Mbapp¨¦ deja de pensar
El jugador m¨¢s famoso del mundo, Leo Messi, jam¨¢s pens¨®. Llegaba (llega) con el partido pensado de casa

Hace unos d¨ªas Kylian Mbapp¨¦ dijo una frase interesante: ¡°Estaba pensando demasiado¡±. Fue en una rueda de prensa en la que se celebr¨® esta reflexi¨®n populista (¡°Yo no soy un jugador t¨ªmido, pero ten¨ªa que venir con humildad, porque el Real Madrid ya lo hab¨ªa ganado todo y no pod¨ªa decir a los dem¨¢s que me pasasen el bal¨®n¡±) y se pas¨® m¨¢s por alto esta otra: ¡°Yo pensaba mucho en c¨®mo hacer las cosas, c¨®mo moverme, irme al espacio, irme a la zona de Vini o Rodrygo. Y cuando piensas mucho, no piensas en tu juego¡±. En otro orden de cosas y a otra velocidad de juego me record¨® a una reflexi¨®n reciente de un tenista de ¨¦lite (?Nadal?, ?Alcaraz?) que ven¨ªa a decir que en un partido solo se pod¨ªa pensar entre punto y punto, nunca con el punto en juego. La bola va a tanta velocidad y el cuerpo est¨¢ tan dedicado a ella que no hay una d¨¦cima de segundo libre para pensar: todo se mueve con delicados automatismos y sorprendentes instintos.
El cerebro es una m¨¢quina espectacular cuando se lleva al l¨ªmite. Puede convertirte en una especie de Dios en momentos de extraordinaria presi¨®n, o hacerte parecer el tipo m¨¢s desahuciado del mundo: Kylian Mbapp¨¦, por ejemplo, cuando pensaba de m¨¢s. Firm¨® varios partidos discretos hasta que finalmente en Liverpool y en San Mam¨¦s se convirti¨®, por arte de magia, en un delantero irreconocible. Estaba la condici¨®n f¨ªsica, pero sin explotar. Estaban las ganas, pero sin fe. Y no hab¨ªa nada m¨¢s, ni punter¨ªa ni confianza. La desesperaci¨®n era absoluta. Un articulista que a estas horas debe de estar exiliado lleg¨® a escribir que el Madrid ten¨ªa un problema y que ese problema era Mbapp¨¦. Y todo esto pasaba hace unas semanas. Lo que hace el f¨²tbol con el tiempo es algo a estudiar.
En Valladolid se produjo una contra madridista que se convirti¨® en estampida por obra y gracia de Mbapp¨¦. La inici¨® Valverde, la aclar¨® Bellingham y la condujo Rodrygo, pero son las zancadas de Mbapp¨¦ buscando el desmarque las que hacen retroceder al aficionado hasta Ronaldo Nazario, hasta la manada que dijo Valdano. Hay en esa manera de abalanzarse sobre el hueco de la defensa una cultura, un legado y una bomba nuclear. A veces no es necesario ni que le llegue la pelota. En el gol de Bellingham contra el Valencia, el gol de la victoria blanca en el descuento, Mbapp¨¦ cruza su espalda como un avi¨®n para quedarse solo con la porter¨ªa vac¨ªa (Bellingham resuelve la jugada ¨¦l solo). Es una belleza de desmarque, pero sobre todo es un desmarque que dura apenas un segundo. Mbapp¨¦ ya es el jugador que esper¨® el Madrid durante a?os.
Y a ello ha contribuido, claro, no pensar. No hay peligro m¨¢s ¨ªntimo que pensar cuando no debes. Si uno entra al campo pensando, y pasa el partido pensando, deber¨ªa entonces dejar la pelota y buscar un aula. No piensan ni los entrenadores. El jugador m¨¢s famoso del mundo, Leo Messi, jam¨¢s pens¨®. Llegaba (llega) con el partido pensado de casa. Los grandes jugadores act¨²an mediante curiosos espasmos cerebrales que convierten cada jugada en una suerte de milagro. No se puede ser tan r¨¢pido como Mbapp¨¦ y pasarte el partido pensando: ya piensan las piernas por ti. Piensa el equipo, incluso, como inteligencia colectiva. Los goles y todo lo que les precede no depende tanto de un t¨ªo que piensa como de varios t¨ªos que han salido del vestuario ya pensados, ya dispuestos a ejecutar en el campo lo trazado fuera por pura acumulaci¨®n. Por eso todo lo que le espera al Madrid con Mbapp¨¦, aquel antiguo problema, es bueno.
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