El drama y el rescate en Chamonix que cambiaron los protocolos de salvamento en monta?a
Dos alpinistas franceses escalan en nueve horas la cara norte de las Jorasses por la misma ruta en la que Ren¨¦ Desmaison permaneci¨® 15 d¨ªas en 1971 y perdi¨® a su amigo Serge Gousseault
¡°?Eres un cerdo! ?Me oyes? ?Un cerdo! Me he quedado a tu lado y t¨² te has ido. Me dejas solo¡¡±. Nadie escucha los alaridos de Ren¨¦ Desmaison, que le grita a un cad¨¢ver toda su rabia y angustia. Su voz rebota contra la roca y el hielo y se pierde entre el viento y la niebla. El cuerpo embutido en un buzo azul que reposa a su lado colgado de un pit¨®n en la roca es el de Serge Gousseault, 24 a?os, un atleta rubio que no ha podido soportar m¨¢s lo insoportable.
Es el lunes 22 de febrero de 1971 y la pareja lleva ya once d¨ªas de lucha en la cara norte de las Grandes Jorasses, primero tratando de abrir una v¨ªa nueva en pleno invierno; despu¨¦s para salvar sus vidas. Serge no ir¨¢ m¨¢s lejos. De hecho, Desmaison lleva dos d¨ªas iz¨¢ndolo metro a metro, cuidando de ¨¦l, reconfort¨¢ndole, minti¨¦ndole. Es la ley no escrita de la cordada: no se abandona a un compa?ero. En todo este tiempo, Desmaison solo ha concedido cinco minutos a la desesperaci¨®n m¨¢s profunda: cuando Serge susurra que no puede escalar. ¡°Un inmenso dolor y una desesperaci¨®n sin fondo me invaden. El miedo se apodera de m¨ª. Apoyo mi cabeza contra el hielo. Nos adentramos en aguas negras, temo esas aguas. Temo la muerte¡±, escribir¨¢ un Desmaison que nunca jam¨¢s olvidar¨¢ ese instante. Porque una cordada no avanza si uno no quiere. O no puede. Y entonces el compa?ero que es tu fuerza, tambi¨¦n, se convierte en un ancla animada.
Pocas paredes alpinas resultan tan severas e intimidantes como la norte de las Grandes Jorasses, una muralla de dos kil¨®metros de ancho y 1.200 metros de altura, negra, hostil, fr¨ªa que mira hacia Chamonix. Durante d¨¦cadas, este escenario ha sido el terreno de juego donde ha crecido y madurado el alpinismo de vanguardia. Un lugar terriblemente salvaje a tiro de piedra de la civilizaci¨®n. Un contraste dif¨ªcil de entender. En 1971, Ren¨¦ Desmaison permaneci¨® en esta pared dos semanas, entre el 11 y el 25 de febrero. Un total de 342 horas que alteraron su existencia y cambiaron el funcionamiento de los servicios locales de rescate.
La semana pasada, dos de los mejores alpinistas franceses, Benjamin V¨¦drines (del equipo The North Face) y L¨¦o Billon (del Grupo Militar de Alta Monta?a) salieron desde el pie de la estaci¨®n de esqu¨ª des Grands Montets (Chamonix) cargados con mochilas de 15 kilos y desliz¨¢ndose sobre las pieles de foca de sus esqu¨ªs. Seis horas despu¨¦s, en la base de la ruta Desmaison-Gousseault se calzaron las botas de alpinismo, dejaron ah¨ª mismo todo el material superfluo y escalaron la ruta en apenas nueve horas. 52 a?os despu¨¦s de aquella dram¨¢tica primera vez, el conocimiento de la pared, el material moderno, el entrenamiento espec¨ªfico y los partes meteorol¨®gicos fiables han permitido reducir los horarios hasta l¨ªmites impensables: 342 horas frente a nueve.
V¨¦drines es el hombre de 31 a?os que el pasado verano escal¨® un ochomil, el Broad Peak, a la incre¨ªble velocidad de ascenso de 420 metros de desnivel por hora. Billon, de la misma edad, ha llevado la escalada en libre en terreno alpino hasta su excelencia. Para lograr un horario tan alucinante, prescindieron de hornillo, de gas y de material de vivac, una apuesta menos insensata de lo que puede parecer a tenor de su discurso: ¡°hay que escalar r¨¢pido, ser eficaz en las reuniones, ser resistente y dominar la escalada mixta (en hielo y roca). Exige mucha experiencia y tiempo de inversi¨®n, pero este tipo de aventuras en las Grandes Jorasses nos permiten so?ar con retos a¨²n m¨¢s ambiciosos¡±.
