El f¨²tbol femenino golea en el fort¨ªn del rugby: 30.000 aficionados de media llenan los estadios
El seguimiento al Mundial es seis veces superior al del celebrado el pasado a?o en Nueva Zelanda de un deporte en el que kiwis y australianas son grandes potencias
Que en Nueva Zelanda haya muchas m¨¢s jugadoras de f¨²tbol ¨Cun deporte en el que son un mero figurante internacional ¨C que de rugby, en el que su selecci¨®n, las Black Ferns, es la gran potencia, ilustra el poder planetario del f¨²tbol, hasta en su terreno menos f¨¦rtil, y las dificultades del rugby para extenderse m¨¢s all¨¢ de sus graneros tradicionales. El Mundial femenino que acoge el pa¨ªs junto a Australia, otra potencia del oval en la que el f¨²tbol suma m¨¢s adeptos, ha agudizado esta tendencia con un seguimiento sin precedentes.
Nadie ha ganado m¨¢s que las Black Ferns ¨Csu porcentaje de victorias, por encima del 90%, supera a la selecci¨®n masculina, los All Blacks¨C pero el rugby femenino no tiene m¨²sculo econ¨®mico en el pa¨ªs m¨¢s devoto. La competici¨®n dom¨¦stica, disputada por franquicias regionales, no es profesional, un distintivo que solo esgrime una liga en todo el mundo, la Premiership inglesa. Y con los ingresos justos. El requisito salarial de sus 15 clubes es de 190.000 libras anuales ¨Cunos 220.000 euros¨C para toda la plantilla, que en algunos casos llega a las 50 jugadoras. El objetivo es ampliarlo progresivamente hasta las 430.000 en 2027. Ese es el techo econ¨®mico del deporte, cifras modestas al lado del f¨²tbol.
Nueva Zelanda acogi¨® el Mundial de rugby el a?o pasado. Su seguimiento fue un hito, con la cifra r¨¦cord de 42.579 espectadores en el templo de Eden Park para la final, que midi¨® a las locales con Inglaterra. Aquel partido vali¨® un Mundial que no alcanz¨® ese voltaje en las rondas previas. Fue la primera vez que el torneo se extend¨ªa a cinco semanas, pero el total de espectadores en 26 partidos fue de 150.000, en parte porque la diferencia entre las candidatas y el resto es abismal. El guion de la fase de grupos estaba escrito y en el rugby, a diferencia del f¨²tbol, es dif¨ªcil que ocurra un suceso que altere radicalmente un pron¨®stico. Dejando a un lado la final, la cifra de asientos ocupados por partido no lleg¨® a los 5.000.
Para evitar la escena de los asientos vac¨ªos ¨Caceptada en el rugby, un tab¨² en el f¨²tbol¨C Nueva Zelanda, un pa¨ªs que apenas supera los cinco millones de habitantes, tom¨® la decisi¨®n de regalar entradas para los partidos de este Mundial femenino de f¨²tbol cuando vio que el ritmo de venta no era el deseado. As¨ª es como Eden Park super¨® al rugby con el Portugal-EEUU (42.958 espectadores). Un seguimiento de r¨¦cord ilustrado por el debut de las australianas, que congreg¨® a 75.784 aficionados en Sidney. Los 16 primeros partidos llenaron 459.547 asientos, una media cercana a los 30.000 por encuentro. Los estadios son m¨¢s grandes, pero el dato multiplica por seis al rugby. La FIFA ha vendido 1,7 millones de entradas, casi 400.000 m¨¢s de las previstas, superando a Canad¨¢ 2015. La eliminaci¨®n de Nueva Zelanda ante Suiza sucedi¨® en Dunedin, con el estadio, de 26.000 plazas, lleno; un quinto de la poblaci¨®n de la ciudad.
La movilizaci¨®n del f¨²tbol en Ocean¨ªa debe mucho a las Matildas, que han igualado el techo de la selecci¨®n masculina. Australia, que no se clasific¨® para el primer mundial (1991) y no gan¨® su primer partido hasta 2007, ha dado un salto inesperado col¨¢ndose en octavos como primera de grupo. La consecuencia es que 9,4 millones de australianos ¨Cm¨¢s de un tercio del pa¨ªs¨C han seguido el torneo.
El a?o pasado, unas 25.000 mujeres jugaban al rugby en Nueva Zelanda. Los organizadores del Mundial confiaban en que el ¨¦xito del evento sumara a otras 10.000 en este a?o, pero la cifra sigue por debajo de las m¨¢s de 40.000 que practican el f¨²tbol. La diferencia es abismal en Australia. Sin los ¨¦xitos de las Black Ferns, ganadoras de seis de los nueve mundiales en rugby a XV, las Wallaroos son potencia y ganaron en R¨ªo el primer oro ol¨ªmpico en la modalidad de siete jugadoras. Con todo, apenas superan las 60.000 practicantes en el oval por m¨¢s de medio mill¨®n de futbolistas. Una brecha que presumiblemente se agrandar¨¢ en unas sociedades con grandes estadios, pioneras en t¨¦rminos de igualdad ¨Cpor ejemplo, en el acceso de mujeres a altos puestos de representaci¨®n pol¨ªtica¨C y con un clima que les permite celebrar un Mundial en invierno. Las ant¨ªpodas del f¨²tbol han despertado.
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