Pogacar gana en Isola 2000 su cuarta etapa y sentencia definitivamente el Tour de Francia
El esloveno llega en solitario a meta de la primera jornada alpina y aumenta su ventaja sobre Vingegaard y Evenepoel en la general
Nada m¨¢s cruzar la l¨ªnea de meta, Jonas Vingegaard alarga su mano izquierda y busca la derecha de Remco Evenepoel, unos cent¨ªmetros por delante. Los humanos, felices, se dan la mano. Vingegaard luego se deja querer por su amor, Trine, que lo abraza y lo arropa y luego le deja que se derrumbe exhausto sobre la bici, y que con grandes suspiros espasm¨®dicos recupere la respiraci¨®n.
El hombre de otro tiempo, ¨¦l, se bebe una botellita de agua de un trago. Ni un gesto de fatiga en su rostro sereno, ni una gota de sudor, casi una sonrisa.
Es Tadej Pogacar. Ha llegado a la meta el primero, 1m 42s antes que sus compa?eros de podio, a los que aventaja en cinco y en siete minutos en la general, respectivamente. El Tour no ha acabado. No quiere el esloveno que acabe. Necesita dos d¨ªas m¨¢s de etapas en su jard¨ªn, tan cerca de su Montecarlo, para festejar la apoteosis de su tercer Tour despu¨¦s de dos a?os derrotado por Jonas Vingegaard con m¨¢s fuegos artificiales at¨®micos: ha ganado ya cuatro etapas, no le importar¨ªa ganar seis. ¡°Un Tour lo perd¨ª porque me equivoqu¨¦ siguiendo los ataques de Roglic y Vingegaard [Galibier 2021], el otro porque lo corr¨ª con la mu?eca medio rota y una f¨¦rula¡±, dice. ¡°Vuelvo a ser el viejo yo, y todav¨ªa mejor¡±.
As¨ª habl¨® Pogacar. El nuevo Pogacar. Otra dimensi¨®n.
Here we go @TamauPogi ?
— Tour de France? (@LeTour) July 19, 2024
C'est parti pour @TamauPogi?#TDF2024 pic.twitter.com/5eJ7UABDG1
Richard Carapaz mira hacia arriba y s¨ª distingue la Cima de la Bonette, la monta?a misteriosa cuyo cuello picudo rodea a 2.802 metros de altitud, y cuando lo hace se siente en casa, en la altura de su Carmelo, el pueblo del Carchi, 2.830 metros, en su Ecuador, en su vida cuando se levantaba a las cinco de la ma?ana para orde?ar las vacas de su abuelo. En la altura, donde otros encuentran mon¨®xido ¨¦l la goza con el ox¨ªgeno, su cuerpo habituado, sus vasos sangu¨ªneos eficientes como las ca?er¨ªas de riego por goteo. Cada gota de sangre es la vida, un tesoro en el ciclismo antiguo, que es el que interpreta como nadie el campe¨®n ol¨ªmpico. Punt¨²a el primero en la Cima. Suma 40 puntos. De repente es el rey de la monta?a, como ya lo fue hace cuatro a?os. Una etapa de desgaste, como las de antes, como la de Miguel Indurain en el mismo territorio hace 31 a?os, cuando al final, en el sprint, levant¨® el pie y la cabeza y casi las manos para que le ganara Tony Rominger. Y no necesitaba m¨¢s.
Despu¨¦s de 18 d¨ªas de vidas breves e intensas, al ritmo de los vatios incontables de Tadej Pogacar, el d¨ªa 19?, el de la traves¨ªa anibalesca de los grandes Alpes, desde la frontera con Piamonte hasta el mar, Vars, Bonette, Isola 2000, el Tour parece recobrar la cordura. Escaladores en fuga, l¨ªderes dejando a su equipo tranquilo la labor de evitar el descontrol. Que trabajen todos. Todos a rueda. Duro pedaleo. Desfallecimientos. Sobresaltos. B¨²squeda del d¨ªa imposible. Para cumplir el sue?o de una existencia. El alimento de los ciclistas del pelot¨®n. El combustible del coraz¨®n de Matteo Jorgenson, el lugarteniente de Jonas Vingegaard, que obtiene libertad de su jefe para ir a buscar una victoria de etapa grande. El de Carapaz, el escalador ¨¢gil de los lunares.
Hay momentos, unos segundos no m¨¢s, inesperados, un sobresalto, en los que el mecanismo de la existencia se revela, as¨ª, claro, meridiano, ante los ojos. Se ha cubierto solo un tercio de la ascensi¨®n a los 2.000 metros de Isola 2000, el tramo m¨¢s empinado del viejo col de la Lombarda, que no es una verdura morada en los confines del Piamonte, sino un mal viento. Delante, con 2m 45s, se acerca a la victoria Jorgenson. Le persiguen Simon Yates y Richard Carapaz. El ciclismo de otro tiempo. Nada m¨¢s pasar bajo la pancarta que anuncia que faltan 10 kil¨®metros para la meta, se pone de pie y acelera m¨¢s a¨²n Adam Yates, que ha ido tirando en un crescendo de Bolero de Ravel del cada vez menor grupo de su Tadej. Ya se ha descolgado Carlos Rodr¨ªguez, ya se agarra con los dientes Mikel Landa, ya jadean Remco y Jonas. Ya ataca Pogacar, de amarillo. Ese es el momento. Como en el 2001 de Kubrick, Yates y los dem¨¢s son los hom¨ªnidos que lanzan al aire el hueso que, en una transici¨®n supers¨®nica se transforma, y suena Strauss, en una nave espacial orbitando un planeta extra?o. La nave es amarilla, y brilla en ella una sonrisa clara, y un mech¨®n rubio sobresale por las rendijas de un casco amarillo. La ilusi¨®n del viejo ciclismo se desvanece. Los dem¨¢s pedalean. ?l flota sobre la carretera ¨¢spera, como si del ox¨ªgeno escaso de las alturas extrajera helio. La etapa avanzaba en progresi¨®n aritm¨¦tica, de pocos en pocos, atr¨¢s, adelante. Pogacar devora el tiempo en progresi¨®n geom¨¦trica. Evenepoel y Vingegaard, y Landa echa una mano, se protegen rec¨ªprocamente, Cada uno busca su espacio. Es el juego de la cuenta atr¨¢s. Los 2.45 de Jorgenson, el 1.45 un kil¨®metro m¨¢s tarde; 45s a cinco kil¨®metros. 10s, a 2,5 kil¨®metros. Pogacar est¨¢ en otra dimensi¨®n. A dos kil¨®metros ya esta solo, delante. ¡°Necesitaba hacerlo. Los Visma han estado todo el d¨ªa d¨¢ndonos duro. Han hecho trabajar mucho a mi equipo. Ten¨ªa que hacerlo por ellos. Sab¨ªa que pod¨ªa hacerlo. Conozco este puerto mejor que mi casa. Lo habr¨¦ subido 15 veces en dos semanas, cuando estuve aqu¨ª concentrado tras el Giro¡±, se explica. Y sonr¨ªe. ¡°Y de verdad, siento mucho respeto por Jonas. No podr¨ªa desear un rival mejor. Creo que, como, Jonas, m¨¢s o menos, Remco llega para formar una ¨¦poca dorada del ciclismo. Y estoy disfrutando de estas batallas entre unos y otros. Y tambi¨¦n estoy disfrutando viendo las carreras cuando no estoy all¨ª, cuando otros competidores est¨¢n all¨ª. Y esto tambi¨¦n me motiva¡±.
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