David Valero, bronce en ciclismo de monta?a, suma la segunda medalla para Espa?a en los Juegos
El ciclista granadino logra la cuarta medalla ol¨ªmpica espa?ola en la historia de la especialidad en una prueba ganada por el ingl¨¦s Tom Pidcock y en la que se cay¨® Van der Poel
Pidcock, Fl¨¹ckiger, Valero¡ por ese orden. Todos los dem¨¢s lo han hecho antes, de atr¨¢s adelante.
Pasan por el pasillo que les hacen los periodistas, y sus miradas, su tizne, la blancura de su piel son las de los mineros galeses del valle verde de Ford saliendo de la mina al atardecer, pero la mirada enga?a, no es la mirada triste de quien sabe que la vida ser¨¢ una sucesi¨®n de d¨ªas iguales y duros, es la mirada de quien ha llegado voluntariamente hasta la extenuaci¨®n y est¨¢ que no puede dar un paso m¨¢s, y est¨¢ alegre porque se ha divertido haci¨¦ndolo, pero no lo puede demostrar hasta que una ducha le libere las endorfinas, la recompensa que los tres primeros encuentran, ya en el podio, donde David Valero, de Baza, Granada, medalla de bronce en ciclismo de monta?a colgando del cuello y ramo de flores en una mano, quiz¨¢s pueda pensar que mucho m¨¢s duro es el trabajo en el campo al que su padre quer¨ªa que se dedicara, y solo quer¨ªa eso porque no entend¨ªa que uno pudiera ganarse la vida andando en bicicleta, y se tuvo que enfrentar a ¨¦l para poder ser ciclista, que esa hora y media que se han pasado pedaleando por un circuito que parece un jard¨ªn zen en algunos tramos, geom¨¦trico, piedrecitas, pero es un invento del diablo que no les quita el alma, sino que les acelera, y les dispara la adrenalina, y es polvoriento, polvo de tierra negra que el sudor hace carb¨®n pegado a su piel en negros manchurrones.
¡°Trabaj¨¦ cuatro a?os en el campo de mi padre, ten¨ªamos hortalizas¡±, dice Valero, de 32 a?os, casado, un hijo, casa en Baza, apartamento de alquiler en Sierra Nevada, donde pasa largas temporadas entren¨¢ndose en altura, equipo BH-Templo del Caf¨¦ organizado por Carlos Coloma, el ciclista de los mostachos medallista de bronce el ¨²ltimo d¨ªa de los Juegos de R¨ªo, que lleva bigotes en honor a Jos¨¦ Antonio Hermida, plata ya en 2004, el gotha de la bici de monta?a espa?ola (la de Valero es la cuarta medalla de la especialidad; se suma la de Marga Fullana, bronce en 2000). ¡°Pero a los 20 a?os entr¨¦ a trabajar en una tienda de bicicletas. Montaba para moverme de un sitio a otro, pero a los 22, hace 10, ya empec¨¦ a tomarme m¨¢s en serio el mountain bike. Y, s¨ª, por supuesto, es mucho m¨¢s duro el campo que esto¡±.
Y tambi¨¦n hay un bosque espeso y muchas cuestas.
Muchos se han ca¨ªdo buscando c¨®mo negociar las piedras, enormes pedruscos como los que dificultan los senderos en las orillas de los r¨ªos de las sierras, y se ha ca¨ªdo justamente Mathieu van der Poel, el hombre llegado de otros mundos cicl¨ªsticos, todos son sus mundos, en realidad, que a los 10 minutos de carrera, tan pronto, camino del jard¨ªn zen, piensa que detr¨¢s de una piedra enorme sigue colocada una rampa de madera para descender tres metros o as¨ª, y avanza despacito para deslizarse, pero no hay plancha (la hab¨ªa la v¨ªspera, en los entrenamientos, y le hab¨ªan dicho, a ¨¦l y a todos, que no estar¨ªa en la carrera, pero ¨¦l no se acuerda y Tom Pidcock, que va detr¨¢s de ¨¦l, alucina y se alarma vi¨¦ndole acercarse despacito cuando todos los dem¨¢s van lanzados, como esquiadores en un descenso, para dar un salto al vac¨ªo. Van der Poel se desliza por la piedra y se da un porrazo tremendo y un golpe fuerte en la cadera derecha. La carrera se ha acabado para ¨¦l, pero ¨¦l se enfurru?a, se empe?a, vuelve a la bici y durante 40 minutos emprende una persecuci¨®n loca a los mejores, a los que no vuelve a ver. M¨¢s que un deseo de terminar le mueve la necesidad de acabar la tarea, de vaciarse, de no retirarse hasta que no puede, porque ese es su esp¨ªritu, acabar muerto todas las tareas que emprende.
