Turismo y muerte en el K2
EL PA?S estrena blog de alpinismo con una pregunta: ?Ser¨¢ el K2 el pr¨®ximo Everest? Pese a los cinco fallecidos de este invierno, la gran monta?a empieza a convertirse en un negocio. Una de cada cuatro personas que pisa su cima desaparece en el descenso
La conquista del K2 (8.611 m) en invierno ha acelerado notablemente una tendencia evidente: los nepal¨ªes, y en especial su etnia sherpa, se han convertido en los reyes de las cimas m¨¢s elevadas del planeta y en los due?os del negocio generado en torno al turismo de los ochomiles. Despu¨¦s de adjudicarse en comandita la ¨²ltima, esquiva y deseada cima de 8.000 metros que faltaba por superar en invierno, Nepal saca pecho no por lo que han si...
La conquista del K2 (8.611 m) en invierno ha acelerado notablemente una tendencia evidente: los nepal¨ªes, y en especial su etnia sherpa, se han convertido en los reyes de las cimas m¨¢s elevadas del planeta y en los due?os del negocio generado en torno al turismo de los ochomiles. Despu¨¦s de adjudicarse en comandita la ¨²ltima, esquiva y deseada cima de 8.000 metros que faltaba por superar en invierno, Nepal saca pecho no por lo que han sido (facilitadores de los ¨¦xitos occidentales) sino por lo que son: imbatibles en su terreno de juego y preparados para explotar econ¨®micamente su don. Vivir de los turistas y no para ellos. Su golpe de efecto ha silenciado pr¨¢cticamente las muecas de disgusto de los mejores alpinistas, de los m¨¢s ¨¦ticos o de los que pueden decir, con raz¨®n, que existen formas de conquista m¨¢s bellas y propias del siglo en el que vivimos. El alpinismo siempre ha crecido desde las mejoras t¨¦cnicas pero, sobre todo, desde la osad¨ªa: elevar los l¨ªmites de lo posible dejando lejos lo impensable. Y despreciar esta posibilidad argumentando que el fin justifica los medios es un insulto hacia la historia del monta?ismo.
La conquista del K2 en invierno se ha dado desde un planteamiento cl¨¢sico, en t¨¦rminos himal¨¢yicos, pero absolutamente novedoso en lo que respecta a proyecciones de mercadotecnia. Por un lado, a los pies de la monta?a se citaron 70 monta?eros, lo nunca visto en la historia de las invernales, que arrancaron en 1980 con la cima polaca en el Everest. Conviene recordar que los polacos reclutaron a varios sherpas y que uno de ellos estuvo cerca de alcanzar la cima d¨ªas antes de que lo hiciesen Wielecki y Cichy. En t¨¦rminos de estilo, el panorama del pasado diciembre remit¨ªa a las primeras expediciones o exploraciones de los a?os treinta del siglo pasado: muchos candidatos, cantidades industriales de material, kil¨®metros de cuerda fija, cientos de bombonas de ox¨ªgeno, campos de altura¡ a la cima desde el asedio. Aunque repartidos en diferentes expediciones, unas enormes, otras m¨ªnimas, a la hora de la verdad todos los grupos se mezclaron para trabajar en la ruta y unirse por selecci¨®n natural. Aqu¨ª, por supuesto, ganaron por goleada los 10 nepal¨ªes que alcanzaron la cima el pasado 16 de enero, de la mano y cantando. Si alguien, a¨²n sin aclimatarse adecuadamente, pod¨ªa aprovechar un parte meteorol¨®gico favorable, sin viento y con el cielo despejado, eran ellos. Por ah¨ª, su eficacia ha sido arrolladora, aunque viajasen con ox¨ªgeno embotellado. Si su ¨¦xito en la monta?a no tiene nada de vanguardista, su r¨¦dito comercial resulta abrumador. Jugando en campo ajeno (Nepal contempla nueve de los 14 ochomiles y Pakist¨¢n cinco), los nepal¨ªes anuncian a las claras su intenci¨®n de recrear el Everest en el K2, es decir, ampliar mercado. La expedici¨®n m¨¢s importante en n¨²mero de efectivos ha sido la de Seven Summits, fundada y dirigida por sherpas que no han colocado en la cima ni cerca de ella a ninguno de sus clientes, pero que ha logrado que su marca alcance niveles de reconocimiento impensables hace apenas unos meses.
