Una final fieramente humana
De un desbocado partido emergi¨® una gigantesca final, inolvidable por mil razones y por su corolario definitivo
Se recordar¨¢ siempre la final de Qatar 2022 y no encontrar¨¢ el f¨²tbol mejor ocasi¨®n para publicitarse, si es que todav¨ªa queda alg¨²n despistado por el mundo. A este Argentina-Francia no le falt¨® una coma, una tormenta de incertidumbre, emociones incontenibles y un maravilloso aroma a f¨²tbol antiguo. Se analizar¨¢ de mil maneras, llover¨¢n estad¨ªsticas y el big data nos trasladar¨¢ minucias sorprendentes, detalles que solo son detectables en el microscopio de los entom¨®logos del f¨²tbol, an¨¢lisis que desmenuzar¨¢n el curso de la final y pretender¨¢n explicar lo inexplicable, porque este partido prefiri¨® ser fieramente humano. Ya figura por derecho entre los inolvidables de la historia.
Los m¨¢s estrictos encontrar¨¢n razones m¨¢s que suficientes para quejarse. Francia decepcion¨® durante 70 minutos, sin juego, sin recursos y sin alma. Pocas veces un equipo se ha alejado tanto de su verdadero potencial. Cuando gana, algo habitual por otra parte, se elogia su falso pragmatismo. No hay selecci¨®n con m¨¢s y mejores jugadores. Faltaron Benzema y Nkunku a la cita del Mundial, se lesion¨® Lucas Hern¨¢ndez y tampoco pudieron llegar Ngolo Kant¨¦ y Pogba, una sangr¨ªa que no alter¨® la percepci¨®n general: a Francia le sobran jugadorazos, pero le falta grandeza. Es un equipo avaro. Y a¨²n as¨ª estuvo a un remate de la victoria, el que detuvo in art¨ªculo mortis Emiliano Mart¨ªnez en el ¨²ltimo minuto de la pr¨®rroga.
Quien quiera leer la final desde los errores dispondr¨¢ de un material abundante, pero olvidar¨¢ la naturaleza animal del f¨²tbol, una bestia que no tiene inconveniente en volverse ingobernable. Nadie mejor que Argentina para acreditarlo. Mereci¨® la victoria en su primorosa hora inicial, frente a un rival pasivo, preso de una flojera alarmante, aparentemente rendido. La excitaci¨®n, la energ¨ªa, los recursos t¨¢cticos y la brillantez pertenecieron a los argentinos, impecables en su desempe?o.
Se adivin¨® una victoria de carril, producto del desequilibrio entre un equipo al que le iba la vida en cada momento y otro atacado por la desgana. Hasta ah¨ª, destac¨® el armonioso f¨²tbol de Argentina y la perplejidad que produc¨ªa la infame versi¨®n francesa. Mbapp¨¦, que acud¨ªa para robarle el relato a Messi, hizo mutis. Represent¨® en primera persona el fracaso de su equipo. ?C¨®mo calificar de hist¨®rica una final tan desigual? Porque el f¨²tbol decidi¨® no tener patr¨®n, ni patria. Reclam¨® su veta anarquista, que tambi¨¦n la tiene.
Dos errores de Otamendi en la misma jugada actuaron como una granada de racimo en el encuentro. Mbapp¨¦ aprovech¨® el penalti del central argentino para emerger de donde fuera que estuviera y la final entr¨® en uno de los delirios emocionales m¨¢s potentes en la historia de la Copa del Mundo. Qued¨® claro que Messi no pod¨ªa saldar sin dramatismo su deuda con los Mundiales, o la de los Mundiales con Messi. El f¨²tbol le guard¨® al genio argentino la cantidad m¨¢xima de sufrimiento y gloria. Ven¨ªa escrito en las estrellas. El destino de Messi en el Mundial de ninguna manera pod¨ªa ser f¨¢cil, desde el primero al ¨²ltimo de los partidos.
Deschamps tir¨® los dados y comenz¨® a sembrar el campo de nuevos jugadores, todos potentes, frontales y aguerridos. Un retrato tambi¨¦n de la Francia de nuestros d¨ªas. Excepto el portero Lloris, el resto de los franceses que terminaron el partido ten¨ªan origen africano o antillano. Defendieron el pabell¨®n nacional con coraje y pasi¨®n. Emocion¨® su reacci¨®n y la angustiosa resistencia argentina, en medio de la tromba que desencaden¨® Mbapp¨¦, autor del sensacional gol del empate.
Desde ese instante, la final fue puro fuego, una fant¨¢stica representaci¨®n de la multitud de vertientes del f¨²tbol y de su indomable car¨¢cter. S¨ª, dio la impresi¨®n de que Scaloni retras¨® demasiado los cambios, pero tambi¨¦n ajust¨® el equipo en la pr¨®rroga, cuando la exuberancia de los jugadores franceses amenazaba con destruir a la fatigada selecci¨®n argentina. La pr¨®rroga rescat¨® a Argentina, pero no destruy¨® a Francia. De un desbocado partido emergi¨® una gigantesca final, inolvidable por mil razones y por su corolario definitivo. El Mundial, que suele premiar a los astros del f¨²tbol en el apogeo de sus carreras, le reserv¨® esta vez el hueco que merec¨ªa a un maravilloso jugador de 35 a?os: Leo Messi.
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