¡°No fue una cosa bonita de ver¡±, dice Pidcock, que salta ligero y aprieta el ritmo para forzar a los m¨¢s especialistas, al campe¨®n de R¨ªo, Nino Schurter, al otro suizo, Fl¨¹ckiger, al neozeland¨¦s Cooper, al franc¨¦s Sarrou, al checo Cink, que revienta una rueda, a ir m¨¢s all¨¢ de lo que pueden, les revienta desde atr¨¢s al principio el chavalillo de Yorkshire y les remata desde delante, desde el minuto 33, cuando ataca en un senderito estrecho y nadie puede m¨¢s que mirarle.
Pidcock, que se entrena en Andorra y por los Pirineos, mide 1,65m, tan bajito, y tan fuerte en ciclocross y en el pav¨¦s de Roubaix, tan ligerito como es, como es alto Valero y delgado, una vara y una capacidad de sufrimiento que su padre quer¨ªa que solo expresara en el campo. Y el convencimiento de que la medalla est¨¢ a su alcance, lo que deja a Pidcock y compa?¨ªa tan boquiabiertos como cuando oyen que empez¨® a correr a los 22, y ¨¦l, el campe¨®n ol¨ªmpico, cumplir¨¢ 22 el 30 de julio, y piensa que tiene toda la vida por delante, porque para todos, Valero es un medallista sorpresa. No es el l¨ªder de la Copa del Mundo, como Fl¨¹ckiger, medallista de plata en el circuito de Izu, plantado entre un parque de atracciones infantil, con un tiovivo y una monta?ita rusa, y el vel¨®dromo ol¨ªmpico a la sombra del volc¨¢n Fuji; no es una figura del ciclismo mundial, como los invasores Pidcock y Van der Poel, el nieto de Poulidor amarillo en el Tour. ¡°Pues claro que s¨ª que sal¨ª pensando en una medalla¡±, dice con sencillez Valero, quien recuerda que ya qued¨® noveno en los Juegos de R¨ªo. Y su entrenador, Manu Mateo, lo ratifica. ¡°?l ten¨ªa muy claro que se pod¨ªa pese a tantos grandes nombres como hab¨ªa inscritos. Le favorec¨ªa que hubiera solo 38 participantes, porque comenz¨® mal, cortado por un enganch¨®n nada m¨¢s partir, y ha estado toda la carrera remontando desde atr¨¢s, desde el puesto 35?¡±, dice Mateo. ¡°No brilla en las Copas del Mundo porque las usamos para medir su estado de forma, pero estaba perfecto¡±, cuenta.
Desde la radio le informa Mikel Zabala, el director t¨¦cnico de la federaci¨®n, de sus avances. Por etapas. Primero le gu¨ªa hasta el puesto de finalista. Luego le cuenta que tiene el podio a tiro. Despu¨¦s ya no necesita m¨¢s. Valero, tan duro, tan amante del calor y del sol, que le dan la vida y le queman, llega al comienzo de la ¨²ltima vuelta a la altura de los dos que se juegan el bronce. Pidcock (1h 25m 14s) y Fl¨¹ckiger (1h 25m 34s) ya son inalcanzables, pero Schurter, el campe¨®n, est¨¢ ah¨ª, y a Schurter le destroza porque ¨¦l, Valero (1h 25m 48s), se conoce muy bien, y sabe sufrir como nadie y que cuando lleva gastados tres cuartos de dep¨®sito sabe sacar mucho m¨¢s jugo de lo que le queda que los dem¨¢s machacando los pedales de su BH, un plato, 12 pi?ones, alguno m¨¢s grande que el plato. Es su gran virtud. Y su empe?o en ser ciclista, tambi¨¦n.
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