El Djokovic de las grandes ocasiones
Lo de Alcaraz no fue una derrota. Su meritoria medalla de plata contra el mejor jugador de tenis de la historia merece toda nuestra admiraci¨®n
Se han apagado ya los ecos de la inauguraci¨®n, no exenta de pol¨¦mica, de los Juegos Ol¨ªmpicos donde, bajo mi particular punto de vista y m¨¢s all¨¢ de las posibles ofensas que se han ido manifestando, Par¨ªs perdi¨® la oportunidad de reivindicar el bien ganado estatus por el cual ha sido desde hace muchos a?os reconocida y admirada: la clase, la elegancia y el buen gusto. Aun as¨ª, el incomparable escenario, algunos momentos estelares, como el broche final, con la magn¨ªfica actuaci¨®n de C¨¦line Dion o los relevos ¨²ltimos que culminaron con el encendido del fuego ol¨ªmpico, quedar¨¢n, desde luego, en nuestra retina.
Superados ya los diez primeros d¨ªas de competici¨®n y bien entrados en la semana decisiva, la delegaci¨®n espa?ola est¨¢ lejos de materializar las expectativas de sus dirigentes y, por supuesto, de muchos de nosotros, los aficionados al deporte. Esperemos que en los d¨ªas que quedan, nuestros atletas cuenten con algo m¨¢s de suerte. Este domingo pasado, sin ir m¨¢s lejos, vivimos una jornada agridulce. Carolina Mar¨ªn, para gran pesar de los que la admiramos, vivi¨® en primera persona la cara m¨¢s amarga del deporte. Cuando estaba cerca de asegurarse una medalla y de mantener intactas sus opciones de luchar por el oro, sufri¨® una dolorosa lesi¨®n que la oblig¨® a abandonar la competici¨®n; una frustrante decepci¨®n que se ve incrementada cuando ocurre en una competici¨®n cuatrienal y siendo ella la favorita.
Tambi¨¦n tuvo que lidiar con la agria cara de la moneda fue el golfista Jon Rahm, quien cuando acariciaba ya la medalla de oro, vio c¨®mo unos inoportunos errores finales no s¨®lo le arrebataron el dorado metal, sino que lo dejaron sin la posibilidad de luchar por las otras dos medallas. Una de las alegr¨ªas que nos llevamos, sin embargo, nos la dieron las tenistas Sara Sorribes y Cristina Bucsa, quienes consiguieron una meritoria medalla de bronce. Se las colgaron despu¨¦s de un gran encuentro contra las checas Noskova y Muchova, sobre las que se mostraron muy superiores, deshaci¨¦ndose de ellas por un rotundo doble 6-2.
Menci¨®n aparte se merece la final de tenis masculina y la consiguiente lucha por la medalla de oro entre Carlos Alcaraz y Novak Djokovic. Nuestro gran jugador cay¨® derrotado en un intenso y ajustado partido que se sald¨® a favor del serbio por un doble 7-6. Es cierto que el espa?ol era el m¨¢ximo favorito para a?adir a su vitrina el ¨¦xito ol¨ªmpico pero, en esta ocasi¨®n, se encontr¨® con un gran Djokovic que nos record¨® al de sus mejores versiones. El partido estuvo muy igualado en todo momento, jugado con gran intensidad y con continuos intercambios desde el fondo de la pista. As¨ª lo atestigua el dato curioso de que ninguno de los dos contendientes logr¨® romper el servicio de su oponente. La clave de la derrota de Carlos estuvo en la falta de acierto en las ocho bolas de break de las que dispuso en el primer set. Creo que si hubiera sido capaz de convertir alguna de ellas, probablemente la victoria habr¨ªa ca¨ªdo de su lado.
En esta magn¨ªfica final pudimos ver a un Novak muy mejorado desde la ¨²ltima lucha entre ambos en la de Wimbledon, hace escasas semanas. Si all¨ª el serbio se mostr¨® desconcertado y m¨¢s lento de lo normal y Carlos, por su parte, fue capaz de desbordarle una y otra vez con r¨¢pidos golpes desde el fondo de la pista, en esta ocasi¨®n pudimos ver al jugador de Belgrado muy mejorado y con una velocidad de desplazamientos propias del grand¨ªsimo jugador que sigue siendo. Oblig¨® al tenista murciano a forzar sus golpes desde el fondo una y otra vez, lo que lo llev¨® a cometer alg¨²n que otro error de m¨¢s.
Las im¨¢genes de Carlos llorando en la pista con claras muestras de pena y frustraci¨®n nos han dejado con una amarga sensaci¨®n, pero para nada deber¨ªan llevarnos a pensar que se trat¨® de una derrota. Perdi¨® un partido que bien hubiera podido caer de su lado, dando la cara en todo momento, luchando hasta la ¨²ltima bola como sabemos que es habitual en ¨¦l, y teniendo en vilo a todo un pa¨ªs que gozamos de verlo por su gran tenis y por su pasi¨®n.
Su meritoria medalla de plata contra el mejor jugador de tenis de la historia merece, sin lugar a duda, toda nuestra admiraci¨®n.
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