La final de la Copa Mundial en el WiZink Center: ¡°Esto va a marcar un antes y un despu¨¦s en el f¨²tbol femenino en Espa?a¡±
Unas 6.200 personas han gritado, llorado, re¨ªdo y apoyado a las jugadoras frente a siete enormes pantallas en el recinto madrile?o
Se anuncia el tiempo a?adido: 13 minutos. El p¨²blico contiene el aliento. Manos en la cabeza. Ojos abiertos. Algunos se cubren la cara con la bandera, no quieren mirar. ¡°Venga, va, chicas. Que lo hac¨¦is¡±, murmura una adolescente. Se lleva la mano a la boca. Y entonces, lo hacen: ganan. La selecci¨®n espa?ola es campeona del mundo. Y m¨¢s de 6.000 personas lo han gritado, lo han llorado, lo han coreado, lo han vivido desde las gradas del WiZink Center, en Madrid.
A las 10.00, una hora antes de que abran las puertas del recinto, ya hay m¨¢s de 150 personas haciendo cola. Quieren entrar los primeros. ¡°?lvaro, ?ven aqu¨ª! No te vayas a perder con tanta gente¡±, le grita una madre a su hijo, que corre, chilla, canta y salta por todas partes. Como la mayor¨ªa de los presentes, el ni?o lleva la camiseta de la selecci¨®n y una bandera de Espa?a en alguna parte del cuerpo. En su caso, le cuelga del cuello, a modo de capa, pero hay quienes se la han pintado en brazos o mejillas o agitan banderines de todos los tama?os. Tambi¨¦n en gorros, bufandas ¡ªla afici¨®n no entiende de calor¡ª y hasta corbatas atadas a la cabeza, como al final de las bodas. Los que no tienen el uniforme oficial, han optado por vestir de amarillo y rojo.
Los primeros en llegar han sido, sobre todo, familias y grupos de chicos y chicas adolescentes. Solo unos pocos, los que encabezan la cola, tienen la suerte de esperar a la sombra. ¡°?Venga, una foto!¡±. ¡°?Para pap¨¢!¡±. Algunos han tra¨ªdo consigo un pulverizador de agua para hacer m¨¢s amena la espera al sol. Otros se colocan la bandera para cubrirse. La mayor¨ªa aguanta, sonr¨ªe y habla del partido. Es un d¨ªa hist¨®rico.
Es lo que creen Beatriz, Sonsoles, Elena, Noelia y Mar¨ªa, todas madrile?as, de 40 a?os, futboleras y amigas. Han visto todos los partidos del Mundial por separado y ten¨ªan claro que si Espa?a llegaba a la final quer¨ªan verlo juntas. Por eso, en cuanto salieron las entradas, una de ellas mand¨® una alerta al grupo de WhatsApp: ¡°?Que ya est¨¢n!¡±. Y a todo correr las cinco se metieron en la p¨¢gina web. ¡°Son nuestras chicas, estamos haciendo historia. Son unas cracks y es incre¨ªble¡±, dice una de ellas. Elena asiente y cuenta que juega al f¨²tbol desde chiquitita: ¡°Era la rara¡±. ¡°Mi mote ha sido siempre marimacho¡±, a?ade Beatriz, se gira y un chaval le da una camiseta roja. ¡°Te he conseguido una¡±, le dice. ¡°No me lo puedo creer¡±, responde ella. Ya est¨¢ lista. Todas creen que el f¨²tbol femenino empez¨® a cambiar desde que Alexia Putellas gan¨® el Bal¨®n de Oro. ¡°La visibilidad es la clave. Por eso llevo a?os poniendo Teledeporte cuando juegan las mujeres, al deporte que sea¡±, a?ade Mar¨ªa.
¡±?A por ellas, oe, a por ellas, oe!¡±, gritan en la fila. Dos chicos sin camiseta y con los colores de la bandera en el pecho corean y el grito se extiende por la explanada de la plaza. Se oyen silbidos, tambores, palmadas. Las puertas est¨¢n a punto de abrir y los aficionados no aguantan m¨¢s, quieren hacerse con el recinto.
