El triunfo del buen hombre
El Athletic es la mirada de mi aitite. El Athletic es Ernesto Valverde en el c¨¦sped de La Cartuja encarnando el triunfo de una manera de hacer, la suya, que es tambi¨¦n la del club que ama y ha vuelto a hacer campe¨®n, un buen campe¨®n
Se encontraban celebrando en el centro del campo de La Cartuja cuando alguien le dijo a Ernesto Valverde que todos ir¨ªan corriendo para cantar con el fondo de los aficionados del Athletic. ?l ten¨ªa la copa en la mano. Tomaron posiciones. Se hizo una cuenta atr¨¢s: tres, dos, uno y el m¨ªster vol¨® hacia el fondo. Pero nadie le sigui¨®. La plantilla al completo se qued¨® en el c¨ªrculo central aplaudi¨¦ndole en la distancia, mientras la grada coreaba su nombre y apellido, el del hombre que, por fin, cuarenta a?os despu¨¦s, hab¨ªa conseguido el t¨ªtulo m¨¢s ansiado por la afici¨®n rojiblanca. Ese peque?o enga?o le dio el protagonismo que merece y ¨¦l siempre intenta evitar y nos permiti¨® rompernos las manos aplaudi¨¦ndole. Yo estaba all¨ª y todav¨ªa tengo las palmas rojas. Unos segundos despu¨¦s, como apurado por ser el centro de todas las miradas, Valverde dej¨® la copa en el suelo, hizo un gesto al equipo, que corri¨® ahora s¨ª hacia ella y se ech¨® a un lado. Yo pens¨¦: he ah¨ª un buen hombre.
El Athletic Club es el fruto de muchas semillas, miles, millones, plantadas durante 125 a?os por tantos hombres y mujeres. De ellos nos acordamos estos d¨ªas de celebraci¨®n en Bilbao, de quienes no solo heredamos un sentimiento, como reza el t¨®pico, sino algo que es mucho m¨¢s importante: una manera de relacionarnos con ese sentir. En mi caso es mi aitite (abuelo) y el momento que determina la manera en la que veo esos colores es uno compartido con ¨¦l. Pero no fue ver pasar la gabarra de ni?o en sus hombros, ni la vivencia de una final, ni un gol en el ¨²ltimo minuto, ni una remontada hist¨®rica. Lo que determina la manera en que entiendo al Athletic Club es una reprimenda. Sucedi¨® en un partido cualquiera en San Mam¨¦s. Yo tendr¨ªa nueve, diez, once a?os. Aitite me llev¨® con ¨¦l. No suced¨ªa mucho y aquel era para m¨ª el mayor acontecimiento, acompa?arle el domingo al f¨²tbol. Todo me fascinaba. Guardaba para m¨ª cada momento: el viaje en coche, ver San Mam¨¦s desde Artxanda confundido entre los edificios de la ciudad, hacer una porra y dar siempre ganar al Athletic, encontrarnos con familiares y amigos, los momentos previos en los exteriores del estadio, los c¨¢nticos, los goles, el olor a hierba reci¨¦n cortada y a puro. Y, tras el partido, el regreso a casa en silencio escuchando la radio, con un punto de tristeza o alegr¨ªa dependiendo del resultado, pero feliz por estar con ¨¦l, sintiendo que de todos los lugares posibles del universo entero, ese coche era donde quer¨ªa estar. Una de aquellas tardes, durante un partido cualquiera, sucedi¨® que sentado en la grada junto a aitite, imit¨¦ a algunos de los hinchas que nos rodeaban e insult¨¦ a un rival que fing¨ªa revolvi¨¦ndose en el suelo perdiendo tiempo. No s¨¦ cu¨¢l fue el insulto. Tampoco importa. Pero en cuanto sali¨® de mis labios, aitite me fulmin¨® con la mirada y con un tono severo in¨¦dito en ¨¦l se?al¨® al suelo y exclam¨®: ¡°Eso aqu¨ª no¡±. Oh, cu¨¢ntas veces he vuelto a ese momento. Recuerdo su mirada decepcionada y mi dolor espont¨¢neo porque sent¨ªa que hab¨ªa mancillado San Mam¨¦s, un lugar sagrado para ¨¦l, con mi comportamiento.
A partir de aquella ense?anza, con el tiempo aprend¨ª que el gran valor del Athletic es una manera de ser y de comportarse. Entend¨ª que es por eso por lo que tanto queremos a Iribar y por lo que en todos lados le cantan que es ¡°cojonudo¡±. Comprend¨ª por qu¨¦ pudiendo marcar un gol, Zarra lanz¨® el bal¨®n fuera no una, sino dos veces, cuando un rival estaba lesionado. Comprend¨ª por qu¨¦ nos aplaud¨ªan en otros estadios, por qu¨¦ cuando viaj¨¢bamos como afici¨®n mucha gente nos recib¨ªa con una sonrisa. Estas semanas he vuelto a vivir todo esto: en Sevilla los d¨ªas antes de la final, cuyo cari?o nos ha ganado para siempre. Y despu¨¦s del partido, con las l¨¢grimas de ?scar De Marcos, que nunca para de correr, que lleva a?os negando la ley universal de conservaci¨®n de la energ¨ªa; con el beso feliz de Unai Sim¨®n a Agirrezabala; con I?igo Lekue acord¨¢ndose de su aita en el balc¨®n del Ayuntamiento; con el salto espont¨¢neo de alegr¨ªa de Dani Vivian, tan formal siempre; con todos y cada uno de los jugadores recordando a quienes les precedieron en el vestuario y no pudieron levantar la Copa, entonando un ¡°por m¨ª y por todos mis compa?eros¡±.
Soy consciente de que doy m¨¢s importancia a esas escenas porque proyecto la mirada de mi aitite, esa mirada que me fulmin¨® aquella tarde cualquiera en San Mam¨¦s. M¨¢s all¨¢ de resultados, es c¨®mo nos comportamos lo que hace que mi coraz¨®n se hinche de orgullo por mi club o, a veces tambi¨¦n, porque nadie ni nada es perfecto, me duela un poco. Se habla demasiado de los valores del deporte, pero sin explicitarlos. Como todo, depende de las personas. En malas manos (o pies) el deporte puede ser ganar a toda costa, pasar por encima del rival, destrozarse el cuerpo por un resultado, exprimir a las personas hasta llevarlas al l¨ªmite de la destrucci¨®n mental. Pero en las adecuadas puede ser trabajo en equipo, cuidar del que tienes a tu lado, esforzarte un poco m¨¢s porque tu compa?ero hoy no tiene el d¨ªa, acordarte en tu ¨¦xito de todos aquellos que lo hicieron posible, saber que la victoria no merece si no deja un buen poso. Necesitamos m¨¢s de las segundas, porque el deporte es talento, pero tambi¨¦n es una manera de comportarse, de comprometerse. El talento es individual, se tiene o no se tiene y eso se termina en uno; pero el compromiso nos interpela y nos alcanza a todos, se contagia y crea sociedad. Esas son las semillas de las que hablaba antes. El Athletic es, debe ser, una constituci¨®n sentimental, m¨¢s una manera de actuar que de ser, un territorio de buenos hombres, de buenas mujeres. El Athletic es la mirada de mi aitite. El Athletic es Ernesto Valverde en el c¨¦sped de La Cartuja encarnando el triunfo de una manera de hacer, la suya, que es tambi¨¦n la del club que ama y ha vuelto a hacer campe¨®n, un buen campe¨®n.
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