La promesa de la Pantera Rosa a su hermano L¨¢zaro
El hermano mayor de Sarabia no pudo inscribirse en el Athletic porque vieron en su DNI que hab¨ªa nacido en Ja¨¦n aunque llevase toda la vida viviendo en el Pa¨ªs Vasco. ?l le prometi¨® que s¨ª jugar¨ªa porque ya hab¨ªa nacido all¨ª
Manu Sarabia, empecemos por aqu¨ª, es due?o de uno de los mejores apodos futbol¨ªsticos de siempre: la Pantera Rosa. Y qu¨¦ dif¨ªcil es estar tan arriba con tan lustrosa competencia argentina: desde Avioncito Rambert hasta Discoteca N¨²?ez, pasando por el delantero Tecla Far¨ªas, llamado as¨ª porque se le qued¨® de chico un diente negro. Sarabia fue un delantero de clase tremenda en un club ochentero tan british como el Athletic. Despu¨¦s de las dos ligas que ganaron en los ochenta, en Bilbao se deton¨® una bomba imprevisible, o no tanto: el conflicto hist¨®rico entre el delantero de calidad y el entrenador de car¨¢cter. La cosa acab¨® con Clemente anunciando que Sarabia no jugar¨ªa m¨¢s y con la directiva echando a Clemente en enero. Todo lo cuenta Jon Rivas en un extraordinario reportaje del que me llaman la atenci¨®n dos cosas: el silencio de Sarabia durante 38 a?os, roto ahora con la publicaci¨®n de un libro (Chaval, ?quieres venir al Athletic?), en el que dice que fue v¨ªctima de acoso laboral y tuvo contestaci¨®n r¨¢pida de Clemente (¡°Pobre, van a pensar que es tonto¡±), y el hecho de que se alternen (un a?o va uno, otro a?o va otro) en las comidas anuales de homenaje que se da la plantilla campeona de los a?os 1983 y 1984.
Sarabia tiene 67 a?os y Clemente 74: llevan casi cuatro d¨¦cadas evit¨¢ndose por Bilbao, que no es Ir¨²n, pero tampoco es Nueva York, sobre todo siendo los dos hombres de f¨²tbol que seguramente compartan amigos y lugares de culto. Lo cierto es que tan importante es, con la edad, despegarse del contacto de gente que entiendes sobra, por razones que s¨®lo a ti te competen, en tu vida, como no cambiar de acera rid¨ªculamente porque se acerca un se?or de 67 a?os o uno de 74. La hipocres¨ªa evita muchos rid¨ªculos, sobre todo a ciertas edades. Los dos sab¨¦is lo que opina el uno del otro: se puede saludar si se coincide en un sitio e incluso compartir una r¨¢pida copa hablando de cualquier majader¨ªa, que ser¨¢ por majader¨ªas en este pa¨ªs. He visto a gente a mi alrededor fumar dos cajetillas diarias, beber como si se acabase el mundo, drogarse sin ninguna proporci¨®n, tomar el sol subido a una silla de juez de pista; pues bien: el que m¨¢s ha envejecido de mi generaci¨®n es el chico m¨¢s sano de todos, pero lleva un rencor dentro que parece que tiene 80 a?os. La tenia (un primer intento de ozempic que sali¨® mal) devora los alimentos que comes; el rencor machaca las c¨¦lulas.
Tuve curiosidad por Sarabia tras leer a Jon Rivas. Di con un art¨ªculo de 1983 sobre ¨¦l de un gran y recordado maestro del periodismo espa?ol, Patxo Unzueta (luego me puse a leer cosas sobre Unzueta, tambi¨¦n sus obituarios: leer, si uno tiene curiosidad, es un laberinto inacabable). Sarabia cuenta dos cosas maravillosas. La primera es que en su primer partido en los juveniles del Athletic regate¨® a todo el equipo contrario y lleg¨® tan cansado a la porter¨ªa que, en lugar de rematar, se desplom¨®. La segunda, la mejor, ata?e a su hermano L¨¢zaro Sarabia. Doce a?os mayor que ¨¦l, jug¨® en el Gallarta hasta que en los 60 lo llam¨® el club de San Mam¨¦s. Su sue?o. ¡°Le llamaron para firmar, pero al ir a rellenar la ficha, se dieron cuenta de que, pese a los apellidos vascos, no hab¨ªa nacido aqu¨ª, sino en Torres (Ja¨¦n), de donde es toda mi familia. Entonces el Athletic aplicaba a rajatabla su criterio respecto a que todos sus jugadores ten¨ªan que haber nacido en Euskadi. Mi hermano lleg¨® a casa desconsolado, casi llorando, porque, claro, la ilusi¨®n suya, como la de todos los chavales de aqu¨ª, era jugar en el Athletic y ¨¦l, aunque nacido fuera, hab¨ªa vivido en Gallarta toda su vida. Yo era un criajo, pero al verle tan compungido fui donde ¨¦l y le dije: ¡®No te preocupes, L¨¢zaro, que yo jugar¨¦ en el Athl¨¦tic, porque he nacido aqu¨ª y a m¨ª no me pueden decir que no¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.