Tadej Pogacar ataca y gana en los Pirineos y agranda su ventaja en el Tour de Francia
El esloveno lanza su ofensiva a falta de poco m¨¢s de cuatro kil¨®metros y saca en meta 39s a Vingegaard y 1m 10s a Evenepoel en su lucha por ganar la ronda francesa
El Tour es un concierto en los Pirineos, y un sol, un gigante, un maillot amarillo que improvisa, jazz ligero, ¨¢gil, un vibr¨¢fono juguet¨®n, golpes r¨¢pidos, r¨ªtmicos, un crescendo en las laderas graves de Pla d¡¯Adet, pasado el monumento a Poulidor en el escenario de la ¨²ltima exhibici¨®n del ciclista que sufri¨® a Anquetil y a Merckx con la gorra siempre torcida y el gesto ce?udo. Tadej Pogacar, tan concentrado en su solo, le pasa al viejo Poulidor de bronce sin siquiera inclinar la cabeza en gesto de respeto. No es que no le quiera celebrar a uno de los cl¨¢sicos, tampoco tiene tiempo que perder. Jonas Vingegaard persigue. Son cinco kil¨®metros de frenes¨ª, el tiempo de un par de asaltos, de golpes repetidos, que el dan¨¦s encaja y acusa. Les une una cuerda que se estira, que se estira, unos pocos metros, alguno m¨¢s, unas motos que ayudan, que disimulan el retraso, una inmensidad decididamente, y se rompe finalmente en el ¨²ltimo kil¨®metro. En 13 etapas, 2.300 kil¨®metros, monta?as, abanicos, contrarreloj, gravilla blanca, descensos temerosos y nubes negras, Vingegaard, regresado de la muerte casi, solo hab¨ªa perdido 74 segundos ante el esloveno en ebullici¨®n, acelerado y ansioso por darle el golpe de gracia cuanto antes. En cinco kil¨®metros de una ascensi¨®n no tan dura al final de una etapa interpretada al ritmo de los gregarios gigantescos del esloveno ¡ªWellens, Soler, Sivakov¡ª, mulas pesadas y perseverantes que aplanan las monta?as con su rodillo, el dan¨¦s cede 39s (m¨¢s cuatro de bonificaci¨®n).
La carrera bascul¨®, ¡°un punto de inflexi¨®n¡±, dijo Vingegaard, en la etapa del Macizo Central. Como en una marcha de ida y vuelta, un tiovivo de feria, vuelve a bascular el primer d¨ªa de los Pirineos, una etapa corta, de cuatro horas. En la general, casi dos minutos (1m 57s) a favor del esloveno y su alegr¨ªa infantil, su despreocupaci¨®n aparente, su apetito. ¡°?Venganza? ?C¨®mo que venganza? El ciclismo no es una guerra. El ciclismo es un juego con el que nos divertimos y en el que unas veces ganas y otras pierdes y para m¨ª hoy ha sido una gran victoria. Ganar una etapa en el Tour est¨¢ por encima de cualquier cosa, y si la ganas de amarillo ya no s¨¦ con qu¨¦ se puede comparar¡±, dice despu¨¦s Pogacar, y su forma de expresarse, y su sonrisa, que siempre compite con el brillo de su maillot amarillo, y a veces le derrota, reflejan quiz¨¢s su alma de ni?o. Y est¨¢ feliz porque despu¨¦s de que le dijeran que no sabe comer, que no sabe correr, que si segu¨ªa as¨ª solo favorecer¨ªa a su rival, ha improvisado y ha sorprendido: un ataque a cinco kil¨®metros solo no es un hecho muy habitual en el ciclista de las largas hom¨¦ricas fugas. Y se r¨ªe con fuerza. ¡°Me lo estoy pasando tan bien que creo que esto no puede durar muchos a?os, as¨ª que solo pienso en disfrutar unos momentos que quiz¨¢s no volver¨¢n¡±.
? @TamauPogi big ATTACK!
— Tour de France? (@LeTour) July 13, 2024
? ?norme ATTAQUE de @TamauPogi #TDF2024 pic.twitter.com/Z2T3DiZOjI
El ciclismo es un juego m¨¢s importante que la vida a veces, y roza la muerte tambi¨¦n, y cuando lo juegan Pogacar y Vingegaard es un combate sin fin que continuar¨¢ el domingo, corregido y multiplicado con la etapa reina del Plateau de Beille, tras 200 kil¨®metros (m¨¢s de cinco horas) y 4.800 metros de desnivel distribuidos en cuatro primeras y un hors cat¨¦gorie. ¡°No dir¨ªa que estoy triste, pero un poco s¨ª¡±, dijo Vingegaard. ¡°Pogacar tiene m¨¢s potencia total y por eso hizo la mayor diferencia en el ¨²ltimo kil¨®metro, en falso llano descendente, porque en lo m¨¢s duro mantuve la diferencia controlada. De todas formas, el domingo me viene mucho mejor. Hoy era un d¨ªa corto. A m¨ª me favorece cuanto m¨¢s largo y m¨¢s duro sea el recorrido¡±.
Vida, muerte, juego¡ Y m¨²sica siempre, el ciclismo es m¨²sica y en el Tourmalet de Oier Lazkano fugado ¡ªel 14? espa?ol que pasa en cabeza el padre de los Pirineos, que se ha subido ya 87 veces, empezando por Trueba en 1933¡ª, suena el vals de Maurice Ravel, y el gigante alav¨¦s, sus vatios totales tan altos, tan bien alimentados, tanta potencia, y sus gemelos desmesurados por los que las venas trazan surcos azules, como r¨ªos en relieve en un mapa, es el contrabajo, los latidos de su coraz¨®n, pomposo y casi tr¨¢gico, que no se compadece bien con la alegr¨ªa de mit¨®mano que siente al escribir su nombre en el Tourmalet (y llevarse una prima de 5.000 euros por la proeza) en el Tour de su debut, en el que ya se ha hecho un fijo en el grupo de testarudos admirables que, liderados por el rebelde irland¨¦s Healy, se niegan a aceptar que solo Vingegaard maneje la batuta y solo Pogacar se permita solos interminables. El de vibr¨¢fono, los 12 minutos en Pla d¡¯Adet, lo inici¨® as¨ª, con un chasquido de dedos casi, despu¨¦s de que, quiz¨¢s su alma aburrida en la tarde de julio interminable, ordenara a su segundo en la orquesta UAE, el ¨¢gil ingl¨¦s Adam Yates, que lanzara una chinita en el agua tranquilo del grupo de favoritos adormecidos en el tran tran de Sivakov para ver qu¨¦ pasaba. Nadie respondi¨® a la aceleraci¨®n controlada del ingl¨¦s, que se volv¨ªa y volv¨ªa esperando la decisi¨®n de su jefe. Este, pensando con raz¨®n que nadie iba muy fuerte, agarr¨® las baquetas y empez¨® a repiquetear sobre el asfalto el ritmo de una danza tan alegre como un sue?o de una noche de verano sin fin. Detr¨¢s, pesados, remolones, respondieron los pocos que pod¨ªan, Vingegaard, Evenepoel, que en el segundo Tourmalet de su vida, tras el desastre de la Vuelta pasada, mantuvo el tono, y Carlos Rodr¨ªguez, el martillo pil¨®n que no cesa ni se rinde. Los cuatro primeros de la general.
Puedes seguir a EL PA?S Deportes en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.