituir a una leyenda y sali¨® propulsado al cabo de 12 jornadas por la rabia de la afici¨®n contra los Friedkin por no entender nada de lo que significaba el club.
No es f¨¢cil mantener la calma en una ciudad con 40 emisoras que ofrecen el minuto a minuto del estado emocional de un sentimiento como el romanismo, pero el momento se fue de madre. Los tifosi rastreaban el avi¨®n de los propietarios para demostrar que les importaba un bledo lo que pasaba en Roma, porque ellos estaban en Dubai o en las Maldivas gast¨¢ndose el dinero, mientras en la Curva Sud las pasaban canutas. Pancartas, protestas, coros en la grada. As¨ª que los propietarios tiraron la toalla y llamaron a la ¨²nica persona con el libro de instrucciones de ese aparato emocional tan extra?o.
Claudio Ranieri, 73 a?os, estaba jubilado. Disfrutaba de sus nietos. Recordaba en el sill¨®n de casa sus primeros partidos en el campo de tierra en el barrio de San Saba. Los tiempos del Valencia, de la Roma ¡ªdos veces antes de esta ¨²ltima¡ª del Chelsea, y, sobre todo, su legendaria gesta llevando al Leicester a lo m¨¢s alto con la primera liga de su historia. Pero Ranieri, que hab¨ªa anunciado que el Cagliari hab¨ªa sido su 15? y ¨²ltimo equipo, pens¨® que le deb¨ªa un ¨²ltimo baile al equipo donde comenz¨® jugando. ¡°Estaba jubilado. Y me crean o no, rechac¨¦ m¨¢s ofertas en este periodo que cuando gan¨¦ la premier con el Leicester. A todos les dije lo mismo: solo volver¨ªa por dos motivos, el Cagliari o la Roma, donde comenc¨¦ como entrenador y como jugador¡±.
As¨ª que Er fettina se queda, y si hay que bajar, dicen los aficionados, se bajar¨¢ con ¨¦l. Por si ¨¦l ten¨ªa dudas, el club le ha prometido al hijo del carnicero uno de esos exotismos m¨ªsticos romanos: este a?o ser¨¢ entrenador y el siguiente participar¨¢ en la decisi¨®n sobre el nombre de su sucesor. ?En calidad de director deportivo? De consultor, alegan. Es decir, simplemente, como romanista.
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