Ante la "reforma"
Coincide la aparici¨®n primera de EL PAIS con momentos singulares de la convivencia espa?ola. Desde la muerte del general Franco, y quiz¨¢ antes, desde el asesinato del presidente Carrero, nuestro pueblo permanece en una constante y prolongada expectativa de cambio pol¨ªtico que no acaba de producirse. Cuantos experimentos se han hecho desde el poder en los ¨²ltimos dos a?os para tratar de asumir las profundas transformaciones operadas entre los espa?oles e integrarlas en el r¨¦gimen vigente han fracasado.La iniciativa reformista que el Rey asumiera en los tempranos d¨ªas de su llegada al Trono parece condenada a similar destino, dada la actitud del gabinete ministerial. La p¨¦rdida de credibilidad de la pol¨ªtica gubernamental es, nos tememos, definitiva. Y ni el reciente discurso del presidente Arias ni las promesas, siempre incumplidas, de democratizaci¨®n consiguen ya prender en la esperanza de los espa?oles.
No es cuesti¨®n de impaciencia. Este pa¨ªs lleva esperando cuarenta a?os -exactamente desde el comienzo de la guerra civil- la normalizaci¨®n de su convivencia pol¨ªtica. Este pa¨ªs, cuyas tres cuartas partes de la poblaci¨®n no participaron en aquella contienda fratricida, busca in¨²tilmente, por lo mismo, desde hace casi medio siglo unas formas de vida civilizadas y modernas que le permitan encontrar en el concierto de las naciones el lugar que por historia y por derecho le pertenece. Y la espera contenida del pasado, pre?ada de ilusiones cuando se pensaba en fechas como las que ahora vivimos, se ha visto repetidamente defraudada.
En este primer n¨²mero de un peri¨®dico que nace al amparo de una convicci¨®n irrenunciablemente democr¨¢tica, hay que decir que la reforma pol¨ªtica anunciada ni satisface las exigencias m¨ªnimas que el respeto a los principios de la democracia y de la libertad exigen, ni puede lograr la adhesi¨®n de las nuevas generaciones de espa?oles.
El reformismo del poder ha naufragado porque no ha sido sincero. En una palabra: porque no ha sido verdadera y realmente reformista. Las esperanzas de un tr¨¢nsito lineal entre la dictadura de anta?o y un sistema democr¨¢tico han sido siempre pocas; resultaban no obstante plausibles por el deseo de los espa?oles, repetidas veces demostrado, de encontrar soluciones a una situaci¨®n sin salida como la provocada por el antiguo r¨¦gimen. Pero para que la dial¨¦ctica de la reforma hubiera podido anular con convicci¨®n a la dial¨¦ctica de la ruptura, ten¨ªa que haber comenzado por el reconocimiento de que las metas de una y otra tienen que ser en cualquier caso parejas: la instauraci¨®n de una democracia real en nuestro suelo, con el reconocimiento de las libertades individuales y del derecho de los ciudadanos a elegir a sus gobernantes a trav¨¦s del sufragio universal. La reforma que el Gobierno quiere vender hoy a la opini¨®n viene s¨®lo a defender privilegios e intereses de grupo que nos hablan de la continuidad de un pasado sin horizontes.
Quiz¨¢ todav¨ªa ser¨ªa hoy posible una estrategia de reforma, a condici¨®n de que fuera otro gobierno el que la emprendiera y tuviera credibilidad entre los ciudadanos. De otro modo, cuando el Presidente anuncie calendarios y programas parecer¨¢ que establece un turno ordenado para cometer errores in¨²tiles. No es un prejuicio esto que decimos. Las l¨ªneas conocidas de las leyes pol¨ªticas enviadas a las Cortes hacen subsistir el antiguo aparato burocr¨¢tico y pol¨ªtico del R¨¦gimen y del Movimiento bajo la capa medrosa de un nombre venerable, el de Senado; soluci¨®n esta que no soluciona nada y no satisface a nadie. La existencia de una C¨¢mara Alta con facultades colegislativas de hecho superiores a las de la Baja -elegida por sufragio universal- y con funciones similares al actual Consejo Nacional en lo que respecta a la salvaguarda de las Leyes Fundamentales; la permanencia de los cuarenta consejeros de Ayete -designados por Franco- con car¨¢cter vitalicio; la de unos senadores elegidos por representaci¨®n sindical, con la ambig¨¹edad que supone el legislar tal cosa sin que se tenga noticia previa de c¨®mo va a articularse la propia reforma de nuestros sindicatos; y la existencia final de un Comit¨¦ de Vigilancia del Senado con notable presencia de senadores de designaci¨®n franquista y con altas atribuciones sobre todo, el cuerpo legislativo, son ejemplos de que las ?soluciones? del gobierno Arias est¨¢n te?idas de caetanismo y, por tanto, de inutilidad cara a un futuro no lejano. Si a?adimos a ello que existe una propuesta para que los principios Fundamentales del Movimiento no sean reformables ni a trav¨¦s de Ref¨¦rendum, que el antiguo Secretario General del Partido permanece en el gabinete bajo la denominaci¨®n de Ministro Secretario General del Gobierno, y que finalmente este no es responsable para nada ante una C¨¢mara Baja elegida por sufragio universal -que l¨®gicamente es quien debe representar la voluntad de los ciudadanos- podr¨¢ entenderse hasta qu¨¦ punto la reforma est¨¢ condenada al fracaso. Porque no ha consistido en una verdadera reforma. Pero amenaza adem¨¢s con arrastrar en su ca¨ªda a toda otra posibilidad de reformismo aut¨¦ntico que pudiera haber contado con un asentimiento generalizado.
Y esto es cuanto quer¨ªamos decir en nuestro primer d¨ªa de existencia. Si como saludo resulta intemperante, ac¨¦ptese al menos como inicial impresi¨®n de un diario reci¨¦n nacido que, apenas abre los ojos y mira en torno suyo, no tiene otro remedio que pronunciar de nuevo las palabras de Ortega, tan entra?ables para nosotros: Desde luego, se?ores ?no es esto, no es esto?.
Informaci¨®n sobre la reforma parlamentaria en p¨¢g. 11
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