Receta para hacer liberales
Encuentro a la prensa cada vez m¨¢s interesante y jugosa. Ultimamente, y a prop¨®sito de la prohibici¨®n de manifestarse el d¨ªa 20 de mayo, dec¨ªa don Enrique Thomas de Carranza: ?Va a resultar dif¨ªcil sustraerse al juicio de que se ha coartado la libertad democr¨¢tica de manifestaci¨®n y a la impresi¨®n de impotencia del Gobierno para garantizar estos derechos fundamentales de los espa?oles. ? (?ABC?, 18 de mayo de 1976.)Uno conserva todav¨ªa, casi virgen, algo que, me temo haya desaparecido en la mayor¨ªa de espa?oles que observan la escena pol¨ªtica. Es la capacidad. de asombro. Quiz¨¢ se deba a que mi trabajo universitario en el extranjero me obliga a permanecer varios meses al a?o fuera de mi pa¨ªs, y al no poder ser testigo de la evoluci¨®n lenta pero segura de mucha gente, me enfrento de golpe con actitudes que me dejan desconcertado. A veces tengo que volver a leer el nombre del autor de la frase y a¨²n dudo, pensando, como explicaci¨®n para m¨ª -y para ¨¦l- que se trata de un primo o sobrino con el mismo apellid¨® y patron¨ªmico. Y no. Siempre es la misma persona que conoc¨ª en tiempos. O, mejor dicho, la misma persona jur¨ªdica. La humana, en cambio...
El se?or Thomas de Carranza se lamenta de que se coarte la libertad democr¨¢tica de manifestaci¨®n y menciona tambi¨¦n los derechos fundamentales de los espa?oles. Fascinante. Hace s¨®lo cuatro a?os, por estas mismas fechas, el se?or Thomas de Carranza era director general de Cultura Popular y en funci¨®n de su cargo tuvo que decidir sobre el permiso de circulaci¨®n de mi libro ?Otra historia de Espa?a?.Yo me encontraba por entonces en un viaje alrededor del mundo, y ¨¦l decidi¨® apelar a mi hermano Guillermo para que cortase algunos p¨¢rrafos ?inadmisibles?. ?Por ejemplo -se escandaliz¨®-, tu hermano dice que al entrar Franco en L¨¦rida se terminaron las libertades catalanas.?
-?Y no es cierto? -pregunt¨® Guillermo.
-Hombre, s¨ª, pero dicho de esta manera...
El libro sali¨® por fin a la calle exquisitamente podado por las manos del se?or Thomas de Carranza, sin derecho por mi parte a recurso de ninguna clase. Aquel Gobierno no daba, desgraciadamente, ninguna ?impresi¨®n de impotencia?. Adem¨¢s de la citada frase cayeron todas las que, seg¨²n el docto censor, podr¨ªan irritar a los nost¨¢lgicos o ser capaces de provocar una marcha iracunda de lectores contra los Ministerios... que ya es sobrevalorar la eficacia de la letra impresa. Por ejemplo, se declar¨® impuras las afirmaciones siguientes: ?La foto de Juan de Borb¨®n no puede aparecer durante a?os en los peri¨®dicos nacionales?; el saludo brazo en alto ?era obligatorio para todos los espa?oles? ... ; ?sigue prohibido un diario en catal¨¢n. Tampoco se ense?a catal¨¢n en las escuelas primar¨ªas? ... ; durante la guerra, en el lado nacional ?los ni?os recitaban preces a la Virgen Mar¨ªa pidiendo el feliz t¨¦rmino de la contienda..., los actos religiosos eran absolutamente obligatorios.... la masoner¨ªa fue puesta fuera de la ley?.... y as¨ª hasta treinta y dos l¨ªneas con verdades de Pero Grullo al alcance de cualquier espa?ol que no fuera subnormal, pero que adquir¨ªan, a los ojos del vigilante celador de nuestra salud moral y pol¨ªtica, apocal¨ªpticas dimensiones si aparec¨ªan en las p¨¢ginas de un libro.
Afortunadamente los escritores acostumbran a seguir si¨¦ndolo tercamente mucho despu¨¦s que los Thomas de Carranza han dejado de ser directores generales, y ?Otra Historia de Espa?a? recobr¨®, a partir de la und¨¦cima edici¨®n, las l¨ªneas arrancadas del contexto. Hasta entonces a los lectores se les neg¨® el derecho de leer y al editor de estampar lo que el autor hab¨ªa imaginado, ?coartando? evidentemente la libertad de informaci¨®n, todav¨ªa m¨¢s importante que la de manifestaci¨®n y parte b¨¢sica de esos ?derechos fundamentales?, no ya de los espa?oles sino de todo ser humano.
Yo, sin embargo.... me niego a caer en el juicio tajante y definitivo que tantas veces he criticado a mis compatriotas y voy a conceder al se?or Thomas de Carranza el beneficio de la duda. Es posible que don Enrique haya encontrado nada m¨¢s dejar su cargo el aut¨¦ntico camino de Damasco y se haya convertido, sincera y abiertamente, a la democracia y al liberalismo. No ser¨ªa la primera vez, porque a don Manuel Fraga Iribarne leocurri¨® algo parecido. Parece que hay muchos pol¨ªticos que cuando son ?otros? los que pasan a decidir lo que los espa?oles pueden o¨ªr y leer empiezan a encontrar el sistema totalmente injusto. En vista de ello, creo haber encontrado la f¨®rmula para que este duro y esquinado pueblo alcance por fin la tolerancia y comprensi¨®n mutua que distingue a los pueblos civilizados. Basta con nombrar a todos los espa?oles mayores de edad y con el Bachillerato terminado -m¨ªnima selecci¨®n- para los puestos de ministro, subsecretario, gobernador, alcalde, director general, etc., etc., con poderes omn¨ªmodos -los que han tenido ahasta ahora para entendernos-y por un plazo m¨¢ximo de seis meses. En el momento en que sean destituidos y descubran que el nuevojefe ?coarta? sus actividades pol¨ªticas, sociales o literarias -igual que hac¨ªan ellos-, pasar¨¢n r¨¢pidamente a pensar en la necesidad de derribar un r¨¦gimen capaz de tolerar tales cosas.
Y as¨ª, en pocos a?os, todos acabaremos siendo respetuosos de las libertades ajenas y aceptando, como ¨²nico gobierno posible, el que nazca de una mayor¨ªa de votos parlamentarios.
... Como quiere ahora -estoy seguro- don Enrique Thomas de Carranza.
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