Mbapp¨¦ y el peligro de la felicidad
En Barcelona hace tiempo que renunciamos a esa misma felicidad; quiz¨¢s no sepamos c¨®mo hacerlo o ya no podamos acostumbrarnos a ella
De tanto firmar jugadores que llegaban al club perdiendo dinero se fue el Bar?a a la ruina, lo digo por si alguien necesita de un peque?o empuj¨®n emocional para superar la crisis mundial desatada por el fichaje de Kylian Mbapp¨¦ apenas unas horas despu¨¦s de que el Real Madrid se proclamase, otra vez, campe¨®n de Europa. ¡°El Madrid ficha la bomba at¨®mica¡±, escrib¨ªa nuestro compa?ero Manuel Jabois al poco de confirmarse la noticia, un texto en el que tambi¨¦n deslizaba que el delantero franc¨¦s llega a la capital de Espa?a perdiendo mucho dinero: a eso debemos agarrarnos los no madridistas.
Es una vieja historia de amor la del deportista profesional que antepone los sue?os al dinero, sobre todo cuando ya ha ganado el suficiente para echarse a dormir y ponerse a so?ar. No s¨¦ si es, exactamente, el caso de Mbapp¨¦, cuyo entorno filtr¨® a principios de a?o unas cantidades de m¨ªnimos muy concretas para sentarse a hablar con cualquier club interesado en un atacante de destrucci¨®n masiva: 120 millones de euros en concepto de prima de fichaje y un m¨ªnimo de 50 millones como salario, si brutos o netos ya es una cuesti¨®n casi metaf¨ªsica, ah¨ª mejor ni entrar. Tampoco deber¨ªa importarnos m¨¢s de la cuenta cu¨¢nto le paga o ha dejado de pagarle el Madrid al franc¨¦s, ellos sabr¨¢n.
Lo ¨²nico que parece demostrable es el estado de felicidad perpetua en que parece encontrarse el internacionalmadridismo de la ¨²ltima d¨¦cada. Es un hecho incontestable que se adivina al primer vistazo, tampoco se necesitan el olfato y la inteligencia de Sherlock Holmes. En Barcelona, por ejemplo, hace tiempo que renunciamos a esa misma felicidad. O a una parecida, ?qui¨¦n soy yo para andar comparando? Quiz¨¢s no sepamos c¨®mo hacerlo. O puede, simplemente, que ya no podamos acostumbrarnos a ella, a la felicidad, o a la parte proporcional que nos corresponde despu¨¦s de haberla manoseado hasta el infinito en los a?os de Guardiola, Messi, Cruyff, Unicef, los conciertos de Manel, el Viva la vida de Coldplay, las roldanas y el interminable goteo de La Masia, donde todos los que asomaban la cabeza nos parec¨ªan xaviniestas.
Y no es que renunciemos voluntariamente a ella, como tambi¨¦n dijo Manuel Jabois en un tuit all¨¢ por el a?o 2012 (Jabois lo dice todo siempre antes, como Churchill, o Chesterton), sino la aceptaci¨®n total y sincera de que ya no es para nosotros, de que no nos corresponde. Simplemente, no sabemos ser felices, sin m¨¢s, como demostramos al agotar la paciencia de Guardiola -un santo- o despachar por fasc¨ªculos a toda la familia de Messi para no tener que despacharlo directamente a ¨¦l. Son apenas detalles, simples y peque?os gestos, pero de los que cuentan mucho y lo explican casi todo.
Bienaventurados los no madridistas, pues suyo ser¨¢ el reino de los cielos: este podr¨ªa ser el resumen perfecto del momento. Las promesas casi nunca son mucho m¨¢s que eso, promesas, salvo que en la ecuaci¨®n introduzca uno a Florentino P¨¦rez. Entonces todo se torna obsesi¨®n y nada hay m¨¢s peligroso en la vida, o en el f¨²tbol, que un hombre listo con una obsesi¨®n. ¡°Son demasiado buenos y son demasiados, en general¡±, nos decimos a oscuras, en nuestra habitaci¨®n, para convencernos de que es posible la gesta, de que se les puede derrotar. O simplemente esperar a que se devoren entre ellos, esa es ahora misma nuestra mejor baza: que la ambici¨®n colectiva se lo llev¨¦ todo por delante, como en Falcon Crest. No en vano parecen haber fichado a Lorenzo Lamas.
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