Carlos y su familia caminan con prisa. ¡°?Vamos!¡±, anima. No lleva el uniforme del equipo, pero s¨ª se ha puesto un polo rojo para la ocasi¨®n. ¡°Mi cu?ada juega al f¨²tbol y tenemos un par de amigas que son entrenadoras. Ten¨ªamos que venir a apoyar. Tambi¨¦n por ellas¡±, dice. El madrile?o cree que es ¡°importante¡± que una final del mundial femenino se retransmita en un pabell¨®n tan grande. ¡°Cuesta entrar en la din¨¢mica del f¨²tbol y m¨¢s si lleva tanto tiempo consider¨¢ndose menos profesional¡±
A las 11 en punto las puertas se abren y miles de personas empiezan a llenar dos pisos de gradas: 6.200 personas que sonr¨ªen, se besan y abrazan. Est¨¢n felices. Y frente a ellas, siete enormes pantallas. Debajo, la pista vac¨ªa, salvo por una mesa de control desde la que un comentarista y un DJ animan al p¨²blico. Varios grupos de amigos apuran hasta el ¨²ltimo minuto para ponerse a punto y se pintan rallas de colores en la cara, justo antes de entrar. Dos trabajadoras, con maquillaje rojo y amarillo en la mano, se ofrecen para dejarles niquelados. La m¨²sica suena a todo volumen. Nada m¨¢s entrar, el exitazo Qu¨¦date de Bizarrap y Quevedo. ¡°?Qu¨¦ bonito, qu¨¦ bonito! ?Bienvenidos!¡±, saluda el animador. Su voz se oye por todo el recinto. ¡°?A ver esas banderas de Espa?a!¡±. El p¨²blico las agita, silba y chilla. Casi todos sacan el m¨®vil, quieren hacerse un selfie, fotografiar las pantallas, colgarlo en redes o enviarlo a sus familiares.
Y entonces suena el himno de Espa?a y las gradas se ponen en pie. Banderas en alto, alguno se toca el pecho. Lo m¨¢s peque?os saltan. Empieza el partido. ¡°Espa?a, Espa?a, Espa?a¡°, palmas que no cesan. El Wizink Center retumba. B¨¢rbara Crespo, su marido e hija de ocho a?os disfrutan de la final desde la zona VIP. ¡°Somos muy futboleros, sobre todo del Madrid, pero lo de hoy es ya parte de nuestra cultura¡±, comenta ella. Est¨¢n ilusionados, sobre todo por la ni?a, que ha empezado a jugar al f¨²tbol en el colegio.
- ?Por qu¨¦ est¨¢is emocionados?
- ¡°?Porque pueden con todo!¡±, responde la menor.
B¨¢rbara le acaricia la cabeza: ¡°Nuestras chicas est¨¢n representando de una forma tan rese?able al deporte espa?ol¡ Es una fiesta¡±. En cuanto arranca el partido, los gritos disminuyen, el p¨²blico se recoloca en sus asientos. Nadie quiere perderse un movimiento, una patada, un pase, una falta. Miles de ¡°?uf!¡± suenan al un¨ªsono cuando las inglesas se acercan a la porter¨ªa y fallan. Los culos se levantan del asiento cuando quienes se acercan a la red contraria son las espa?olas. Aplausos y v¨ªtores con cada pelota que para Cata Coll. Patatas, coca-cola, cerveza y agua en los momentos valle.
Casi media hora de partido. Minuto 29. Gol. El pabell¨®n del Wizink estalla. Todos en pie. Antes del partido hab¨ªa esperanza de salir victoriosas, ahora es convicci¨®n: ¡°?Espa?a ganadora!¡±. Los v¨ªtores no cesan. Proyectan la repetici¨®n del tiro en las siete pantallas y el p¨²blico jalea como si lo viera por primera vez y no acabara de desga?itarse hace escasos segundos.
Mariela, de 16 a?os, no puede parar de sonre¨ªr. Ha venido con su familia y amigas, lleva puesta la camiseta de la selecci¨®n y resplandece. ¡°Es.. es ilusionante. Todo. Que sean chicas, que sea la final. La representaci¨®n¡±. Hace a?os que juega al f¨²tbol y recuerda que cuando era m¨¢s peque?a ¡°no era normal¡± que una ni?a se interesara tanto por ese deporte. ¡°Verlo es un orgullo. Representar a nuestro pa¨ªs con una figura femenina¡±, dice y est¨¢ segura de que este partido ¡°va a marcar un antes y un despu¨¦s en el f¨²tbol femenino en Espa?a¡±. Entonces, una jugadora inglesa toca la pelota con la mano. Penalti. No hay quien contenga la emoci¨®n en el recinto. ¡°?Jenni, Jenni!¡±, jalea el p¨²blico. Jenni falla, pero los ¨¢nimos no decaen. Hay fe.
Apenas media hora despu¨¦s la fe se ha convertido en gritos de celebraci¨®n. En l¨¢grimas t¨ªmidas. En besos a los hijos, los amigos, la pareja. En Mi Gran Noche, de Raphael, que suena a todo volumen. En miles de personas que no quieren abandonar el recinto. Acaban de compartir un momento hist¨®rico.
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