Grupos de teatro independiente en la sala Cadarso
En la calle Cadarso, n¨²mero 18 junto a la plaza de Espa?a -el Hogar del Empleado que anta?o dedicaron los jesu¨ªtas a sus apostolados sociales- cuenta Madrid con una sala teatral que merece un punto y aparte en la cartelera de los espect¨¢culos. La Sala Cadarso es desde el 25 de febrero hasta la fecha un local estable dedicado a la programaci¨®n de los espect¨¢culos de grupos, cooperativas de actores o colectivos que desde hace tiempo se vienen pateando la geograf¨ªa del Estado para encontrar un p¨²blico perdido para el teatro y para conectar su quehacer con el proyecto democr¨¢tico que trae en vilo a la sociedad entera.Por la Sala Cadarso han desfilado T¨¢bano, con su ¨²ltimo espect¨¢culo La ¨®pera del bandido, versi¨®n del propio grupo realizada sobre un texto de John Gay, bajo la atenta mirada de Bertolt Brecht. El espect¨¢culo vino a terminar en la Sala Cadarso el a?o largo de giras por casi todo el territorio de Estado -con peque?as programaciones estables en Barcelona y Valencia- y con una larga escapada por la emigraci¨®n espa?ola en Europa (Francia, Alemania, B¨¦lgica y Holanda). En la Sala madrile?a estuvieron un mes (25 sesiones) con una media de 250 espectadores por representaci¨®n. Desde el 23 de marzo al 18 de abril el Grupo Internacional de Teatro (GIT) tuvo en cartel Ratas y rateros, versi¨®n propia de la obra del catal¨¢n Jordi Teixidor. El retablo del flautista. El grupo consegu¨ªa con este espect¨¢culo la versi¨®n m¨¢s pol¨ªtica de un texto montada con mucha frecuencia por grupos independientes y transformaba un cuento casi rosa en una denuncia. Fueron 13 sesiones con una media de 165 espectadores. El GIT ha reanudado su gira la terminar sus actuaciones en la Sala Cadarso. Una gira que tiene tambi¨¦n una abultada cifra en el cuentakil¨®metros de su furgoneta. A partir del 22 de abril, el colectivo El B¨²ho ha estrenado en la Sala el espect¨¢culo que piensa resistir en cartel hasta entrados los calores estivales, Woyzeck de Georg B¨¹chner.
El actual espect¨¢culo de la Sala Cadarso tiene como responsables a una serie de profesionales conocidos por su resistencia durante a?os en grupos como T¨¢bano, Ditirambo, TEU de Murcia, o cooperativas de actores, (Gloria Berrocal, Juanjo Granda, Maribel L¨¢zaro, Juan Margallo, Luis Matilla, Paco Olmo, Gerardo Vera, Abel Vit¨®n, Miguel Zu?iga) y su trabajo sobre uno de los textos hito de teatro contempor¨¢neo, supone no s¨®lo un inestimable servicio a la cultura paleta y olvidadiza de nuestros lares, sino una meditaci¨®n propia sobre los condicionamientos y manipulaciones que pesan sobre el desprevenido ciudadano que est¨¦ dispuesto a creer las hermosas patra?as que sobre la moral, la virtud y los ideales vierten a diestro y siniestro sus jerarcas dominantes. Ni que decir tiene que el espect¨¢culo est¨¢ hecho a conciencia; que con unos elementos de extrema sobriedad y econom¨ªa consiguen un clima de violencia y de dureza casi met¨¢licos.
No es ning¨²n secreto que la legislaci¨®n y las reglamentaciones anexas que nacieron para encauzar y controlar la actividad teatral en los ¨²ltimos cuarenta a?os han quedado desbordadas. Decretos y ordenaciones se han vuelto inaplicables y hasta los mismos encargados de su vigilancia las han dejado en suspenso, trasladando su tutela a los elementos de m¨¢s probada eficacia: la censura, los permisos gubernativos, o en casos de fuerza mayor, la fuerza p¨²blica. Las gentes de teatro vienen pidiendo desde hace a?os una ley que garantice sus derechos, porque en la pizarra de la administraci¨®n, hoy por hoy, s¨®lo se escriben obligaciones. Este malestar lo han hecho patente desde los empresarios a los dramaturgos, pasando por los actores y terminando por los grupos llamados independientes.
Con una existencia legal -seg¨²n se mire-, acogidas a la reglamentaci¨®n de asociaciones o instituciones culturales, funcionan en este momento tres salas relativamente estables, la de Cadarso, en Madrid la Sala Villaroell en Barcelona y El Micalet,en Valencia. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢ si las entidades culturales pensaran que los salones de actos de que disponen, apenas utilizados m¨¢s que para clausuras oficiales y para celo de los conserjes, pudieran convertirse en espacios abiertos para todo acontecimiento cultural cine, recitales de m¨²sica, teatro, conferencias, etc. Nadie les pide un sacrificio impagable; se trata de hacer rentable -aunque, fuera de toda especulaci¨®n, naturalmente- un espacio muerto o, si se pudiera razonar de otro modo, de suplir la inexistencia de zonas abiertas a la colectividad, donde la especulaci¨®n del suelo y unos descabellados proyectos urban¨ªsticos han conseguido que, todo acto social en nuestras ciudades sea casi imposible.
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