Como una isla con luz propia, casi un faro, figura Nirmal Purja, que destaca por encima de sus compatriotas nepal¨ªes, robando de paso el escenario a los sherpas: es el ¨²nico en la foto de cima del K2 que no pertenece a la etnia m¨¢s famosa del pa¨ªs (obviando a los soldados gurkas) pero ahora mismo no hay nadie m¨¢s conocido en el mundo del himalayismo, algo impensable para alguien que dej¨® las fuerzas especiales del ej¨¦rcito brit¨¢nico para calzarse por vez primera unos crampones en 2012. Si a Purja le falta pedigr¨ª, le sobran argumentos para sacar pecho: el m¨¢s veloz en escalar los 14 ochomiles, el primero sin ox¨ªgeno en el K2 invernal, su efectividad afea todas las excusas para no alcanzar los techos del planeta: ni la altitud, el fr¨ªo, los peligros, las tormentas o la ¨¦poca del a?o han frenado sus apuestas, retos que ahora vuelan m¨¢s r¨¢pido y lejos de la mano de su patrocinador, Red Bull. Desde su pedestal, se ha apresurado en censurar a aquellos que le reprochan su falta de cultura monta?era, su voracidad o el hecho de que no repare en detalles de ¨¦tica o de estilo. Nirmal pide que no le juzguen, que le dejen tranquilo en un espacio de libertad como son las monta?as, pero aqu¨ª se le puede reprochar una falta de respeto rayana en lo insolente cuando se trata de entender la esencia del alpinismo, su evoluci¨®n y su b¨²squeda permanente de la mejora, del compromiso, del minimalismo o del respeto por el medio ambiente. No, Purja no ha inventado el himalayismo; si acaso ha colocado la dificultad de los ochomiles en la escala que merece: lejos de las ascensiones de vanguardia que persiguen alpinistas que jam¨¢s conocer¨¢n fama o patrocinios globales.
Los sucesos del K2 no escapan al signo de los tiempos y las noticias derivadas han crecido a menudo desde la falsedad, cuando no desde la invenci¨®n orquestada en las redes sociales. Medios de comunicaci¨®n de masas en Pakist¨¢n escogieron cuentas falsas de Twitter de Ali Sapdara para anunciar que hab¨ªa alcanzado la cima cuando en realidad estaba desaparecido y hoy se la da por muerto, junto a sus dos compa?eros, el island¨¦s John Snorri y el chileno Juan Pablo Mohr.
La conquista del K2 en invierno deja cinco muertes, una constante en la historia de una monta?a m¨¢s conocida por sus tragedias que por sus episodios felices. Una de cada cuatro personas que pisa su cima desaparece en el descenso. Sergi Mingote sufri¨® una ca¨ªda fatal mientras descend¨ªa hacia el campo base. Fue el mismo d¨ªa que Purja y sus nueve compa?eros se colaron en la cima. La siguiente ventana de buen tiempo lleg¨® la semana pasada y el viernes 5 el b¨²lgaro Atanas Skatov mor¨ªa abandonando su ataque a cima tras sufrir un percance en las cuerdas fijas. Casi al mismo tiempo, Sajid Ali se desped¨ªa de su padre, Ali Sapdara, un h¨¦roe nacional de enorme experiencia en altura. Sajid renunci¨® a la cima a 8.200 metros porque su regulador de ox¨ªgeno artificial no funcionaba correctamente. La ¨²ltima vez que mir¨® hacia la cumbre, su padre, su cliente John Snorri (Islandia) y el chileno Juan Pablo Mohr caminaban decididos hacia la cumbre. Nadie ha vuelto a verles desde entonces. Nunca se sabr¨¢ qu¨¦ pudo ocurrirles, pero entre las muchas preguntas que quedan sin responder, algunos se?alan los l¨ªmites de guiar en altitudes y condiciones extremas.
Cumplido el ciclo de la conquista de los ochomiles en invierno, tarea que se ha extendido a lo largo de cuatro d¨¦cadas, cabe preguntarse qu¨¦ futuro espera a esta actividad himal¨¢yica: ?caer¨¢ en el olvido? ?Seducir¨¢ a nuevas generaciones de alpinistas que deseen mejorar lo alcanzado hasta la fecha? Queda margen para las haza?as, tan seguro como que se esperan nuevos episodios dolorosos.