De popular a populista, viva el laportismo
El presidente del Barcelona convierte su comparecencia por el ¡®caso Olmo¡¯ en una cuesti¨®n de confianza
Albert Vicens mantiene una muy buena relaci¨®n con Joan Laporta despu¨¦s de compartir directiva desde 2003 a 2008 y formar parte destacada tambi¨¦n del Elefant Blau, la plataforma de oposici¨®n a Josep Llu¨ªs N¨²?ez que present¨® una moci¨®n de censura en 1998. Vicens sostiene que Laporta siempre ha tenido como espejo a Joan Gamper. El protagonismo que tuvo en el acto del 125 aniversario del club celebrado en el Liceo y su ¨²ltima rueda de prensa certifican de alguna manera que la referencia del presidente es el fundador del FC Barcelona. Aunque la obra y la personalidad de ambos dif¨ªcilmente admiten comparaci¨®n, Laporta se siente y presenta hoy como el salvador del Bar?a por mantener la singularidad de la divisa m¨¦s que un club en tiempos de m¨¢xima convulsi¨®n y por haber rescatado a la entidad de los mandatos ruinosos de Joan Gaspart y Josep Maria Bartomeu, despu¨¦s de combatir a N¨²?ez.
El barcelonismo gira desde hace a?os alrededor del universo Laporta. El presidente de 2025, sin embargo, no es el mismo que el de 2003. Tampoco lo son sus compa?eros y menos sus aliados, ni muchos periodistas, tampoco la mayor¨ªa de patrocinadores: Qatar nada tiene que ver con Unicef. Toni Aira, doctor en comunicaci¨®n, observ¨® atinadamente en Rac1 que antes se asociaba la figura de Laporta a la de Kennedy y ahora se le compara con Trump. Acaso se parece m¨¢s al de 2008 cuando super¨® la dimisi¨®n de ocho miembros de su junta y un voto de censura por menos de cinco puntos: 60.60% frente al necesario 66%. Laporta se volvi¨® desconfiado y su gesti¨®n fue tan personalista y criticada que al final de mandato fue sometido a una acci¨®n de responsabilidad que tuvo un efecto boomerang para su sucesor Sandro Rosell. Nadie discuti¨® en cambio que propici¨® y presidi¨® a uno de los mejores equipos de la historia dirigido por Pep Guardiola.
Algunos de sus mejores amigos sostienen que Laporta ser¨ªa un buen secretario t¨¦cnico si se tiene en cuenta adem¨¢s que, aconsejado por Johan Cruyff, tambi¨¦n contrat¨® a Frank Rijkaard y ahora apost¨® por Hansi Flick. A favor de marcador, incluso Bartomeu gan¨® las elecciones de 2015 al propio Laporta. El equipo es hoy el sost¨¦n del club y, por tanto, necesita el cuidado y el mimo de la directiva y no zancadillas como las fichas de Dani Olmo y Pau V¨ªctor. As¨ª se explica que la inscripci¨®n de ambos jugadores se convirtiera en un asunto nuclear y de inter¨¦s m¨¢ximo: por c¨®mo pod¨ªa afectar a la plantilla, por el posible da?o, reputaci¨®n y por la manera que dejar¨ªa en evidencia la mala gesti¨®n de la junta y colmar¨ªa el vaso de la paciencia con Laporta. La cr¨ªtica ha sido implacable hasta que los futbolistas han sido inscritos por la cautelar concedida desde el Consejo Superior de Deportes.
La decisi¨®n ha supuesto un respiro para Laporta y, por tanto, un motivo para que compareciera, se explicara e incluso se felicitara por demostrar que la causa ten¨ªa recorrido en contra del criterio de la Liga y de la Federaci¨®n Espa?ola, muy pendientes de las garant¨ªas de pago despu¨¦s de la fallida operaci¨®n de Bar?a Visi¨®n que permiti¨® dar de alta a algunos fichajes del Barcelona. Nadie puede negar en cualquier caso el derecho a la defensa y menos cuando se argumenta en t¨¦rminos jur¨ªdicos m¨¢s que pol¨ªticos, como se advirti¨® en la intervenci¨®n de Laporta. No procede por contra ajustar cuentas cuando el asunto contin¨²a en el limbo y no se sabe si le dar¨¢n la raz¨®n al Bar?a. El presidente aprovech¨® la ocasi¨®n para convertir una justificaci¨®n en una cuesti¨®n de confianza con el prop¨®sito de buscar culpables en lugar de delimitar responsabilidades en el Camp Nou.
Laporta no solamente huy¨® de la autocr¨ªtica necesaria despu¨¦s de la dimisi¨®n de tres vicepresidentes y la salida de hasta 24 ejecutivos, sino que presumi¨® de su acci¨®n de gobierno y carg¨® m¨¢s contra la prensa y una oposici¨®n atomizada y en fuera de juego que contra la propia Liga y la Federaci¨®n. El discurso del presidente result¨® tan victimista y populista que acab¨® por ser contraproducente para su propia gesti¨®n, que ha tenido tambi¨¦n sus aciertos y, sobre todo, ha marcado distancias respecto a las anteriores directivas, alguna protagonista de esc¨¢ndalos tan reprobables como el Bartogate. El argot siempre desacomplejado del presidente mezcla ahora con una emotividad que evoca tics de la ¨¦poca nu?ista contra los que combati¨® cuando aspiraba a llegar precisamente al palco del Camp Nou. Ahora se impone el laportismo y la fe ciega en el l¨ªder carism¨¢tico del Bar?a.
Y puede que los laportistas sean mayor¨ªa y hasta es muy posible que Laporta ganara unas elecciones previstas para 2026. La mayor¨ªa de sus intervenciones pretenden reforzar precisamente un v¨ªnculo que favorece la fractura ¡ªa favor o en contra, conmigo o contra m¨ª¡ª, como si estuviera en campa?a, alejado del sentido institucional y de representatividad que se le supone al presidente del Bar?a. Ha metabolizado el barcelonismo desde un optimismo que no admite a pesimistas ni esc¨¦pticos para que la consigna sea: ¡°Estimar Laporta es estimar al Bar?a¡±.
Alimentado por los agravios, el presidente pierde generosidad y grandeza, intenta apropiarse del relato con verdades y mentiras, confunde la directiva con el club y desmerece su aspiraci¨®n de seguir los pasos de Gamper. Laporta aspira a ser fiscalizado y juzgado por su trayectoria e impacto en la historia del club cuando su d¨ªa a d¨ªa es tan cambiante y contradictorio como sorpresivo, a menudo cuestionable y en ocasiones hasta comprensible, dif¨ªcil de descifrar como se ha visto en el conflicto Olmo-Pau V¨ªctor. No se trata de poder gobernar en paz, sino de mandar sin necesidad de apelar al gas sentimental que se da por supuesto en los socios y aficionados del Bar?a.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.