Las futbolistas alzan la voz ante Arabia Saud¨ª: oasis o punto de partida
Un pa¨ªs que castiga la homosexualidad y maltrata a la mujer no tiene derecho a patrocinar su f¨²tbol, as¨ª opinan las jugadoras, esa es su demanda, tan l¨ªcita como extra?a estos d¨ªas
El pasado s¨¢bado, ca¨ªa la noche ya en Espa?a, el Madrid estaba a punto de saltar al c¨¦sped en Bala¨ªdos, con su camiseta blanca y su Emirates en el pecho, Rafa Nadal, s¨ªmbolo patrio del deporte espa?ol, recib¨ªa como obsequio despu¨¦s de su pen¨²ltimo partido, y a miles de kil¨®metros de distancia, una raqueta de oro macizo valorada en 250.000 euros de manos de Turki Al sheikh, jeque ¨¢rabe, nacido en Arabia Saud¨ª, propietario del Almer¨ªa y asesor de la Corte Real del reino saud¨ª, lo que vendr¨ªa a ser un ministro al uso. De ¨¦l naci¨® esa Six Kings Slam que ha captado nuestra mirada, ni que fuera de reojo, para ver el ¨²ltimo Djokovic¨CNadal, una pachanga, si me disculpan; y el m¨¢s reciente Sinner¨CAlcaraz, el que te¨®ricamente deber¨ªa ser el mejor partido de tenis del momento. Aunque no lo fuera esta vez. Descafeinado. Cosas de la falta de tensi¨®n. Por muchos millones que se repartieran al final del duelo: seis para el ganador, el italiano.
Los mejores tenistas del mundo han sido los ¨²ltimos en caer. El dinero fresco compra voluntades f¨¢cilmente. El dinero procedente de pa¨ªses ¨¢rabes, los Emiratos o Qatar, gobernados con mano de hierro y un ataque continuo a los derechos humanos, los derechos de las mujeres o de colectivos en riesgo de exclusi¨®n, se ha adue?ado ya de nuestro f¨²tbol: desde la Premier a LaLiga, comprando clubes, estampando su nombre en las camisetas o en los estadios. En los ¨²ltimos a?os, ha sido el dinero saud¨ª el que se ha abierto paso a golpe de chequera. Ha conquistado el circuito de p¨¢del, ha abierto una brecha en el de golf y ha conseguido atraer a una de sus principales estrellas como Jon Rahm; ha logrado asociarse con la imagen casi impoluta (hasta entonces) de uno de los mejores tenistas de la historia, como Nadal; lleva cinco ediciones acogiendo la competici¨®n de motor de mayor impacto, el Dakar, y no parece tener ganas de parar porque le sobran petrod¨®lares para culminar la mayor campa?a de sportswashing de la historia.
En todos estos a?os pr¨¢cticamente no ha habido voces discordantes. Apenas un pu?ado de alpinistas, como aquellos que instaron a la federaci¨®n internacional de escalada a no dejarse comprar por los saud¨ªes; con suerte, un futbolista en el cenit de su carrera, como Toni Kroos, que prefiri¨® retirarse de todas todas antes que venderse y poner precio a sus principios. La voz discordante que hoy tambi¨¦n alzan m¨¢s de un centenar de futbolistas, todas ellas en activo, muchas internacionales con sus selecciones, arroja un poco de esperanza a quienes siguen creyendo que el deporte son valores. Y que un pa¨ªs que castiga la homosexualidad y maltrata a las mujeres no tiene argumento alguno para patrocinar el f¨²tbol que ellas juegan. As¨ª opinan las jugadoras, esa es su demanda, tan l¨ªcita como extra?a estos d¨ªas. Ojal¨¢ sus peticiones no sean un oasis en el desierto, sino un punto de partida. Y una llamada para que otras y otros se sumen.
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