Una segunda oportunidad
La Copa se convierte cada a?o en la tabla de salvaci¨®n de aquellos equipos metidos en aguas turbulentas de la semanal Liga y permite convertir temporadas grises en inolvidables faros de luz que brillen para siempre
Se dir¨ªa que all¨¢ por el mes de julio, cuando conocemos el calendario de la temporada que est¨¢ llegando, la competici¨®n de la Copa del Rey es ni tan siquiera secundaria sino terciaria. Vale, exceptuemos tal vez Bilbao donde la Copa es un rito, una leyenda, puede que un dolor pero siempre una fuente de ilusiones. En el resto hay veces que se dir¨ªa que resulta hasta un tanto molesta, inc¨®moda y poco rentable para todos aquellos que transitan por las competiciones europeas y tienen grandes sue?os en Liga. Ya saben, son las semanas veraniegas en las que las Ligas est¨¢n ganadas, las competiciones europeas y sus dineros son objetivos preferenciales y nadie se atreve a insinuar que las cosas pueden ir mal.
Bueno, rectifico y pido disculpas por la mirada distorsionada que solo observa, y escucha, la Champions y solo mira las cuatro primeras plazas de la Liga de Primera Divisi¨®n olvidando el f¨²tbol, todo el f¨²tbol, que est¨¢ englobado en eso que parece solo necesario para que se puedan celebrar partidos cada fin de semana o puede que cada martes y mi¨¦rcoles para que todo eso se pueda incluir en el paquete televisado. Para que se monetice y genere una parte decisiva de los derechos econ¨®micos que permiten a los equipos grandes ser tan grandes.
Se dir¨ªa que la Copa del Rey es esa competici¨®n que se constituye en salvavidas financiero de los clubes de Primera o Segunda Federaci¨®n, hasta Segunda Divisi¨®n, porque la presencia de uno de esos equipos llamados grandes puede generar una taquilla, otra vez los recursos econ¨®micos, que equilibre el presupuesto, garantice los contratos firmados en junio e incluso pueda permitir alguna aventura en forma de fichaje en el mercado de invierno.
Se dir¨ªa que esa hipot¨¦tica inyecci¨®n financiera nos ha privado de un sorteo puro desde el inicio de la competici¨®n que pueda dar, por ejemplo, con dos equipos de Primera Federaci¨®n jugando la semifinal copera y garantizando la presencia del f¨²tbol que hace equilibrios para encontrar el mejor horario para sus partidos entre la avalancha de partidazos europeos de cada fin de semana. Pero hemos decidido, tal vez con gran acierto, tal vez con una fuga de sue?os, que cambiamos esta opci¨®n por la loter¨ªa del enfrentamiento contra uno de esos llamados grandes que permitan tener a los ¨ªdolos de la tele en el estadio de todos los fines de semana y, por qu¨¦ no, so?ar con la machada y con derrotar a cualquier Goliat futbolero.
Se dir¨ªa que esa competici¨®n inc¨®moda de julio se convierte cada a?o en la tabla de salvaci¨®n de aquellos equipos metidos en aguas turbulentas de la semanal Liga y que encuentran en el f¨²tbol local de entre semana un espacio donde olvidar las penas ligueras, europeas, y la opci¨®n de poder so?ar con llegar lejos, por qu¨¦ no hasta la final, para convertir temporadas grises en inolvidables faros de luz que brillen para siempre.
Se dir¨ªa que la Copa del Rey es el premio, puede que de consolaci¨®n pero premio al fin y al cabo, con el que los llamados equipos grandes puedan concluir que la temporada no ha sido tan mala y que sus repletos museos alberguen un nuevo trofeo, un nuevo argumento para un sufriente y desgastado relato.
Se dir¨ªa que la Copa del Rey es ese examen de recuperaci¨®n que una vez superado, se convierte en el mayor y mejor logro de todo el curso y el que justifique unas vacaciones tranquilas despu¨¦s de una r¨²a de celebraci¨®n que el mes de enero se antojaba imposible e inalcanzable.
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