En 1971, la ambici¨®n, el verdadero motor del alpinismo, no faltaba entre los alpinistas punteros. Ren¨¦ Desmaison se hab¨ªa destacado como un maestro y precursor del arte de las escaladas invernales, un giro de tuerca un tanto s¨¢dico en el alpinismo de dificultad. Desmaison ya se hab¨ªa apuntado de esta guisa el pilar central del Freney en 1967 y, un a?o despu¨¦s, el Linceul, en el extremo izquierdo de las Jorasses. Pero ansiaba abrir una v¨ªa directa en las inmediaciones de la Cassin a la punta Walker (4.208 metros). Cuando conoci¨® a Serge Goussault este era un gu¨ªa h¨¢bil, fuerte y sumamente ambicioso. Pero cuando salieron al encuentro de la pared, Serge ocult¨® a su compa?ero que estaba desarrollando un tipo de diabetes. Y eso acab¨® mat¨¢ndolo tanto como el fr¨ªo extremo, la deshidrataci¨®n y la exposici¨®n a un terreno inmisericorde.
Una semana despu¨¦s de iniciar su ascensi¨®n, el 18 de febrero, Serge Gousseault entra en barrena. Han escalado 900 metros verticales y est¨¢n apenas a 300 metros del final, pero el mal tiempo arrecia, las nevadas se suceden y, peor a¨²n, el viento les arranca la energ¨ªa a mordiscos. Las manos de Serge, sobre todo la derecha, parecen un trapo hinchado y deforme del que cuelgan jirones de piel. No puede usarlas. No puede quitar a golpes de maza los pitones que Desmaison clava en la roca mientras escala para protegerse de una ca¨ªda. En consecuencia, cada vez tienen menos material. Desmaison iza largo a largo a su amigo, operaci¨®n terrible que los retiene en la pared d¨ªa tras d¨ªa. Despu¨¦s lo acomoda para pasar la noche, lo arropa, le da de comer, de beber, le asegura que est¨¢n ya cerca de acabar con semejante tortura. Cuatro d¨ªas despu¨¦s, 12 desde que dejaron el glaciar y emprendieron la escalada, llegan los delirios. Serge pide ir al bar, tomar algo caliente y regresar despu¨¦s. Luego, pregunta por qu¨¦ no viene ning¨²n helic¨®ptero a su socorro. Horas m¨¢s tarde, fallece.
Desmaison no encuentra fuerzas para separarse de ¨¦l. La raz¨®n le dice que podr¨ªa salir de ah¨ª autoasegur¨¢ndose pero lo ve como una forma de traici¨®n. Est¨¢ a ochenta metros del fin de la pared. Una minucia. Un universo. Un helic¨®ptero se acerca: ve al piloto. Y este le puede ver a trav¨¦s del cristal. El alpinista mueve los brazos como un poseso arriba y abajo. El helic¨®ptero desaparece: sus integrantes creen que est¨¢n bien y que, estando tan cerca de la cima, saldr¨¢n por s¨ª mismos. Lo que nadie entiende es esto: el mismo helic¨®ptero regresa al d¨ªa siguiente y los encuentra en el mismo lugar. Luce el sol desde la v¨ªspera, no hay raz¨®n l¨®gica alguna que los retenga en ese lugar. M¨¢s gestos desesperados. El aparato vuelve a desaparecer para desesperaci¨®n de Desmaison.
En su obra 342 horas en las Grandes Jorasses, Ren¨¦ Desmaison carga con dureza contra los servicios de rescate con base en Chamonix, y especialmente contra el h¨¦roe nacional, alcalde de la localidad, y presidente del Servicio de Socorro, Maurice Herzog (el primer hombre en conquistar un ochomil, el Annapurma, en 1950). El contexto explica en parte los entresijos de un rescate que tard¨® varios d¨ªas en concretarse. Desmaison no es una figura apreciada en el microcosmos de Chamonix, donde los gu¨ªas nacidos en el valle a menudo desprecian a los for¨¢neos. En 1966, Desmaison y Gary Hemming desoyen los consejos de la todopoderosa compa?¨ªa de gu¨ªas local y salen al rescate de dos alpinistas alemanes en el Dru. Su ¨¦xito no borra la ofensa y Desmaison se ve expulsado de la compa?¨ªa. Desmaison no se calla, ni huye la confrontaci¨®n. Muchos le odian por ello y por su marcado car¨¢cter comercial: vende a Paris-Match la exclusiva del rescate en el Dru.
Por todo ello, Desmaison llegar¨¢ a la conclusi¨®n de que los que deb¨ªan rescatarle no ten¨ªan prisa alguna en hacerlo y no olvida la sentencia de Herzog: ¡°no tomaremos riesgo alguno para no sumar nada a este drama¡¡±. De hecho, ning¨²n piloto logra posarse en la cima de las Jorasses pese al buen tiempo. El viento los asusta. Pero el 25 de febrero, el piloto Alain Fr¨¦bault despega su aparato desde Grenoble y, sin haber visto en su vida las Jorasses, logra posarse a la primera cerca de su cima. Horas despu¨¦s, Desmaison es rescatado. En urgencias, el m¨¦dico que supervisa su tratamiento le dir¨¢ que apenas le quedaban unas horas de vida. Su rescate pol¨¦mico fue la palanca que cambi¨® los protocolos: hoy en d¨ªa el servicio de ayuda de Chamonix es un ejemplo a seguir.
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